El misterio de la Ruta 30 …

El Gobierno de Tierra del Fuego ha decidido tomar una fuerte deuda de 200 millones de dólares para llevar a cabo una serie de obras que considera estratégicas. Una de éstas ha sido denominada “Programa de Desarrollo Costero Canal Beagle” que contempla la extensión en aproximadamente 130 km de la Ruta Provincial 30, desde Punta Escarpados hasta, Cabo San Pío. El dato es estimativo porque han habido mensajes ambiguos relacionados con la extensión.
El proyecto se ha caracterizado por lo enigmático, si es que vale el término a un proyecto del que se ha hablado mucho menos de lo que el gasto amerita. Se dudan de los objetivos, sin que ello implique necesariamente oponerse a su realización. Que quede entonces en claro: han sido tan grandes los cambios suscitados en nuestra provincia y en Ushuaia en particular que, independientemente de lo que pudiéramos opinar hace más de 20 años, hoy estamos de acuerdo con su construcción. Es digno mencionar que en estas dos décadas también ha cambiado mucho la mirada a la hora de pensar en este tipo de obras. Las rutas no son todas iguales, como no es lo mismo construir una ruta en el llano a construirla en la montaña, una ruta para transportar carga entre dos localidades a una para llegar a un atractivo. Más aún cuando, como en este caso, se construye encima de un atractivo. Todo ello ha obligado a los especialistas al diseño de caminos absolutamente diferentes según el uso que se le pensara otorgar. Precisamente ahí radica el primer enigma de la Ruta 30. ¿Para qué se la construye?
Escuchando a los funcionarios gubernamentales, incluida la gobernadora, hallamos tres referencias concurrentes: Granja multitrófica. / Minería. / Turismo.
La innovadora granja multitrófica venía de la mano de un acuerdo con el gobierno nacional que asociándose con un inversor desarrollaría, en proximidades de Almanza, este método totalmente experimental de producción de salmones en cautiverio. (En otra oportunidad podemos dedicarle una nota a este tema). Este proyecto fue objeto de algunas dudas por parte de los científicos locales relacionado con su ubicación pero entendemos que está aparentemente debilitado, mutando en un proyecto “acuícola” del que menos se sabe, no creemos por falta de acceso a la información, sino porque las mismas autoridades aún no disponen de ella. Oportuno es mencionar que hace escasos días el Gobierno anunció con bombos y platillos un acuerdo de asesoramiento con Noruega, una potencia en la materia pero que ha tenido que superar varios procesos para llegar a serlo. Existe un denominador común en estas dos alternativas y que es que el Gobierno parece no considerar los potenciales impactos ambientales, transformando la instancia del Estudio de Impacto Ambiental en un simple trámite.
El llamativo tema de la minería desborda también misterio. A menos que hayan encontrado algún mineral cuya extracción resulte redituable, debemos suponer que hablan de los turbales. Conversando con algunos expertos en el tema, coincidieron en que no se justifica construir una ruta hacia turbales escasamente maduros, cuando ya existe acceso a otros más interesantes en este sentido. Además de no responder dicha zona al manejo y zonificación que se ha trazado en la utilización de este recurso.
Queda entonces el tema turismo y en este sentido, tenemos otras cuestiones que decir.
1.- Como podrán imaginar no todos los usos mencionados para esta ruta, resultan compatibles. El uso requerido para quienes se dirijan a Almanza, se trate de cualquier proyecto acuícola, guarda una mirada de traslado punto a punto. Pero si la ruta será turística, debería pensarse en una vía lenta, quizás similar a la del Parque Nacional. De esta manera se puede garantizar una mayor preservación de atractivos y valores culturales, paisajísticos, históricos y biológicos. Pero esta cuestión no congeniaría con la necesidad que puedan tener quienes requieran de este camino para otros usos.
2.- Una ruta turística requiere de una profunda mirada conservacionista, además de la especialización de la empresa adjudicataria y de los controles que deban llevarse a cabo en la etapa de construcción. Pero hay algo aún más llamativo…
3.- Si se tratara de una ruta turística, lo lógico hubiese sido realizar una etapa de consulta interdisciplinaria que obligue a una traza y diseño muy especial. Sin embargo hasta ahora esa consulta no se ha materializado. Ni el CADIC, tampoco la Universidad de Tierra del Fuego, han sido convocados para esos fines.
4.- La etapa antes mencionada, hubiese permitido trazar varios “mapas de factibilidad” biológica, arqueológica, escénica, etc. además de la turística. Esa instancia tampoco se ha concretado. Hasta sospechamos que las áreas de turismo y medio ambiente del mismo gobierno provincial no disponen hoy de este proyecto, guardado bajo llave.
La Ruta 30 será construida sobre una región emblemática. No hay una zona más frágil y singular que la costa del Canal Beagle. Si la vemos como producto turístico, es simplemente única en todo el país. No exageramos, basta recordar que esta zona es la única de Argentina que une la montaña con el mar.
Los valores que encierra toda esa zona, como acceso a la Península Mitre, dispone de atractivos y valores ya mencionados que pueden ser la envidia de cualquier nación del mundo que pretenda hacer del turismo una actividad económica con futuro.
Por todo esto y mucho más, no nos merecemos tanto enigma. Claro, a menos que haya algo que ocultar o tal vez un futuro uso inconfesable…


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