Adultos mayores y pandemia

Adultos mayores y pandemia

Reflexiones en Cuarentena

 

Reflexiones en cuarentenaLa pandemia sigue firme y ellos no pueden aflojar en los cuidados. Incluidos dentro del grupo de riesgo, los adultos mayores, sienten que desde marzo su vida quedó paralizada, y han tenido que guardarse en casa, a la espera de que el virus se transforme en un mal recuerdo.

Se da una situación muy particular con los adultos mayores ya que donde antes se los impulsaba a que salgan de sus casas y se encuentren con otros, hoy se les pide todo lo contrario. Ricardo Iacub, doctor en Psicología, especialista en Tercera Edad, señaló: “Los que venimos bregando por su calidad de vida, hemos dedicado bibliotecas enteras a trabajar en pos de una vida autónoma, activa y conectada socialmente, destacando los efectos negativos de la soledad y el aislamiento. Hoy debimos adecuar algunos criterios ya que “quedarse en casa” se ha convertido en una condición vital.”

La irrupción del virus hizo que tengamos que replantearnos otras formas de hacer lazo en el intento de seguir construyendo en comunidad, sin dejar de cuidarnos. En tal sentido, practicar el aislamiento o el distanciamiento social como medida preventiva, no implica estar en soledad. Por ello es importante que, aunque de formas distintas, podamos continuar vinculándonos. Estar aislados físicamente no es sinónimo de estar solos.

Paralelamente, es importante destacar que la integración social y cultural de los adultos mayores y su realización personal, no debe verse como la expresión de un ideal, sino que es un derecho reconocido constitucionalmente que tanto las familias, la sociedad, como el Estado Provincial, deben garantizar.

Uno de los recursos más extendidos en este tiempo para hacer frente al aislamiento, fue sin duda la tecnología, sin embargo, no siempre es una herramienta al alcance de todos.  Conversando con Mirta, de 80 años, me contaba que entre su grupo de amigos de un centro de jubilados, algunos se pudieron adaptar a la tecnología y otros no. “Los jóvenes están más conectados. A nosotros nos cuesta más. Son pocos los que saben manejar bien el celular. Pero en lo que podemos, nos ayudamos unos con otros.” Y añade: “Los que mejor están, son los que hicieron el curso para usar el celular.” Hay que tener en cuenta que absolutamente todo se digitalizó, y a no todos les fue sencillo adaptarse a ese cambio. Mirta dice que entre sus amigas, solo una sabe hacer compras por internet. Y la mayoría recibe ayuda para pagar los servicios. Sin embargo, esto lejos de ser un obstáculo, puede transformarse en un motor para animarnos a aprender cosas nuevas, para desafiarnos y aprovechar este tiempo para aggionarnos a nuevos canales de comunicación. La capacidad para aprender y adaptarse a situaciones novedosas no la perdemos nunca.

Todo lo que venimos viendo y escuchando sobre el virus también condicionó nuestra forma de percibir la realidad. Desde el principio, se calificó a los adultos mayores como vulnerables frente a la enfermedad, y si bien hay un peligro real, en muchos puede generar una sensación extra de fragilidad que trae aparejado grandes montos de ansiedad. El Dr. Iacub comenta: “Factores que aumentan la tensión psicológica de estar en “riesgo”, lo que implica más ansiedad y percibirse más frágiles de lo que son. El psicólogo Aranda destacó que “sentirnos vulnerables y frágiles de forma tan abrupta afecta a nuestro equilibrio psicológico, se nos quiebra el mapa que tenemos de nuestra vida. Hay un conflicto entre cómo te estabas viendo y lo que la realidad del virus te ha traído.”

Pero esto también se relaciona con determinadas representaciones negativas sobre la vejez, propias de esta cultura, que la asocian a enfermedad, soledad, dependencia, y que condicionan los modos de vida de los adultos mayores. Estas representaciones no solo inundan el discurso de quienes ven a la vejez como algo lejano, sino de los mismos adultos, que atravesados por estos prejuicios, no ven que llegar a determinada edad no habla de quiénes somos, ni de cómo podemos vivir.

Sara dice que: “No es tanto el miedo al virus, sino lo que extrañamos las rutinas, los encuentros. A nuestra edad, perdimos mucho en lo que nos queda de vida.” Me cuenta que conversan en el grupo de Whatsapp sobre lo que van a hacer cuando se junten. Juegan a imaginar lo que harían si salieran. Hacen planes en fantasías, que sostienen encuentros imaginarios donde algo de ese deseo se expresa en palabras compartidas y risas de nostalgia. Pero no todo es imaginar. Los sábados a la noche se preparan para juntarse, se pintan, se perfuman, hacen una rica comida con una copa de vino y se encuentran por videollamada para disfrutar la cena en conjunto. Cada uno, desde la intimidad de su casa, pero más acompañados que nunca, ríen, hacen catarsis, se ponen al día, brindan y celebran la amistad con encuentros virtuales.

Es fundamental la contención que puede brindar el grupo familiar y de pares. Llamarse unos a otros, no perder el contacto, contarse las pequeñas cosas de todos los días, hace de sostén frente a lo imprevisible y disruptivo de la pandemia. Frente a lo potencialmente traumático que irrumpe nuestra vida, no dejar de tejer sentidos, conversaciones, planes, que permitan armar otras tramas posibles. También es importante escuchar los temores que en cada uno despertó la pandemia, las fantasías subyacentes y así poder diferenciar, que pensamientos están alineados a criterio de realidad y cuáles son producto de las propias fantasías internas.  A veces, con solo escucharnos decir en voz alta los pensamientos que nos perturban, nos ayuda a relativizarlos y no quedar tomados por la angustia. En la medida que acallamos esas fantasías, al punto de no poder ni nombrarlas de la angustia que producen, se hacen más y más grandes.

Las circunstancias que vivimos no dicen nada sobre cómo las atravesamos. Hagamos que el tiempo transcurrido en pandemia, no sea un tiempo paralizado por el temor, o un tiempo perdido (en el peor de los sentidos). Aunque a veces “perder el tiempo”, puede ser una invitación para reencontrarnos desde otro lugar.


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