Chapulín Colorado: un “héroe” con más temores que certezas

Chapulín Colorado: un “héroe” con más temores que certezas

“Superman o He-Man no son héroes. Héroe es el Chapulín Colorado.
El heroísmo no consiste en carecer de miedo, sino en superarlo.
Batman, Superman, son todopoderosos, no pueden tener miedo.
El Chapulín Colorado se muere de miedo, es torpe, débil y consciente
de esas deficiencias, se enfrenta al problema. Ese es un héroe”.

Gómez Bolaños “Chespirito” en entrevista con Jorge Guinzburg (1987)

Finalizamos el primer mes de este año que comienza. Y para despedirlo nada mejor que adentrarnos en un personaje entrañable que marcó por generaciones un estilo de héroe que posiblemente jamás sea superado.
Obra y creación de uno de los cómicos más influyentes y destacados de la televisión latina, el guionista y humorista mexicano Roberto Gómez Bolaños, el inefable Chapulín Colorado ingresó a la vida de niños, jóvenes y adultos sin filtros ni dobles sentidos.
Ello fue posible porque el Chapulín Colorado, a pesar de ser un héroe que finalmente lograba resolver los problemas (cuya principal dificultad siempre era su propia torpeza), sintonizaba con el común de la gente: la flojera, el temor, la vanidad, la especulación, la inseguridad y la conciencia de sus propios límites integraban su perfil y temperamento. Pero había en él una voluntad final hacia el bien y lo correcto, que lo llevaban a enfrentar los desafíos y finalmente (muy finalmente y con denodados esfuerzos) sobreponerse.

Más ágil que una tortuga, más fuerte que un ratón…

El nombre artístico Chespirito fue un reconocimiento que se le hizo a Roberto Gómez Bolaños valorando su privilegiada pluma como guionista. El escritor se destacaba por las adaptaciones de los dramas al humor, por lo que se lo empezó a reconocer como “Shakespearito” (“el pequeño Shakespeare”). Un lunfardo cuasi instantáneo lo coronó como “Chespirito” y así nació el mito.
Pero Chespirito tenía además, grandes dotes para la actuación, lo que llevó a darle la posibilidad de interpretar sus propias creaciones en el programa precursor donde pudo consolidarse a principios de la década de los 70s: “Los supergenios de la mesa cuadrada”. Allí cobrarían un protagonismo estelar el cascarrabias “Doctor Chapatín” y poco después el Chapulín Colorado, que es una especie de saltamontes típico de la región mesoamericana, liviano y escurridizo, como la mente y el cuerpo del propio Gómez Bolaños.
Y más allá que el “Chavo”, de posterior creación, fue quizá el buque insignia con el que Gómez Bolaños conquistó el corazón de millones de personas, el Chapulín Colorado, en opinión del autor, fue el personaje al que mayor cariño guardaba.
Dotado de una exacerbada torpeza, el Chapulín Colorado debía ser sometido a una piadosa vara baja del anunciador para poder presentarse como el héroe que habría de rescatar a personas indefensas de los desafíos más estrafalarios. Por eso, con una mayor agilidad que la tortuga y fuerza que un ratón, quizá le alcanzaría sobre el final para que el bien triunfara sobre el mal o la ocasional desgracia.

¡Más noble que una lechuga… su escudo es un corazón!

Así fue como el Chapulín Colorado jamás podría ser considerado un antihéroe, como se lo solía clasificar, sino todo lo contrario, como un héroe con todas las letras. Un personaje lleno de defectos, cuya fuerza de voluntad admirable, lo acercaba a cualquier persona de la realidad cotidiana de los millones de kilómetros que cubren nuestra América.
No es difícil de pensar. A todos nos ha tocado seguramente situaciones de tensión donde otros esperan de nosotros actos de desprendimiento y valentía a los que tratamos de postergar por comodidad o inseguridad. Y seguramente muchas veces nos recriminamos en nuestro interior el realizar acciones correctas que finalmente benefician a todo el mundo excepto a nosotros. Podríamos decir que es nuestro dilema chapulinesco. Por eso el personaje empatizó tanto con el público. Porque la cobardía como la valentía y lo correcto e incorrecto quizá no sea sólo un aspecto de la edad…
Si bien no contaba con súper poder alguno, el Chapulín Colorado hacía gala de una serie de tecnologías que le permitían tomar ventaja, como el inolvidable chipote chillón (un martillo gigante de goma con el que solía derribarse más a sí mismo que a los villanos), las antenitas de vinil (para detectar la presencia del enemigo), las pastillas de chiquitolina (para reducirse al tamaño de un ratón) o la chicharra paralizadora, con la que dejaba inmóvil a los malvados de ocasión.
Pero el mayor aliado que quizá haya tenido este súperheroe bien latinoamericano, bien nuestro, era el enorme corazón para luchar por los desamparados, quienes invocaban sus servicios full time a la inconfundible exclamación: ¡Oh. Y ahora quién podrá defenderme!. Y a fin de cuentas y más allá de sus limitaciones, el corazón gigante en el pecho como escudo bien merecido se lo tenía.

¡No contaban con mi astucia!

Una de las claves del éxito de todo el ciclo de Chespirito es que Gómez Bolaños, al contrario de los que muchos piensan, no trabajaba para chicos, sino que pensaba sus guiones sin una estrategia etaria. Lo hacía pensando en qué le divertiría a él como espectador y escribía en consecuencia.
La teatralidad, el vestuario y la estética de carpintería, cartón y telgopor, sumado a ciertos efectos especiales y juegos de cámara con alto contenido artesanal, lograron una estética de utilería, de vecindad de ensueño, donde los ocres y los sonidos identificaban escenas completas.
Pero la mayor astucia para el éxito de Chespirito fue confesada por el mismo Gómez Bolaños en sus últimas apariciones en la televisión, ya muy entrado en edad. Supo rodearse de compañeros de elenco con quienes no le importó compartir éxitos ni cartel. Uno de ellos, a mi entender, el mejor actor cómico de todos los tiempos, el “loco” Ramón Valdés (Don Ramón, Peterete, Súper Sam, Tripaseca, Rascabuches, etc.), quien junto a Carlos Villagrán, Florinda Meza, María Antonieta de las Nieves, Rubén Aguirre, Édgard Vivar y Angelines Fernández, interpretaron todo tipo de personajes que acompañaron a Chespirito en la aventura que forjó un verdadero Olimpo del humor latinoamericano.
Dejar ser a los mejores, siendo uno de ellos y crecer todos en conjunto para dar a los pueblos del mundo un producto de excelencia es algo tan alejado de la realidad actual, donde muchos mediocres sólo esperan llegar a lugares de responsabilidad para entorpecer el arribo de otros que podrían llegar a disputarles el lugar, cuando la clave está en crecer todos juntos para dar lo mejor.
De ese temor extendido de nuestra sociedad actual, Chespirito fue capaz de obtener su mayor ventaja. ¡No contaban con su astucia!


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