Memoria, soberanía y esperanza.
Este 2 de abril se cumplen 43 años del desembarco argentino en las Islas Malvinas, un hito que marcó a fuego la historia del país. Aquella jornada de 1982 significó el inicio de un conflicto bélico con el Reino Unido que, tras 74 días de combate, dejó un saldo de 649 argentinos muertos, más de mil heridos, una herida profunda en la sociedad y un reclamo de soberanía que sigue vigente.
Es un hecho que las Malvinas son una causa nacional que trasciende gobiernos, ideologías y generaciones. No se trata solo de un reclamo territorial, sino de una reafirmación de la identidad y el derecho inalienable de Argentina sobre un suelo que le pertenece históricamente. La presencia británica en las islas es el resultado de una ocupación ilegítima desde 1833, sostenida por la fuerza y consolidada con el tiempo a través de un enclave militar en el Atlántico Sur.
A lo largo de estos 43 años, la Argentina ha mantenido su reclamo en los foros internacionales, respaldado por la resolución 2065 de la ONU que insta al diálogo entre ambas naciones. Sin embargo, la negativa británica a negociar sigue siendo el principal obstáculo para avanzar en una solución pacífica y diplomática.
También es un hecho que la memoria de Malvinas no es solo un asunto de política exterior. Es, ante todo, el reconocimiento permanente a los ex combatientes que, con honor y valentía, defendieron el suelo patrio. Es también el compromiso de las nuevas generaciones de mantener viva la causa, de conocer la historia y de seguir reclamando por la vía pacífica lo que por derecho nos pertenece.
A pesar del tiempo transcurrido, la esperanza no se apaga. La Argentina sigue convencida de que el camino es la diplomacia, la construcción de lazos con la comunidad isleña y la búsqueda de apoyos en la comunidad internacional. La lucha por la soberanía es también una lucha por la memoria, la justicia y el reconocimiento de aquellos que dieron su vida por la patria.
No es una frase hecha ni un eslogan: las Malvinas fueron, son y serán argentinas. Es un grito desgarrador que surge de lo más profundo de cada argentino.
Hoy, 43 años después, el compromiso de no olvidar y de seguir reclamando pacíficamente su devolución sigue tan firme como siempre.