Aprendamos del virus: mutemos

Aprendamos del virus: mutemos

Aportes de la psicología ambiental a la crisis por coronavirus

 

Reflexiones en cuarentenaNo estamos solos en el planeta. Los seres humanos habitamos en un ambiente, que compartimos con otras especies. Un ambiente que modificamos, pero que también nos determina. Hay un feedback constante con el medio que nos circunda. En tal sentido, las medidas adoptadas en el marco de la pandemia por Covid-19, generaron cambios en nuestro entorno sociofísico que, a su vez, afectó nuestro comportamiento y nuestras emociones.

Desde del ámbito de la psicología ambiental, rama de la profesión poco explorada en nuestro país, pero que se avizora como fundamental en las próximas décadas, hay muchos aportes que pueden realizarse a la crisis mundial que atravesamos.

Podemos situar distintas cuestiones a nivel del entorno natural pero también del construido, puesto que cuando hablamos de ambiente, no es solo en el sentido ecológico, sino que abarca todo el entorno con el que interactuamos.

Circularon por todo el mundo fotos y videos de las aguas ahora cristalinas de Venecia, la presencia de animales en áreas urbanas, noticias sobre la disminución de la contaminación, dando cuenta de cómo los drásticos cambios de hábitos que debimos hacer, tuvieron (¡en poco tiempo!) consecuencias beneficiosas en el medio ambiente. Con esto no digo que la solución sea la perpetuación del aislamiento, sino que quiero resaltar cómo una modificación de nuestro comportamiento impacta rápidamente en nuestro entorno, lo que nos habilita a pensar distintas alternativas, en la experiencia de que tenemos el poder de influir positivamente en el ambiente que nos rodea.

Nos creemos el centro del universo, seres únicos y con derechos solo para nosotros. Sin embargo, el avance feroz e ilimitado que estamos haciendo sobre el ambiente, está poco a poco, volviendo cual boomerang contra nosotros, afectando nuestra salud. El uso indiscriminado de los recursos, no pronostica buenos tiempos en el futuro cada vez más cercano.

Por otra parte, y en relación al entorno construido, pasar mucho tiempo en nuestros hogares y sus características (el espacio, los ambientes, la temperatura, la privacidad, el hacinamiento, el ruido, la iluminación, etc.), así como la forma en la que nos apropiamos del espacio, son factores que influyen en nosotros. En lugares fríos, como Tierra del Fuego, ya de por sí, hay una tendencia a vivir más “puertas adentro”, claro que nunca como ahora que se convirtió en norma. En tal sentido, lo que se denomina “satisfacción residencial” (la evaluación de nuestra vivienda y su entorno) es un aspecto que pasó a primer plano, siendo que pasamos casi el 100% de nuestro día en casa, afectando directamente los niveles de bienestar y satisfacción que experimentamos en nuestra vida.

Al mismo tiempo, nuestra percepción del espacio y el significado que le otorgamos fue cambiando a lo largo de estos meses. Así, el espacio “afuera de casa” se nos volvió más inseguro, sobre todo cuando empezamos a hablar de “circulación comunitaria”. Lo que en algún momento era un lugar que nos causaba bienestar, sede de nuestras interacciones sociales (como una plaza, caminar por el centro, ir a la iglesia, etc.) se convirtió en la sede del virus. Esto lo notamos, cuando de repente, salir a comprar, dar una vuelta o hacer algún trámite, se vive con temor. Por otra parte, dada la situación epidemiológica provincial, nuestras salidas empezaron a limitarse a “lo indispensable”. Optamos por la modalidad delivery cuando ello es posible, nos reunimos online y solo salimos cuando no queda otra.

