A 39 años del hundimiento del coloso de hierro del que dependía Ushuaia

A 39 años del hundimiento del coloso de hierro del que dependía Ushuaia

21 de octubre de 1982 – 21 de octubre de 2021

 

Julio Cesar Lovece

El ARA Bahía Buen Suceso representó el cordón umbilical entre la pequeña aldea ushuaiense de los 70 y el continente, a través del cual los pobladores recibían alimentos, mercaderías en general y hasta los diarios para informarse. Fue hundido por los ingleses en cercanías de las Islas Malvinas, después de jugar un rol activo en el conflicto bélico de 1982. El reconocido historiador nativo Julio Lovece, lo rescata del olvido.

En un pueblo que amenazaba con convertirse en ciudad, con rutas no siempre óptimas y una conexión aérea incipiente, la llegada de un barco siempre era una buena noticia. Más aún si se trataba de uno que, como el Bahía Buen Suceso, traía abundante mercadería, comestibles y materiales de construcción. Es que Transportes Navales de la Armada, asemejaba un conducto por el que fluían todos los elementos vitales para la Ushuaia antigua. Significaba el indispensable y anhelado abastecimiento, trabajo para un numeroso grupo de portuarios y hasta el transporte de pasajeros que utilizaban ese medio para viajar al puerto de Buenos Aires.
Había sido construido en Canadá, mediante un contrato por tres naves gemelas, en el año 1949, comenzando a lucir nuestra bandera el 23 de mayo de 1950. Fue asignado a cumplir funciones en el Comando de Transportes Navales y al poco tiempo de hallarse en Buenos Aires se lo destinó a cumplir con su primer viaje al extremo sur argentino.
Se trataba de una nave de 102,5 metros de eslora, dos motores Diesel de 3.750 HP, una velocidad de 14,5 nudos, bodegas de carga y una capacidad para 100 pasajeros y 46 tripulantes. Veterano de muchas campañas antárticas, transportó a los participantes de las Olimpiadas de Helsinki en el año 1952 y en 1958 trasladó a Inglaterra la tripulación del portaaviones Independencia que había adquirido nuestro país.
El 28 de septiembre de 1966, 18 argentinos, entre estudiantes, obreros y sindicalistas de extracción peronista, secuestraron un avión de Aerolíneas Argentinas que transportaba 35 pasajeros desde Buenos Aires hasta el aeropuerto de Río Gallegos y lo desviaron a las Islas Malvinas. Entre éstos se hallaban el gobernador del Territorio de Tierra del Fuego José María Guzmán y el reconocido periodista de Crónica, Héctor Ricardo García. Cuando arribaron al aeropuerto al que los ingleses bautizaron “Puerto Stanley”, descendieron, izaron 7 banderas argentinas y tomaron de rehenes al jefe de policía y al jefe de los Marines británicos, entre otras autoridades. Nombraron al lugar «Puerto Rivero» y leyeron una proclama. Luego de dos jornadas de mucha tensión y mediación del cura párroco de esa localidad, decidieron abandonar el lugar con las banderas, embarcando en el Bahía Buen Suceso dos días después. La icónica nave los trajo hasta el puerto de Ushuaia adonde llegaron el 3 de octubre. Se denominó a este hecho «Operativo Cóndor».

En 1969 el “Bahía Buen Suceso” recorrió los puertos de Italia, Bélgica, Países Bajos, Inglaterra, etc., llevando trigo y trayendo armamento adquirido en Europa. También a partir de 1969 se le asignó el servicio regular entre el continente y las Islas Malvinas. Precisamente ese año trasladó a todo el personal y material necesario para la construcción del aeropuerto y la estación de combustibles de YPF, denominada Antares, en nuestro suelo irredento, todo ello mientras abastecía a los demás puertos de las zonas australes.
Muchas historias promueve nuestro recordado Bahía Buen Suceso, seguramente tantas como los recuerdos de cada uno de los fueguinos que lo veían arribar al puerto trayendo elementos esenciales para la vida de la población y partir cargado con lana y madera de la zona.


