Entró en vigencia el 12 de junio de 1987 con su publicación en el Boletín deicial y permitió darle un marco legal a la unión que tenían unos 2.500.000 de argentinos que habían estado casados anteriormente. Pero su tratamiento generó un enfrentamiento que dividió no solo al arco político sino también a la sociedad y a la misma Iglesia Católica.
Una de las canciones más escuchadas en 1986 fue “Casémonos vía México” del grupo Sueter. El tema integraba el disco 20 caras bonitas que produjo el año anterior Charly García y llevó a las discos de moda un tema del que hablaba la calle: el debate sobre el divorcio en la Argentina que culminó con la publicación de la ley 23.515 en el Boletín deicial el 12 de junio de 1987. “No, no puedo casarme con vos// Porque ay, yo ya estoy casado// Y no existe separación legal.// Casémonos vía México,// Casémonos vía México, Paraguay”, decía la letra de aquel tema firmado por Miguel Zabaleta dando cuenta de una situación que afectaba por entonces a más de 2 millones de personas que vivían en pareja sin posibilidades de legalizar su unión.
No es extraño entonces que desde que comenzó la democracia entrasen al Congreso varios proyecto destinados a darles un marco legal a esas parejas. Pero la que prosperó y pasó a la historia fue la del diputado radical José Bielicki. Desde Mar del Plata donde cumple la cuarentena, el gestor de aquella norma lo recuerda de esta manera: “Durante la campaña electoral hubo partidos que proponían el divorcio. La UCR no porque Don Hipólito Yrigoyen se había opuesto. Pero yo les explicaba a los correligionarios que las cosas habían cambiado y que había que contemplar la situación de mucha gente que no podía ir a casarse a Montevideo o a Paraguay, como era costumbre de la época”.

Antes de presentar el proyecto en el Congreso, Bielicki decidió advertírselo a un hombre de la Iglesia Católica con quien mantenía amistad: Justo Oscar Laguna, el obispo de Morón. “Le expliqué que era nuestra responsabilidad política como legisladores darle una solución a 2.500.000 de argentinos que vivían juntos sin poder casarse y le pedí que no transformasen el tema en una guerra santa”, recuerda.
El obispo de Morón se mostró conciliador. Incluso en una entrevista que a propósito del debate sobre el divorcio le hizo el periodista Bernardo Neustad: “El divorcio es un mal, pero es un mal para los católicos, y no podemos imponer en una sociedad plural una ley que toca a los católicos. Son los católicos los que tienen que cumplirla y no el resto”.
Pero otros no se mostraron tan contemplativos. Algunos obispos amenazaron a los legisladores con negarles la comunión. Mientras Diputados discutía el tema el 5 de julio de 1986 se realizó la marcha con el lema «la familia es garantía y esperanza en nuestra patria», desde Luján a Plaza de Mayo. Esta movilización fue apoyada por la Ucedé, Partido Unión Popular y el MID, sectores ortodoxos del peronismo, y del sindical. El principal organizador fue el obispo de Mercedes y presidente de la Secretaría para la Familia de la Conferencia Episcopal Argentina, Emilio Ogñenovich que ya había advertido: “Sepan, cuando pretenden atentar contra el matrimonio y la familia, que sobran corazones valientes, sobran católicos con capacidad de héroes para defender lo que es pilar básico de la sociedad argentina: la familia y el matrimonio. No tenemos cañones, ni balas, ni ejércitos, pero tenemos la voz firme, las convicciones profundas”.
Aquella movilización fue presidida por la imagen de la Virgen de Luján traída desde la basílica y sumó fieles que llegaron en micro desde los más diversos lugares del país ya que la convocatoria se replicó en parroquias, capillas y colegios católicos. “Por entonces yo estudiaba Derecho en la Universidad Católica argentina y nos invitaron con gran énfasis para que fuésemos. La postura de la universidad era claramente en contra de aquel proyecto, aunque no tenían en cuenta que buscaba darle un marco de legalidad a una situación que ya existía”, cuenta Carlos Nahas, abogado y especialista en Derecho de Familia.

“Unas 40.000 personas se concentraron el pasado sábado en la plaza de Mayo, de Buenos Aires, frente a la catedral Metropolitana, convocadas por la iglesia Católica argentina, en defensa de la institución familiar y en contra del proyecto de la ley de divorcio presentada en el Congreso por el Gobierno radical. Dentro del programa electoral de la Unión Cívica Radical, en el Gobierno, figuraba esta necesidad de una población -al menos, la urbana- abiertamente divorcista. La clase media y la aristocracia económica del país contraen mayoritariamente matrimonio canónico, pero no dudan en formar nuevas parejas mediante matrimonios civiles en Uruguay, Paraguay, México o Chile, países donde está establecido el divorcio. Los diarios porteños publican habitualmente anuncios de empresas especializadas en matrimonios rápidos y por poderes en otra nación, tal como el contraído por Jorge Luis Borges y María Kodama un mes antes de la muerte del escritor en Suiza”, relató por entonces el corresponsal del diario El País de España, Martín Prieto.
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