Otra cuestión interesante es lo que respecta a la percepción del riego ambiental en relación al virus. Esto significa que la gravedad del riesgo “también puede depender del tipo de percepción que se tenga sobre la potencial situación de riesgo, de la percepción del grado de incertidumbre del peligro que manifiesten los potenciales afectados por la situación, o del tipo de comportamiento que éstos desarrollen a partir de esta percepción.” (Universidad de Barcelona) Cuando, por ejemplo, naturalizamos un riesgo, nuestro comportamiento cambia, “bajamos la guardia”, generándose una mayor exposición al peligro. Es lo que también pasa con el “sesgo optimista”, que se fundamenta en la (generalmente) falsa creencia de “a mí no me va a pasar”. Es importante aclarar, que tanto en la maximización como en la minimización de la percepción de peligro influyen “los medios de comunicación, las redes sociales, la experiencia personal y las instituciones comerciales o de gobierno.” (Op. cit.) Lo que habilita la reflexión acerca de qué y cómo comunicamos, y sus consecuencias.

Por último, me gustaría abordar algunas consideraciones sobre el llamado espacio personal y la distancia interpersonal, que tanto nos condicionan hoy en día. “Uno de los principales determinantes del espacio personal es la manera en que las personas en interacción definen socialmente la situación en la que están involucrados. En función de esa definición la distancia interpersonal adoptará una configuración u otra.” (Hall y Sommer) Se han definido cuatro tipos de distancia: distancia íntima, distancia personal, distancia social y distancia pública. Cada una tiene su medida y guarda relación con el tipo de interacción que tenemos con los otros. Por ejemplo, para contar un secreto o cuando nos sentimos atraídos por alguien, la distancia suele acortarse, mientras que, en situaciones de competencia, o cuando percibimos diferencias de “estatus social” ésta aumenta. Estos conceptos y sus relaciones son interesantes a la hora de pensar las transgresiones a ciertas medidas y cómo influyen en el incremento de contagios.

Así como algunos entornos tienen un impacto negativo sobre nuestra salud y nos estresamos, hay algunos espacios que provocan experiencias restauradoras. Estos “entornos restauradores”, tienen determinadas características que han sido estudiadas, que promueven el bienestar humano, habiendo investigaciones que lo asocian a la recuperación al estrés y la fatiga. ¿Cuántas veces en esta “quíntuple cuarentena” que llevamos fantaseamos con viajar, visualizamos un paisaje, tal vez el recuerdo de un lugar, y eso nos robó, así sea por algunos segundos, una sonrisa? Un lugar puede hacernos soñar o tener terror. Esta es otra de las razones por las cuales es importante tener en cuenta la variable ambiental en todo análisis de salud mental.

Hay mucho por pensar e investigar en relación a esta rama de la psicología y la riqueza que sus aportes pueden traer a las prácticas actuales. No solo lo intrapsíquico y lo vincular nos estructuran y nos determinan, sino también los entornos que habitamos. Siempre hablamos de la convivencia con nuestros otros, ¿pero qué otros? Tendemos a creer que nuestros otros, son siempre otras personas. ¿Pero qué lugar le damos a otras especies? ¿qué lugar le damos a otros factores con los que interactuamos como un aire sano que respirar, haber nacido en la playa o en la ciudad, vivir en un monoambiente, o rodeado de montañas? ¿y a los recursos que permiten la supervivencia del ser humano… cómo los utilizamos?

La Lic. en Psicología Alicia Stolkiner, en el reciente Congreso Argentino de Salud Mental, organizado por la A.A.S.M., citando a Walter Benjamin señaló: “necesitamos una reconstrucción teórica de la modernidad que al mismo tiempo dé cabida al ideal de reconciliación entre el ser humano y el mundo”.

“Contrariamente a lo que se podría imaginar, nuestra salud no vendrá de la imposición de fronteras o de la separación, sino de una nueva comprensión de la comunidad con todos los seres vivos, de un nuevo equilibrio con otros seres vivos del planeta… Como el virus muta, si queremos resistir a la sumisión, nosotros también debemos mutar.” (Paul Beatriz Preciado, 2020).


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