Pero una historia aún más simbólica y trascendental le aguardaba a esta nave y que es haber sido testigo del acto con el que comenzó la Guerra de Malvinas y del capítulo con el que finalizó.
En septiembre de 1979, un empresario argentino, Constantino Davidoff, adquirió a una empresa escocesa las instalaciones balleneras abandonadas en las Islas Georgias, las que pensaba desarmar y vender posteriormente. Si bien inicia contactos con la embajada de Gran Bretaña en nuestro país para llevar adelante las tareas, ante la respuesta negativa obtenida recurre a la Armada Argentina, consiguiendo su apoyo.
Es así que el 18 de marzo de 1982 finalmente llegan a Georgias los 39 operarios y todo el equipamiento necesario para realizar el desguace de esa factoría, trasladados por el ARA Bahía Buen Suceso. La rigurosidad del clima y la precariedad del muelle al que arribaron tornó compleja la tarea que además se agravó cuando al poco tiempo de iniciados los trabajos, fueron sorprendidos por cuatro ingleses que formaban parte de un grupo de exploración antártica. Con un escrito informal en mano, los ingleses pretendían la detención de todos los operarios.
Corría el 5 de abril y la guerra ya había comenzado tres días antes.
Fue entonces que gran parte del personal civil del barco fue reemplazado por personal militar y se dispuso su reaprovisionamiento con 160 toneladas de víveres y se lo cargó con material bélico. La orden era partir el 8 de abril rumbo a Puerto Argentino, hacia las Islas Malvinas.
El barco quedó entonces bajo el comando civil del capitán de ultramar Osvaldo M. Niella y el comando militar del capitán de corbeta Héctor E. Zukowski. Así, llegó a a Puerto Argentino el 12 de abril, cumpliendo funciones como alojamiento de tropas. La rigurosidad del conflicto implicaba un enorme riesgo de ataque por lo que fue desalojado y obligado a desplazarse con una exigua tripulación por diferentes sitios de las islas. Ya sin agua y con escaso combustible se decidió fondearlo en Bahía Fox; se hallaba herido por algunos ataques recibidos. Logran atracarlo en un asentamiento precario el 10 de mayo, pero al segundo día un fuerte temporal lo hizo varar. El 18 de mayo fue atacado por dos aviones Harrier y posteriormente soportó un ataque naval. En ese hecho falleció el marinero Juan Ramón Turano y otros tripulantes resultaron heridos. Al finalizar la guerra el 14 de junio, los tripulantes que aún permanecían en él fueron tomados como prisioneros, quedando el Bahía Buen Suceso solo y abandonado. A poco más de 4 meses de terminadas las acciones bélicas nuestra querida embarcación, tan ligada a la historia del suelo fueguino, fue objeto de prácticas de tiro por parte de las fuerzas inglesas, cuyos aviones y naves todavía sedientos de guerra, lo lastimaron reiterada e impiadosamente.
Finalmente, agónico, el 21 de octubre de 1982 fue arrastrado hacia mar abierto y el HMS Onyx, submarino británico, le disparó tres torpedos. Estoico, soportó los dos primeros, como burlándose del desgastado imperio, pero el tercero hizo crujir su debilitado casco y se hundió fatalmente con resignada lentitud, en esos profundos mares que conocía perfectamente.
El experimentado luchador terminó su vida con la dignidad de haber quedado para siempre en el «campo de batalla”. En todo caso si hubiese sido otro el capricho del destino, tal vez hubiera concluido como chatarra.
Nuestro ARA Bahía Buen Suceso, fue protagonista del comienzo y del final de la guerra en el Atlántico Sur. Efectivamente su hundimiento en las heladas aguas de nuestras Islas Malvinas, bien puede ser considerado el acto final de la agresión británica.
El Bahía Buen Suceso fue condecorado por la Armada Argentina con la distinción «Operaciones en Combate». Con él se fueron años de navegaciones y aventuras, de valientes y apasionados marinos y la ansiosa mirada de pobladores que lo buscaban en el horizonte trayendo la anhelada carga.
Cumplió fielmente su misión y hoy navega eternamente los mares de nuestra memoria, donde no existen las bombas, el naufragio ni el olvido.


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