“Siempre les agradezco a los papás que nos presten a sus chicos un rato”

“Siempre les agradezco a los papás que nos presten a sus chicos un rato”

Marina Feltrin, docente de la Escuela Secundaria Rural de Puerto Almanza

La docente comparte su experiencia en la educación plurigrado y lo que considera “el gran desafío de enseñar en un entorno único”.

“Siempre les agradezco a los papás que nos presten a sus chicos un rato”
Docente Marina Feltrin: «»Los chicos ven la teoría y luego hacemos analogías con lo cotidiano, como separar fases con aceite y agua. Necesitamos un laboratorio».

Marina Feltrin, docente de 48 años, oriunda de Buenos Aires pero radicada en Tierra del Fuego desde hace más de una década, encontró en la ruralidad una forma distinta de ejercer la docencia. Con una trayectoria que comenzó a fines de los 90 como maestra mayor de obras, hoy forma parte del equipo de la Escuela Secundaria Rural de Almanza Nº 49 “44 Héroes del Submarino ARA San Juan”, donde la enseñanza se adapta a las particularidades de un aula plurigrado y a la conexión con la comunidad.

Feltrin llegó a Tierra del Fuego casi por casualidad. «Cuando vi fotos tomadas por mi amigo,Gabriel Echeverría, me encantaron. Le escribí, me mandó más imágenes y dije: tengo que conocer ese lugar». Así, lo que empezó como un viaje de verano se convirtió en una decisión de vida. Dejó atrás las aulas tradicionales de Buenos Aires —con 40 o 50 estudiantes por curso— para sumarse a un proyecto donde la flexibilidad y la creatividad son clave.

“Enseñar en plurigrado depende de lo que se pretenda conseguir», afirma. En Almanza, los estudiantes de diferentes años comparten el mismo espacio. «Si querés que hagan exactamente lo mismo que en una escuela tradicional, no funciona. Pero si te adaptás, no es un inconveniente», explica la docente. El apoyo de un tutor es fundamental para guiar a los alumnos según sus necesidades, especialmente cuando alguno tiene dificultades en ciertas áreas.

Actualmente la escuela cuenta con cinco estudiantes (dos en quinto año y tres en sexto), y pronto se sumará uno más en tercero. La orientación, definida por la Subsecretaría de Gestión el año pasado, es en Ciencias Naturales, lo que implica nuevos desafíos, como la falta de un laboratorio. «Estamos viendo cómo adaptar espacios con lo que tenemos, incluso con muebles donados por la Armada», comenta.

El clima y la distancia no son obstáculos para Feltrin. «El año pasado nevó tanto que terminamos haciendo tortas fritas y mate a las ocho de la noche», recuerda. Lo que más valora es el compromiso de los estudiantes y sus familias. «Los padres responden siempre, aunque sea por WhatsApp. En Ushuaia, a veces ni eso…». Sin embargo, no todo es sencillo. Algunos conflictos entre los alumnos requieren la intervención del gabinete psicopedagógico, y la adaptación a los horarios extendidos (de 10:20 a 17:00) aún es un reto para los adolescentes. «Les cuesta levantarse temprano, pero le ponen onda», dice con una sonrisa.

Cuando se le pregunta qué falta en la escuela, Feltrin no duda: un laboratorio. «Hacemos experimentos con lo que hay en la cocina, pero necesitamos materiales específicos». Mientras gestionan donaciones, improvisan con creatividad. «Los chicos ven la teoría y luego hacemos analogías con lo cotidiano, como separar fases con aceite y agua».

Para ella, lo más gratificante es la relación con los alumnos. «Hoy creo que me bloquearon en el grupo de WhatsApp porque no paro de molestarlos con que usen botas o no se acuesten tarde», bromea. Pero esa cercanía, dice, es lo que hace la diferencia. «Siempre les agradezco mucho a los papás que nos presten a los chicos un rato. Es un privilegio acompañarlos».

En un entorno donde la educación se vive como una aventura colectiva, Marina Feltrin y sus colegas demuestran que, con vocación y adaptación, hasta los desafíos más grandes se transforman en oportunidades.

Escribe: Héctor “Lito” Lavia. Puerto Almanza.


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