Lecturas necesarias de un final inevitable

Nuestro país ha sabido mantener una rigurosa obstinación por ingresar en crisis financieras que suelen sucederse década tras década. Desde el rodrigazo de 1975, la devaluación de 1981-82, la hiperinflación alfonsinista de 1989 y el estallido de 2001, experiencias dolorosas que han empobrecido sistemáticamente a grandes porciones de la población, que el arco político nacional no ha sabido, al parecer, imprimir una señal de madurez programática.

Quizá el peronismo, desde el regreso de la democracia en 1983, haya tenido oportunidades más claras de hegemonizar la escena nacional e imprimir proyectos de estabilidad momentánea, pero dichas experiencias duraron lo que tardó en llegar una alternativa de experiencias alimentadas por el centenario partido de la Unión Cívica Radical.

El triunfo de la Alianza Cambiemos en noviembre de 2015 abrió una serie de debates políticos que hasta hoy día no concluyen, porque herido como está por la crisis económica que transitamos y que aún no ha desatado su proceso final, el poderoso aparato comunicacional con que cuenta promete dar batalla hasta el final.

Mientras tanto, ensayan una explicación poco creíble, indicando que transitamos el proceso final para «salir del fracaso de los últimos 70 años». La afirmación es por demás exagerada, siempre que se entienda que la presidencia de Mauricio Macri no ha traído ninguna propuesta económica novedosa, sino, como hemos analizado en muchas oportunidades, no ha hecho más que repetir errores. La actual crisis da cuenta de ello.

Negar la historia para luego sacarla del closet

Quizá lo paradójico de la argumentación del aparato de propaganda de Cambiemos, es que recurra a la «historia» para legitimar su fracaso económico. Sin ir más lejos, aún deben estar dando vueltas en algún cajón de los escritorios gubernamentales el proyecto destinado a eliminar o reducir los espacios curriculares de Historia en los colegios.

Ni hablar lo que significó en términos simbólicos el reemplazo de los rostros de las personalidades políticas del pasado que ilustraban los billetes de nuestra moneda nacional, el ultra devaluado peso argentino, por los característicos animalitos, momentos en los que la naturaleza del cambio antipolítico, pretendía clausurar el debate de proyectos nacionales, como si la naturaleza del eslogan de la marca «Cambiemos» contrapusiera naturaleza a cultura política.

Pero de repente, la crisis asomó en los estrechos horizontes del blindaje mediático que gozaba Mauricio Macri y su equipo de publicistas debieron ensayar un paso de plumeros a los viejos libros de historia, para explicar lo inexplicable. «Venimos mal hace 70 años -dijo el presidente- pero esta crisis que nosotros mismos generamos será la salida definitiva del fracaso argentino«.  Así decidieron sacar la historia del closet. Esta línea argumental, si bien es un antojo del autor, bien describe el trabalenguas en el que se encuentra inmerso el Gobierno nacional. Increíble, pero real.

¿En qué te convirtieron Daniel?

La triste experiencia del Gobierno de Mauricio Macri que los argentinos perciben y que se va plasmando en todo el territorio nacional en la medida que se van sucediendo los procesos electorales en las provincias demuestran un descontento general hacia la marcha de la economía, pero también un castigo por las promesas incumplidas y desde ya, las mentiras de campaña, que no son otra cosa que las desmentidas de las afirmaciones que el candidato justicialista Daniel Scioli le hizo al actual presidente en el debate televisivo por la segunda vuelta: «no vamos a devaluar», «no vamos a volver al FMI», «no vamos aumentar las tarifas»… todas cosas que, finalmente, terminaron haciendo.

Por si fuera poco, Macri se propuso en campaña terminar con las divisiones entre los argentinos, pero comunicacionalmente, desde que triunfaron, no han hecho otra cosa que alimentar la grieta maniquea en la que estamos inmersos y, de hecho, parece no haber otro plan más que seguir alimentándola como única alternativa para sostener un poder que a esta altura de las circunstancias se va esfumando con cada corrida cambiaria.

Con la crisis pulverizando el poder adquisitivo de la gente, ahora Daniel bien podría preguntarle a la clase media argentina que apostó al cambio que les propuso el presidente Macri: ¿En qué te convirtieron? La grieta pasó entonces del marco simbólico a la economía real. La preocupación central de la gente es sostener su fuente de empleo y llegar a fin de mes. La grieta mutó del plano simbólico y comunicacional al bolsillo de los argentinos.

Una vez más, la economía real se impone a las estrategias de propaganda. Alguna vez un periodista supo desafiar a Marcos Peña y Durán Barba advirtiéndoles: «Marquitos, que los troles te ayuden a parar el dólar»… Claramente no pudieron ayudarlos.

Al final, terminamos «cambiando» para peor

Si sobre fines de 2014 alguien hubiese vaticinado que el peronismo perdería las elecciones nacionales al año siguiente, lo hubiesen tratado de loco. Hoy la mayoría de los argentinos se pregunta qué pasó.

El peronismo aún trata de recuperarse de la interna solapada que lo llevó a la derrota en 2015, luego de 12 años de gobierno donde se gozó de estabilidad y cobertura de derechos. Sus sectores progresistas y ortodoxos ensayan un acercamiento esperando que el rey desnudo del engendro del tercer gobierno radical después del regreso de la democracia en 1983, termine cayéndose del tablero por su peso propio. Sin necesidad de patear el damero, el desenlace parece inevitable. Las urnas darán el veredicto.

Cambiemos, lejos de cambiar algo, sostuvo errores del pasado y atacó el único activo que debió haber abrazado como una doncella desprotegida a un crucifijo frente al Conde Drácula: La deuda externa era una anécdota en 2015. Hoy volvió el Fondo Monetario Internacional. Y cada vez que presta, también exige condiciones. Ayer se conoció la noticia que las amas de casa se quedarán sin su jubilación. Muchas quizá le creyeron y votaron a Macri en 2015. Pero la grieta de la economía real las arroja a la triste realidad. Ya no hay opción.

Las crisis: una nueva oportunidad para salir de la espiral de fracasos

Economistas de diferentes vertientes ideológicas vaticinan una crisis aguda para los próximos meses, que puede llegar a incluir el canje de un bono contra los depósitos en plazo fijo, una nueva corrida cambiaria y un proceso hiperinflacionario, para terminar en un nuevo default por la abultada y vertiginosa deuda externa contraída en los últimos dos años.

Sobre este panorama, nuestro país se encontraría con una situación de debilidad extrema, ya que no contaría con los mecanismos de defensa que ha sabido contar en crisis anteriores, por lo que se prevé una recuperación más lenta.

Lo que es seguro es que el Gobierno de Mauricio Macri no nos sacará del supuesto «fracaso» de los últimos 70 años. Muy por el contrario, a la luz de los hechos, son parte necesaria del problema y no de la solución.

La crisis, profunda, estructural, desnuda la realidad que no necesitamos un «cambio» cosmético, sino una profunda transformación, basada en una agenda que deberá estipular un nuevo contrato social. Algo de eso se está oyendo en amplios sectores del arco político nacional. Es posible que sea el peronismo, una vez más, quién deba reconstruir el país desde sus cenizas. Esperemos que esta vez, la crisis sea una verdadera oportunidad. Mientras tanto, habrá que poner el pecho a lo que viene, con los bolsillos totalmente vacíos.



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