¿Quiénes son los que votan a Macri?

Las elecciones Primarias – PASO – del domingo 11 de agosto enterraron abruptamente las intenciones del presidente Mauricio Macri de romper la constante que no ha podido torcer ninguna fuerza política en democracia desde 1945: que un partido que no sea el peronismo logre dos periodos consecutivos al mando del Poder Ejecutivo nacional.
Cuando en octubre de 2017 Cambiemos se impuso en las elecciones generales legislativas al kirchnerismo y al justicialismo (que fueron divididos en la contienda electoral), todo parecía indicar que el proyecto reeleccionario de Macri gozaba de una suerte plena, aunque entre líneas podía leerse que sumando los votos del espectro peronista en aquella oportunidad, éstos llegaban al 50% del electorado. Entonces el juego simple del Gobierno de la Alianza “Cambiemos” era mantenerlos separados y profundizar la grieta sosteniendo una mayoría electoral entre la clase media consensuada en su postura anticristinista.
Así les funcionó en la macrocefálica Provincia de Buenos Aires, donde en 2017 lograron que un candidato sin talento político, carisma ni discurso como Esteban Bullrich, le ganara a la ex Presidenta Cristina Fernández en la que fue su primera derrota en las urnas. En aquel momento, le costó mucho a los seguidores del kirchnerismo con paladar negro asimilar tales resultados, mientras los diseñadores gráficos de Cambiemos se frotaban las manos pensando en las presidenciales de 2019.
Presos de la grieta (algunos consciente y la gran mayoría, inconscientemente) que mantenía intacto su sueño de regresar con la ex presidente a los viejos buenos tiempos, el tablero macro de la política demostraba una dialéctica de amo y esclavo que conjugaba el estatus quo necesario para que Macri pudiera lograr su reelección sin sobresaltos.
Cristina Fernández tenía muchos votos, pero no los suficientes para lograr una nueva mayoría capaz de desplazar de la presidencia a Mauricio Macri. La crisis económica que inició en abril de 2018 comenzó a perfilar un escenario impensado en aquel momento, hasta el punto que Alberto Fernández, enrolado el año pasado en las filas del massismo terminó siendo candidato a presidente con el peronismo y el kirchnerismo encolumnado, triunfando en las elecciones con abrumadora diferencia. Y quizá el dato aún más inesperado: Cristina Fernández completando el binomio como pre candidata a vicepresidente. Esta era una ecuación tan inverosímil hace dos años como real y normal en este septiembre de 2019.

La cabeza del votante de Cambiemos

Más allá de analizar los contextos, a muchos les llama la atención la conducta de la militancia y el perfil de los simpatizantes de “Cambiemos”. Es sin dudas gente que a pesar de la feroz crisis económica que se vive, continúa apoyando al presidente Macri y sienten la a la República en peligro ante los resultados del voto ciudadano.
Lejos de subestimar el núcleo duro del voto de “Cambiemos”, hay que reconocer un hecho fundamental: no puede analizarse el voto a Macri como un sufragio que se razone en términos económicos. El votante de Cambiemos, por más que tenga el bolsillo agujereado de tanto rascar pelusas, sin encontrar un cobre, se siente movilizado férreamente por una divisa ideológica.
Al tratarse de una nueva mayoría que fue capaz de ganarle dos elecciones consecutivas al peronismo (sólo el alfonsinismo logró hacerlo entre 1983 y 1985), el orgullo de identificarse con un cambio político que lo contenga, al cual poder pertenecer con orgullo sin tener que entregarse a los aparatos tradicionales de la organización partidaria, hacen que ese votante sienta que la derrota de Macri significa algo más que tener que dar respuestas al resto del pueblo argentino (respuestas reconducidas a sus familiares, vecinos y contactos en las redes sociales) por el fracaso y las penurias ocurridas.
Y en ese último punto, hay que advertir el error en el que incurren los simpatizantes del otro lado de la grieta, quienes se han lanzado a la cacería de los defensores del “cambio” (que a esta altura podemos asegurar que no fue tal), iniciando una defensa innecesaria de lo que viene en el futuro cercano, que no se tratará de una restauración de régimen, si no de una experiencia con la riqueza de espíritu que se necesita para afrontar una crisis de magnitudes impredecibles.

La “República” en peligro

Lo cierto es que el votante de Cambiemos percibe en peligro la “República” porque en su conciencia siente que la victoria de Macri en 2015 había significado su propio ingreso en la vida política del país; sencillamente porque la manija de la “cosa pública”, por fin la sentía en sus manos o al menos no en las manos de los partidos políticos tradicionales.
Entonces, todas esas movilizaciones, cacerolazos y expresiones de años anteriores, que negaban las política partidaria como un nido de corrupción, autoritarismo y soberbia habían logrado finalmente terminar con la centralidad nacional del kirchnerismo, del cual renegaban como un fruto inesperado, producto del fracaso del Gobierno de la Alianza y el estallido de 2001. Desde aquel tiempo hasta entonces, desilusionados con una alternativa con mayoría propia, se delineó esta nueva derecha, hasta que conducida por un grupo de geniales publicistas, pudieron hacerse con el poder imponiendo una marca electoral moderna a los sellos partidarios de viejo cuño.
Y en ese espectro habitan simpatizantes y militantes de la vieja Unión Cívica Radical, pero también viejos acólitos a la legendaria UCD y otras fuerzas políticas, que abrazaron la causa de “cambiemos” como un instrumento para lograr la derrota del kirchnersimo. Claro que el voto del presidente Macri no se agota allí ni mucho menos. Se nutre también de conciencias reaccionarias devotas del pasado dictatorial argentino y también de una porción de la juventud, que siente apatía por el tradicional sistema de partidos, que apoyó críticamente a Cambiemos en 2015 y que ahora se encuentra desilusionada y desactivada ante el fracaso.

Un voto ideológico es un voto fiel

Mientras tanto, la fijación del presidente Macri hoy no es revertir la paliza de las PASO, si no que no se termine de desmadrar de acá a fines de octubre su núcleo duro. Esos voluntaristas de la revolución de la alegría son aquellos heraldos de la Argentina “post-peronista” que tantas veces habían fracasado y que en esta oportunidad parecían venir a reivindicar aquellas décadas de lucha donde parecía imposible imponerse al peronismo como sistema político-partidario predominante. Es por ello que ese votante se mantendrá fiel a la marca Cambiemos, no por su bolsillo ni por el fracaso general de su Gobierno, sino por resistencia ideológica, porque no le gusta perder después de haber ganado, porque está en juego la República, la única República posible que es con “todos adentro”, incluso aquel peronismo incorregible acostumbrado a ganar en las urnas y que durante los últimos 3 años debió morder el polvo de mirar el pastel tras el cristal.



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