Biólogo fueguino se propone salvar a un ave en peligro de extinción

Ulises Balza, biólogo de la UBA y becario del CONICET, junto a su equipo estudian al carancho austral (Phalcoboenus australis). Un ave rapaz muy poco conocida que vive en el archipiélago fueguino, las islas Malvinas, la Isla de los Estados y los canales del sur de Chile. Quedan aproximadamente 2500 individuos de esta especie.

La Isla de los Estados es, quizás, más famosa por la novela El faro del fin del mundo, de Julio Verne, que por su flora y fauna. Sin embargo, aquí vive un ave casi mítica, que se ha convertido en el motor de una aventura científica en la Bahía Franklin.
Ulises Balza es biólogo de la UBA y becario del CONICET. Oriundo de Tierra del Fuego, se acercó al mundo de las aves a los 12 años cuando ganó una guía de aves de Argentina en un concurso de Dibujos. Entonces, descubrió un ave rapaz que sólo vive en las islas del mar Austral y se convirtió en su pasión. Viajó a Buenos Aires a estudiar con la idea de volver al sur y aplicar lo aprendido y lo logró. En la Universidad le propuso a la bióloga Andrea Raya Rey que fuese su directora de tesis y que sumarse al equipo que ella dirige. En 2014 volvió a la isla para liderar un proyecto de investigación único.
El ave que desvela a Ulises y a su equipo es el carancho austral (Phalcoboenus australis). Un ave rapaz muy poco conocida, vive en el archipiélago fueguino, las islas Malvinas, la Isla de los Estados y los canales del sur de Chile. Quedan aproximadamente 2500 individuos de esta especie y tanto en la Argentina como en Chile se lo considera casi en extinción.
“El viaje a la Isla dura entre 17 y 22 horas, depende del clima, ya que las condiciones para llegar son complicadas, sobre todo donde se juntan las aguas del Océano Atlántico con las del Pacífico. Durante el viaje vemos ballenas, delfines e incluso orcas” cuenta Ulises sobre la travesía hacia la isla.
En la Isla, las condiciones usuales son de lluvia constante y cada campaña dura entre 30 y 45 días. En Bahía Franklin monitorean unos 20 nidos cercanos a acantilados y más alejados de los nidos de aves marinas, lo que implica para los caranchos viajes más largos en búsqueda de alimento para sus pichones.
Para identificar a cada individuo, lo capturan y colocan un anillo con un código único. No es tarea sencilla, ya que aprovechan cuando los pichones aún están en el nido, lo que implica enfurecer a los adultos, aves de más de 1 kg de peso.
“Son bravos, depende de la pareja, incluso a veces hasta te tiran de un golpe o te desestabilizan. De frente nunca atacan, siempre es por la espalda. Por eso, solemos ir de a dos para evitarlos, ya que suelen ser bastante agresivos” cuenta Ulises.

Un carancho con muchas amenazas naturales

Los caranchos de la isla no son perseguidos por los humanos pero al ser aves rapaces tienen algunas particularidades: son menos abundantes, más territoriales y más longevas.
“Esta población es relevante ya que representaría el 7 o 10% de la población global, concentrada en 400 hectáreas. El sitio es prioritario para la conservación de esta especie” comenta Ulises y agrega: “Seguimos viendo, año a año, un patrón: los mismos nidos son reutilizados, independientemente de su calidad, si son malos y falla la cría, vuelven a usarlos. Suponemos que es por una cuestión de falta de alternativas. Todo parece indicar que hay unos pocos individuos reproductivos que acaparan todos los nidos y que hay muchos adultos que no se reproducen porque no tienen dónde”
Los sitios para hacer sus nidos y la alimentación son elementos clave para la supervivencia de la especie. Según Balza, además, en la Isla de los Estados “los caranchos serían genéticamente diferentes a los de las islas Malvinas, por lo cual no habría intercambio entre ambas poblaciones y si esta se pierde, es poco probable que el sitio sea colonizado por individuos de la otra”.

Propuestas de conservación

La presencia en la Isla de cabras y ciervos introducidos sería una de las razones por los cuales los caranchos australes estarían nidificando en áreas alejadas del pisoteo de estos animales, pero más alejadas de las colonias de pingüinos. A su vez, las aves marinas también están en peligro por el cambio climático y la captura incidental de los grandes buques pesqueros. “La erradicación de las cabras y ciervos no representaría un problema para los caranchos ya que no son una fuente de alimento regular para ellos”, concluye Ulises.
Sin embargo, es probable que este ave rapaz no tenga la plasticidad de otras especies para buscar fuentes de alimentación y reproducción alternativas, por lo cual deberán seguir estudiando de cerca sus hábitos alimenticios para conocer y actuar mejor sobre este factor determinante.
Los estudios sobre el carancho austral continúan, con el anillado de pichones y su seguimiento con tecnología de GPS, intentan conocer mejor el ciclo de vida y las zonas que utilizan y qué amenazas existen para que esta población continúe saludable.
(Fuente: La Nación)


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