CASI LA TOTALIDAD DE LOS INTRUSOS CUENTAN CON DOMICILIO REGISTRADO EN USHUAIA, EN DONDE YA SON TITULARES DE INMUEBLES Y TIENEN SOLVENCIA ECONOMICA.
La misma historia se repite una y otra vez: llega una camioneta 4 por 4 cargada de postes, rollos de nylon, chapas metálicas y placas cementicias. En un fin de semana los materiales se convierten primero en un ranchito y con el correr del tiempo, en casas y hasta casonas, siempre en sus frentes con el infaltable cartel con la mentirosa inscripción: PROPIEDAD PRIVADA.
Así, muchos se convirtieron en “dueños” de casas de fin de semana, en donde matizan los días de la bulliciosa urbe ushuaiense con el aire puro y sereno del bosque… intrusado.
El fenómeno comenzó hace muchos años, casi tímidamente, pero ningún funcionario de Gobierno tomó la decisión de ocuparse del tema. La destrucción de extensas zonas boscosas, la constitución de una ilegal y lucrativa actividad inmobiliaria y el riesgo siempre latente de que la precariedad de algunas construcciones terminen por causar incendios forestales de impensadas derivaciones son apenas algunas de las consecuencias de una histórica realidad sobre la que los funcionarios de turno “hicieron la vista gorda”.
Un efecto más y no menor es el mensaje siempre flotante en el aire de la sociedad fueguina: “El que intrusa es un vivo bárbaro… el que no, un boludo”.
Los ojos ahora están atentos a lo que vaya a hacer la actual gobernadora Rosana Bertone.
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