Ataques de pánico en el mundo actual

Los ataques de pánico son situaciones que una persona puede padecer cuando experimenta una ansiedad muy intensa cuyo efecto es paralizante. El momento de aparición de dicho estado es súbito, surge acompañado de una aceleración del ritmo cardíaco, confusión generalizada, un temor difuso al que no se sabe cómo hacerle frente, e incluso puede también presentarse una angustiante sensación de muerte inminente.
Estas situaciones se han registrado en la clínica como algo que en los últimos años se ha presentado con mayor recurrencia, presumiblemente la ansiedad del vivir cotidiano puede ser puesta dentro de los diferentes factores que favorecen la aparición de estas crisis. La angustia, a su vez toma en estos casos un relieve exacerbado y muchas veces quienes han atravesado este tipo de experiencias reciben, por parte de los psiquiatras, psicofármacos para atenuar la temida reaparición del fenómeno.

Una violenta irrupción

En su libro “Violencia/s”, la psicoanalista Silvia Ons analiza diferentes formas que la violencia toma en la sociedad de nuestros días. Se pregunta allí sobre los ataques de pánico y su relación con la violencia en términos generales, pero en particular aborda el asunto poniendo énfasis en lo social, preguntándose por qué hoy en día tenemos tanta cantidad de casos de este tipo.
Si bien el pánico no es necesariamente una situación donde encontramos a alguien ejerciendo una acción violenta sobre un semejante, podemos referir, sin dudarlo, que quien sufre un ataque de pánico atraviesa una experiencia disruptiva. Sin ir más lejos, el término “ataque” nos aporta una clara idea de lo repentino y avasallante que es ese momento.
No obstante, Silvia Ons también destaca otro vínculo entre la violencia y el pánico, que está dado por comprender el contexto social de nuestros días como un entramado en el que la desorientación (en tanto ausencia de principios rectores claros), la proliferación de informaciones que confunden a la gente, y la creciente desconfianza en relación al otro, hacen del mundo actual, un complejo escenario para la vida.
Desde ya que esa complejidad resulta además opresiva, ya que se suman a esta las exigencias que los estilos de vida de la sociedad de consumo proponen, con su aceleración, bajo el mandato imperativo de “tener que ser” de determinado modo, y con el mensaje implícito de que no hay espacios para algún tipo de introspección o detenimiento, pues esto último es visto paradójicamente como una pérdida de tiempo.
En definitiva, este estado de cosas al que nos referimos es un interesante conjunto de factores que influyen para considerar que muchas personas viven a diario el violento influjo de tensiones que por momentos les resultan asfixiantes.

Pánico ilustrado

Sobre el término “pánico” también cabe una ilustración en la que lo violento muestra su marca, remitiendo al desconcierto que mencionamos anteriormente. En ese sentido, es importante destacar que el pánico, como concepto, deriva de la palabra Pan, el nombre de un antiguo semidios griego, el cual a su vez era conocido como Fauno en la mitología romana.
Pan era un hombre con cuernos y con extremidades inferiores de cabra quien solía merodear las zonas cercanas a los cruces de los caminos, este dato lo ha vinculado con la imagen que el cristianismo configuró en torno al diablo (el temerario macho cabrío). Por otra parte el hecho de que Pan estuviera ligado a los caminos que se cruzan, nos aporta una significación que remite a la incómoda situación de tener que elegir entre senderos enfrentados.
De tal manera cuando estamos en una encrucijada nos vemos en la obligación de determinar un rumbo para poder continuar, es este el punto en que la dificultad se hace presente, y algo de esto estaría representado alegóricamente en ese miedo paralizante que distingue al pánico. La criatura monstruosa que los griegos figuraron desde sus creencias, para ilustrar esa vivencia avasallante y terrorífica, es una buena medida para aproximarse a la irrupción súbita que caracteriza al fenómeno en cuestión.
Del mismo modo que a nivel de un individuo podemos registrar los efectos del pánico, al nivel de un grupo o de una sociedad también se pueden hacer consideraciones tales como las que hemos expuesto líneas arriba. Cuando anteriormente aludíamos a cierta desorientación lo hacíamos considerando el lazo social y sus avatares cotidianos, en lo que a ello respecta es bastante gráfica otra imagen, en este caso, la de una brújula cuya aguja se rompe. La destacamos por ser una ilustración que el renombrado psicoanalista francés, Jacques-Alain Miller, utiliza en la tapa de uno de sus libros, a saber: “La angustia lacaniana”. Valga esto en relación a la difundida idea de “perder el norte”, que bien puede resonarnos con la perdida de orientación a la que hacíamos mención al iniciar este artículo.
Si bien las imágenes pueden aportar una idea, cabría decir que no siempre terminan por ser claras, y mucho menos exhaustivas. Lo que desde el psicoanálisis llamamos registro imaginario alude a ello, a la vez que destaca el poder cautivante y engañoso que las imágenes comportan. Pero más allá de lo que pueda caracterizar a estas imágenes, de su poder y de su captación alienante, hemos de hacer valer la palabra al mismo tiempo que su función como elemento básico del intercambio con los otros. La palabra tiene efectos que pueden favorecer la aparición del sujeto, y no su borramiento. El territorio de la imagen es, en cambio, un espacio de inercia y de ilusión, es además donde Lacan encuentra los orígenes de la agresividad inherente a cada sujeto.
Seguramente en un contexto donde las imágenes toman la delantera nos encontraremos con más silencios y desconciertos, valga esto como una consideración para tratar de entender un poco más el deterioro del lazo social y los padecimientos que a esto van anudados. Los ataques de pánico parecen ser cada vez más frecuentes en un mundo que con cada segundo transcurrido se torna más veloz, y en el que los cruces de los caminos parecen multiplicarse.



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