A propósito de grandes nevadas   

A propósito de grandes nevadas


 

Julio Cesar Lovece

 

Todos los inviernos en Ushuaia, conforme comienzan las grandes nevadas, las quejas de los vecinos parecen un eterno déjà vu. Sabemos que no es simple intentar salir de nuestras casas hacia el trabajo o cualquier otro destino, con las calles cubiertas de nieve o hielo, descender del transporte y caminar por veredas intransitables a las que no resulta fácil mantener limpias.

Obviamente no pretende, esta humilde misiva, justificar la posible impericia de funcionarios, pero la virulencia en ocasiones parece más un rechazo al invierno que una objetiva crítica al municipio y convengamos que odiar la nieve es sólo comparable con detestar la arena en Mar del Plata o el calor en Misiones y quienes padecen de este sentimiento, difícilmente encuentren cumplidas sus expectativas cualquiera sea el intendente de turno. No sería justo ni solidario dejar de pensar que las características de una vivienda o barrio, condiciona en gran medida el bienestar de muchos vecinos ante la crudeza del invierno, toda la atención que se preste a estos casos, nunca es suficiente. Pero si alguien cree que, con un clima similar, «en otros lugares del mundo están fenómeno», se equivoca. Podemos creer que ciudades como Nueva York, París, Roma, Berlín o incluso Moscú, por citar solamente algunas, disponen de una realidad más propicia, pero ninguna de ellas se encuentra exenta de dificultades luego de una gran

nevada.  Alcanza con tomarse el trabajo de observar un noticiero que refleje la realidad de diferentes geografías y hallaremos que muchas de estas enormes ciudades del primer mundo, en no pocas ocasiones, se ven inmersas en un verdadero caos en determinados inviernos.

Si nevó mucho o poco, si la nevada fue la más copiosa de los últimos años, parece más una apreciación personal y si bien las estadísticas con seguridad podrán decirnos la cantidad de días con precipitaciones y compararlos con inviernos anteriores, la sensación sobre quienes vivimos en este lugar, siempre nos deja algunas dudas.  Para evaluar justamente esta premisa, podemos recurrir a la prensa de tres diferentes años, 1899 y 1900 en los que el semanario Caras & Caretas no ahorró epítetos para calificar los inviernos de esos dos años y, mucho más próximo, lo ocurrido en el año 1995 recordado como un invierno de crudeza inusual.

«Las nevadas en el sur»  (Caras & Caretas Nro. 63 del 16/12/1899) (Sic)

«Son verdaderamente conmovedores los detalles que nos llegan respecto á las tormentas de nieve que en estos últimos meses del invierno han asolado la parte sur del continente, causando verdaderos estragos en el ganado, que forma la principal fuente de riqueza de su laboriosa población. Tanto de la parte chilena como de la argentina, las pérdidas han sido considerables.

(…) Las fotografías que hoy ofrecemos debidas a la amabilidad del estanciero fueguino señor José Menéndez presentan los sufrimientos de los ganados en los campos, dando una pálida idea de las proporciones de la catástrofe.

Las majadas de ovejas eran sepultadas vivas y los peones, armados de palas, tenían que correr en auxilio de los animales postrados, que morían por millares, pues si escapaban a la nieve sucumbían por el hambre. Los campos no conservaban una mata de pasto, y los troncos de los árboles, cubiertos por el hielo, les privaban hasta del recurso de comerse las cortezas.

(…) Las pérdidas sufridas por los estancieros se evalúan en muchos miles de pesos oro, habiendo algunos que han perdido rebaños hasta de cincuenta mil cabezas. Los caballos y las vacas que no han podido ser resguardados de la intemperie, han muerto ó huído, buscando el abrigo de los valles. En la gobernación de Tierra del Fuego, donde recientemente comenzaban á introducirse haciendas, no habiendo aún comodidades en las estancias para proveer el resguardo de los animales, éstos han muerto casi todos, y las pérdidas son enormes (…)»

«Las últimas nevadas del sur» (Caras & Caretas Nro. 101 del 08/09/1900)

«(…) Pocos años se recuerdan de fríos más intensos y de más crudas nevazones. Los ganaderos han sufrido extraordinariamente, y si bien no han muerto tantos como el año anterior, ha sido debido á los cuidados de los pobladores que esta vez adoptaron precauciones especiales, almacenando forrajes y construyendo abrigos y reparos para sus animales. El último viaje que realizó el «Santa Cruz»  que manda el capitán de fragata Mascarello, ex comandante del «Azopardo» y uno de los jefes de marina más conocedores de los mares australes, fué de verdadera prueba.  (…)

Dice el señor Cortez que en los quince años que hace reside en Tierra del Fuego, no ha visto más espantosos ni temporales más bravos. Las cascadas y los ríos correntosos se helaron y ha habido momentos en que no había más agua potable que la del hielo derretido en recipientes colocados en las cocinas. (…) El «Santa Cruz» resistió el temporal y probó una vez más sus buenas condiciones marineras y la pericia de su comando y oficialidad». 

En esta última vieja crónica periodística se observan algunas imágenes muy poco legibles. En una de ellas se ve a un grupo de presos, en lo que parece ser el extremo del pequeño pueblo de entonces, paleando nieve.  La fecha en la que fue tomada dicha imagen data del 21 de julio de 1900. Casualmente 95 años desp

ués, el 21 de julio de 1995, los medios periodísticos locales mencionaban que la Asociación Rural de Tierra del Fuego solicitaba al gobierno provincial la declaración de emergencia agropecuaria, apoyándose en la enorme mortandad de ganado en función del intenso frio y la cantidad de nieve caída en ese invierno. Se aseguraba en dicha ocasión que una tercera parte del ganado lanar, es decir aproximadamente 350.000 cabezas, habían muerto , además de quedar totalmente paralizada la actividad maderera.

El Presidente de la Asociación Rural mencionaba, a modo de ejemplo, que habían hallado en sus campos 500 borregos muertos todos juntos sepultados en la nieve y que de no mediar el mejoramiento del clima y la asistencia gubernamental, la situación podría ser aún mucho peor. Incluso se denunciaba el total aislamiento de muchos puestos ganaderos por hallarse bloqueadas totalmente las rutas complementarias, debiendo auxiliar a familias aisladas por la nieve con la ayuda de helicópteros.

Con toda seguridad hubo muchos otros inviernos duros que los antiguos pobladores podrán recordar, pero resulta inevitable reconocer que conforme va creciendo nuestra querida Ushuaia, su caprichosa geografía y el incremento del parque automotor, multiplican críticas y dificultades.


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