Primera jornada: testimonios expusieron extrema violencia y discriminación sexual.
El joven victimizado relató entre lágrimas cómo fue golpeado, pateado y acuchillado por su primo Dylan Blanco, con la complicidad de Mía Villanueva. La agresión ocurrió en junio de 2023, a raíz de la cual hoy Lautaro Ortigoza exhibe graves secuelas, como cicatrices físicas —entre ellas, una traqueostomía— y psíquicas.
Con un fuerte testimonio de la víctima y una confesión cargada de prejuicios por parte de una de las imputadas, este lunes comenzó en los Tribunales de Río Grande el juicio por la tentativa de homicidio contra Dylan Catriel Blanco y Mía Villanueva, ambos de 19 años, acusados de haber planeado y ejecutado una brutal agresión contra Lautaro Maximiliano Ortigoza, de la misma edad, ocurrida en junio de 2023 en el predio abandonado del frigorífico CAP.
Durante la primera jornada, la imputada Villanueva accedió a declarar ante el Tribunal, mientras que Blanco se negó a hacerlo. En su testimonio, la joven reconoció haber tenido una relación cercana con Ortigoza, al punto de compartir entre ambos sus cuentas de Instagram. Fue así como tomó conocimiento de una conversación íntima entre el joven y su primo, Dylan Blanco, con quien Lautaro mantenía encuentros sexuales. Según declaró, esa revelación fue el detonante del conflicto. Villanueva admitió haber publicado capturas de esos chats en sus redes sociales, exponiendo la orientación sexual de la víctima y generando un fuerte revuelo entre sus allegados.
La joven se refirió al hecho minimizándolo: “La idea era darle dos bifes, no una tentativa de homicidio”. Su declaración incluyó frases que evidenciaron un fuerte sesgo discriminatorio, como cuando sostuvo: “Yo no tenía amigos así…”, aludiendo a la identidad sexual de Lautaro.
Por su parte, Lautaro Ortigoza brindó un extenso y conmovedor testimonio, en el que debió relatar no solo los pormenores del ataque, sino también aspectos íntimos de su vida personal. Con evidente pudor y dificultad, contó que había mantenido una relación sexual intermitente con su primo Dylan, y que esa situación fue descubierta por Mía, quien difundió capturas de conversaciones sin su consentimiento. Tras ese hecho, Lautaro cortó vínculos con ambos y comenzó a recibir amenazas, así como intentos de emboscada organizados por Villanueva en su escuela, según relató.
El día del ataque, Ortigoza recibió una invitación para encontrarse en el predio de CAP con un joven de 15 años con quien intercambiaba mensajes de tono romántico. A pesar de tener algunas dudas, accedió a concurrir y compartió su ubicación con dos amigos, lo que finalmente permitió que fuera rescatado con apenas un hálito de vida. Al llegar al lugar, se sorprendió al encontrar a Dylan Blanco, quien minutos después comenzó a golpearlo.
“Me pegó en la cara, creo que con algo punzante. Después sentí que me cortaba”, relató Lautaro ante los jueces. Dijo que lo miraba a los ojos mientras lo agredía, y que alcanzó a escuchar la voz de Mía Villanueva dando instrucciones y apuntándolo con una luz, posiblemente de un celular o linterna. “Le decía ‘pegale ahí’”, sostuvo la víctima, quien también describió haber visto flashes, como si lo estuvieran fotografiando o grabando.
Ortigoza perdió el conocimiento y despertó dos semanas después en el hospital, con múltiples lesiones: cortes en el rostro, el cuello y una traqueotomía. En su relato, también abordó su historia familiar, marcada por la violencia y el paso por varios hogares sustitutos.
Durante la jornada declararon también peritos del Poder Judicial y de la Policía Científica, quienes reconstruyeron la mecánica del hecho en base a la evidencia recolectada en el lugar del ataque. En el predio del frigorífico CAP se hallaron rastros de sangre, huellas de arrastre del cuerpo hasta una fosa, y un cuchillo partido con ADN de la víctima. Además, se encontró una huella de calzado coincidente con las zapatillas secuestradas en la casa de Dylan Blanco, las cuales, al igual que la ropa incautada, presentaban rastros de sangre removida. Todos esos indicios comprometen directamente al joven como autor del ataque.
En cuanto a Mía Villanueva, si bien no se hallaron restos genéticos ni evidencia directa en la escena, fue registrada por cámaras de seguridad saliendo del predio junto a Blanco, lo que para la fiscalía refuerza su rol como partícipe secundaria, en el marco de una planificación del hecho.
Al cerrar su testimonio, Lautaro fue directo sobre sus expectativas en torno a los acusados: “Quiero que cumplan la condena justa”, dijo, sin buscar explicaciones sobre lo que motivó el ataque.
El juicio continuará este jueves con más testimoniales, incluyendo la declaración del menor de 15 años en Cámara Gessel, quien jugó un rol fundamental en el esclarecimiento de los acontecimientos previos al hecho.
Lo que había comenzado como una historia de vínculos juveniles atravesados por el descubrimiento sexual y las redes sociales, derivó en un episodio de violencia extrema, con profundas implicancias emocionales y sociales que ahora deberán ser evaluadas por la Justicia y analizadas por la sociedad.