Buenos Aires versus provincias: ¿una historia sin fin?

Ocurrida la Revolución de Mayo de 1810, comenzó a configurarse un nuevo orden administrativo en los territorios del sur del ex virreinato del Río de la Plata. En efecto, en tiempos del Virreinato, existían tres intendencias sobre el actual territorio argentino: Buenos Aires (que comprendía los territorios de las actuales provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes); la Intendencia de Córdoba del Tucumán (que incluía la región de Cuyo y las provincias de Córdoba y la Rioja) y la Intendencia de Salta del Tucumán (comprendiendo Salta, Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca).
Luego de la Revolución de Mayo, en forma paulatina, los territorios comenzaron a lograr autonomía. No se trató, desde ya, de un proceso ordenado ni consensuado. Hacia 1812, Buenos Aires, una ciudad que en menos de 40 años había dejado de ser un casco urbano portuario poco poblado y relegado por el monopolio comercial español, logró un desarrollo importante gracias a la estratégica posición de su puerto con respecto a los ríos interiores de la zona.
La elección de Buenos Aires en 1776 como capital del nuevo virreinato del Río de la Plata no molestó tanto a las zonas históricas como sí ocurriría luego de la Revolución, cuando Córdoba, por ejemplo, comenzó a concentrar el resquemor de las históricas zonas ligadas al comercio y circulación del alto Perú, además de convertirse en un foco contrarrevolucionario sobre el que la Primera Junta de Gobierno con sede en el cabildo de Buenos Aires, debió accionar en forma drástica.
Por si fuera poco, el nuevo orden instaurado luego de la Revolución de mayo, llevó a que se organizaran dos intendencias más: la de Cuyo (que se desprendió de la de Córdoba por solicitud de José de San Martín) y la de Tucumán (emancipada de la de Salta), lesionando de este modo la integración de “las regiones madres”. Se iba configurando de a poco el territorio de los caudillos federales del interior.
La propia Buenos Aires, muy interesada en no compartir los recursos de su aduana, logró independizarse del orden general hacia 1812, creando el cargo de gobernador intendente. De este modo, se diferenciaba de su anterior intendencia (que compartía con Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes), mientras a través del Triunvirato, con sede en su territorio, intentaba controlar política y económicamente a sus otrora regiones hermanas.
El camino de las autonomías territoriales (luego provinciales) sería irreversible. Para 1814 la intendencia de Buenos Aires se fracturó en dos partes: la de Entre Ríos y la de Corrientes. En 1815 Santa Fe logra su autonomía como provincia, aunque no fue reconocida por Buenos Aires hasta un año después. A esto se sumaba que la zona del litoral se vinculó rápidamente a Artigas y su Liga Federal de los Pueblos Libres.
Con el Directorio ya en funciones desde 1813, que pretendía desde Buenos Aires dar un orden central al universo de regiones rioplatenses mientras se decidía qué hacer con el inminente peligro de la guerra externa con España, comenzaron a prefigurarse los grupos unitarios y federales que dominarían la escena política y militar de aquellos años. Las guerras fratricidas entre los dos bandos tuvieron un primer epicentro en los campos santafesinos de Cepeda, en febrero de 1820. Con saldo desfavorable para Buenos Aires con la consecuencia de la disolución del gobierno central del Directorio y el Congreso que había sancionado la Constitución Unitaria el año anterior que había dado origen al enfrentamiento.
Mientras tanto, las viejas intendencias fueron desapareciendo y dando lugar a las provincias históricas que más adelante conformarían la República Argentina. Para agosto de 1819 Santa Fe logró su Constitución Provincial.
Pero fue luego de la batalla de Cepeda de 1820, en la que Buenos Aires sufrió la derrota ante Santa Fe y Entre Ríos, a mano de los caudillos federales Estanislao López y Francisco Ramírez, que el resto de las provincias pudo dictar su Constitución y darse un Gobierno propio legalmente constituido. Tucumán (1820), Córdoba, Corrientes y Salta (1821), Entre Ríos (1822), Catamarca (1824), San Juan (1825) y Santiago del Estero (1826).
La Rioja, al igual que Mendoza, no logró su carta magna hasta 1853. Tampoco Buenos Aires, que además de no sancionar su Constitución después de la derrota de Cepeda y pese a las históricas tendencias de ser una luminaria para el pensamiento de avanzada hacia la constitución del Estado argentino (excepto en la época de Rosas, en las que los historiadores liberales ven una tiranía retardataria), no tuvo constitución hasta 1853 y cuando la tuvo, ensayó durante un par de años, al mando de Bartolomé Mitre y su grupo de liberales nacionalistas, ser “La República del Plata”, un Estado independiente, una segunda Uruguay, con una constitución censitaria y excluyente.
Este breve repaso que prometemos continuar, no viene demás si se piensa en las históricas tendencias de Buenos Aires de imponer una lógica centralista al resto del país. Las claves de las enemistades entre los proyectos por la unificación nacional, más allá de los sistemas de ideas, siempre fueron el control que ejerció Buenos Aires sobre los recursos de la aduana y la libre navegación de los ríos interiores. Y la lucha de las provincias del interior para democratizarlos y repartirlos con el resto de la nación.
Y desde que somos una nación presidencialista y cuyo Dios está en todas partes pero siempre atiende en Buenos Aires, podemos realizar mil y una lecturas del karma centralista que padecemos los argentinos. Sin ir más lejos y retomando el enfrentamiento de Cepeda, la derrota porteña alentó una vez más el histórico malestar entre Buenos Aires y Córdoba, que siempre se encuentra encabezando las provincias que desean sacudirse la tutela porteña, ahora más que nunca, habiéndose unificado la Ciudad Autónoma con la provincia homónima bajo el mismo signo político.
Los últimos episodios de esta rivalidad ocurrieron en 2015, cuando el Gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, sufrió una derrota electoral abrumadora en Córdoba, alentada por el gobernador Juan Schiaretti, motivo por el cual aquel perdió la elección presidencial. Se da en estos días, teniendo a Schiaretti, junto una gran mayoría de gobernadores, como férreo opositor a las intenciones de María Eugenia Vidal de reclamar la reparación económica del Fondo del Conurbano Bonaerense, que son recursos que se le deben sacar a las provincias del interior para transferirselos a Buenos Aires.
El unitarismo, el centralismo y las apetencias del control porteño sobre el interior no es un tema nuevo, como puede observarse en nuestra historia prenacional y nacional. Cada tanto se producen coyunturas favorables que despiertan las más acaloradas pasiones del bolsillo. Ahora, y por sobre todo luego de octubre, les tocará a las provincias del interior (caso Tierra del Fuego) defender su posición frente a un centralismo que resurge cada tanto y que, a fin de cuentas, aunque con intermitencias, parece nunca tener fin.


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