Ampliación del ejido urbano de Ushuaia. ¿Desarrollo o crecimiento?

 

Julio Cesar Lovece

 

Por estos días se está analizando, desde la esfera política, la ampliación del ejido urbano de Ushuaia que, de prosperar un proyecto presentado por el legislador Ricardo Furlan, abarcaría la costa sur del Lago Fagnano al norte, las Islas Bridges en el Canal Beagle al sur, hacia el oeste el límite del Parque Nacional y al este los umbrales de Puerto Almanza.
No se trata de un tema menor que deba resolverse apresuradamente ya que atraviesa a muchas actividades y un mal manejo de esas tierras motivaría enormes e irreversibles daños. Sería lógico pensar, a juzgar por lo vivido, que lo primero que se debería considerar es la existencia de un plan de desarrollo y manejo de los bienes que se estarían sumando al ejido.
Parte de la Ruta «J», toda la zona del Lago Escondido, todos los centros invernales y la Estancia Remolino, serian tierras municipales. La controvertida Ruta 30 pasaría a ser, en gran medida, responsabilidad del intendente, además de presentarse como «indispensable».
El 10 de marzo de 1910, un decreto firmado por el Presidente de entonces, José Figueroa Alcorta, paradójicamente, proponía lo contrario:

(Sic) «Vista la conveniencia de reservar en el Territorio de Tierra del Fuego, las tierras fiscales que rodean al lago Fagnano, con destino a la futura fundación de un Parque Nacional, en el extremo sur de la República; y atento lo informado por la Dirección General de Tierras y Colonias,
El Presidente de la República
DECRETA:
Artículo 1° Resérvanse con destino al futuro Parque Nacional, las tierras fiscales que rodean al lago Fagnano, en el Territorio de la Tierra del Fuego, comprendidas dentro de los siguientes límites: por el Norte, la línea del paralelo 30 de longitud Sur; por el Este, una línea que arrancando del esquinero Nor-Este de la propiedad de Don Tomás Bridges, llegue al límite Sur, del campo arrendado a Don Feliciano García, por el Sud, la costa del mar y el límite Norte de las propiedades de Don Tomás Bridges, Martín Laurence y David Drumond, y de las reservas de Ushuaia y Cárcel de Reincidentes; y por el Oeste, el límite con la República de Chile; y vuelva este expediente a la Dirección General de Tierras y Colonias, a sus efectos. (…) (Registro Nacional).

Ushuaia es una ciudad que, desde su nacimiento, creció improvisadamente, sin demasiados consensos y con no pocas dudas. Las hubo cuando se discutió dónde debían instalarse las primeras edificaciones de la Subprefectura Marítima en 1884, tarea comandada por Don Augusto Lasserre, cuando se decidió la construcción de la Cárcel de Reincidentes de Ushuaia, instrumento de desarrollo para la incipiente población del 1902, ya que primeramente se construiría en Lapataia, incluso uno de los primeros gobernadores llegó a proponer relocalizar a este pueblo en Punta Remolino, de hecho toda la costa fue ocupada por estancieros y emprendedores que colocaron en el mapa los primeros puertos que dispusieron casi de la misma importancia estratégica que el de Ushuaia. Por ejemplo el 14 de octubre de 1899 el Presidente Julio A. Roca otorgaba una concesión «para hacer el servicio de navegación al rededor de la Tierra del Fuego» a Don José Menéndez, imponiendo la obligación de unir los puertos de Lapataia, Ushuaia, Almanza, Harberton, Moat, Slogget, Río Grande y Punta Arenas. Hubo dudas y errores cuando el 19 de febrero de 1896 se aprobaba, mediante decreto de José Evaristo Uriburu, la mensura y la delineación de Jorge Butza, un agrimensor de Buenos Aires, que la gobernación había contratado en 1893, para el primer trazado de la planta urbana de Ushuaia. Pues bien, esa primera traza de 42 manzanas de 80 x 88 metros posiblemente no haya sido la más recomendable para una geografía como la de esta zona.
Hoy seguimos debatiendo inmersos en dudas y controversias respecto del crecimiento de la ciudad. ¿Acaso seguiremos tomando decisiones sin consensos, continuaremos avanzando a los empujones, mediante decisiones políticas inconsultas, con gobernantes molestos con quienes se hallan en condiciones de opinar?
De concretarse este proyecto gran parte del territorio que hoy se rige por normativas provinciales y bajo tutela del Poder Legislativo, se comenzará a administrar desde la órbita municipal y del Concejo Deliberante de Ushuaia.
Los argumentos expuestos hasta la fecha aseguran que, con el sólo hecho de aumentar de casi 11.000 hectáreas a aproximadamente 100.000, permitirá «planificarse» mejor toda la región, dar respuesta a la demanda de viviendas, proteger los atractivos turísticos y mejorar la matriz productiva de la ciudad.
Uno no puede menos que preguntarse: ¿la institución municipal ha hecho un trabajo perfecto en el actual ejido urbano o acaso Ushuaia no guarda claras cicatrices fruto de una débil planificación corriendo detrás de la realidad?.
¿Es un proyecto que deba resolverse urgentemente o acaso no hay tierras aún dispuestas para cubrir una demanda futura que, por otra parte, desconocemos?
¿Cuál es el plan que garantizará una mejor administración, control y respuestas a los numerosos problemas que han embargado a nuestra ciudad en las últimas décadas?
¿De qué manera se evitará el mal uso, las ocupaciones irregulares, la demanda de servicios que, incluso hoy, no satisfacen a toda la población del actual ejido urbano?
Difícilmente podamos oponernos al crecimiento de la ciudad. No se trata de añorar la propuesta de Figueroa Alcorta de hace unos 110 años. En todo caso, sería inteligente pensar que un intenso y participativo debate, ayudará a un mejor proyecto, a un más riguroso plan que garantice que no cometeremos, en el territorio que anexaremos, los errores históricos.


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