COMO ERA LA VIDA HACE APENAS 30 AÑOS ATRAS Tiempos de aburrimiento cero….

Quienes estén leyendo esta columna seguramente tendrán más de 20 años. Es muy raro que un adolescente que no haya llegado a la finalización del colegio secundario se ponga a leer un diario impreso o vaya a buscar una noticia a un portal periodístico.
Esta apreciación no parte de un prejuicio negativo sobre la etapa de la actual juventud “sub 20”, sino de entender que existen temas infinitamente mayores que enterarse qué ocurre con ese otro mundo exterior que tiene tan poco para ofrecer.
Presumiblemente el sistema de vínculos de esa etapa particular de la vida incluye la enorme responsabilidad de comprender y significar el ocio, para definir el temperamento que nos acompañará el resto de nuestra vida.

Una semana en los ochenta

Cuando el autor de esta columna ingresaba al mundo de la adolescencia finalizaba la década de los 80s. Recuerdo que mis últimos años de escuela primaria en Bahía Blanca llegaba de la escuela corriendo para no perderme los capítulos de “El Zorro” del Walt Disney con el inolvidable Guy Whilliams, que lo daban por el Canal 9 (existían en esa época en Bahía dos canales de aire que reproducían la programación de los canales de Capital Federal).
Luego venía alguna novela y desde las 21 se paraba el mundo adulto y las antenas de los televisores buscaban la mejor señal para ver el noticiero local (dos conductores varones que leían noticias y pasaban micros) y los programas de la noche (políticos, humorísticos y las infaltables películas de cine). A las 00:00 venía un micro de un sacerdote que duraba 5 minutos y luego aparecía la señal de ajuste, con unas características líneas perpendiculares de colores rosado, azul, verde y amarillo que cruzaban la pantalla. Sobrevenía luego de unos minutos una lluvia gris y negra y la pantalla finalmente se ponía en negro.
Por las mañanas era despertarse escuchando la radio de fondo. Era la famosa amplitud modulada (AM) donde estaban los programas consolidados y los conductores con mayor trayectoria. Eran programas que tenían de todo: repaso de noticias, novedades, análisis, editoriales, la columna de deportes, estrenos de cine y televisión, recetas de cocina, pronóstico del tiempo, necrológicas, comunicados oficiales, entrevistas, anuncios de todo tipo y las infaltables propagandas por intermedio de jingles.
Pero la juventud ya se había pasado a la frecuencia modulada (FM) donde se solía escuchar el rock y el pop de los 80s., con Charly García, Virus, Soda Stereo, Sumo, Los Abuelos de la Nada, Miguel Mateos, Fito Páez, Los Fabulosos Cadillacs, Los Pericos e infinidad de otras bandas y solistas. Miguel Abuelo, Luca Prodan y Federico Moura ya habían muerto, pero su música seguía sonando.

Escenas de la vida cotidiana

Los fines de semana se organizaba la recorrida por los kioscos o revisteros para hacerse de material fundamental para informarse: en muchas casas la fuente imprescindible la constituía el diario impreso de los domingos. La lectura se complementaba con revistas especializadas como Somos, Humor, Semanario, Gente y El Gráfico.
El domingo que tocaba algún clásico de fútbol, con suerte se encontraba algún kiosco barrial que vendiera semillas de girasol tostadas, chicles Bazooka o Jirafa, cigarrillos o tabaco para armar o alguna mielcita para paladear lentamente.
Si caía una lluvia torrencial, era momento propicio para sacar las barajas y jugar al pinche o a la escoba de 15. Con los dados se armaban intensas partidas de generala. Los amantes de los juegos de mesa contaban con el ludo, el ajedrez, las damas, el Backgammon, el dominó, El Estanciero, el TEG o el Juego de la Vida.
Los juegos electrónicos se encontraban rara vez en la casa de algún amigo que vivía en la esquina o se debía acudir a los locales de videogame Arcade, los cuales se activaban ingresando fichas específicas compradas con las monedas que se obtenían por el canje de las damajuanas, y las botellas de cerveza y gaseosa vacías.

Variables y constantes

Este breve repaso sobre algunas condiciones de vida de hace 30 años, busca reflejar las instancias de información y recreación con la que contábamos los argentinos en aquella década. Era un mundo donde la relación interpersonal dependía de un tipo de contacto presencial y el silencio reflexivo era una constante en muchos momentos del día.
No obstante, los 80s fueron una década de aceleración de la tecnología impresionante. Si uno piensa en el mundo actual, con los avances electrónicos y digitales con los que se cuenta (Internet domiciliario, equipos telefónicos celulares del tipo smartphone, computadoras, televisores, equipos de audio, etc.), por ejemplo, la información y la recreación de los 80s podría causarles gracia.
Pero la realidad es que ya estaba todo inventado. Lo que se hizo fue complejizar las plataformas de difusión. Porque el teléfono, la radio, la televisión, las computadoras e Internet ya existían desde antes.
Algunos de esos viejos aparatos regresan cada tanto en círculos de usuarios (de todas las edades, incluyendo a nuestros adolescentes actuales) que se permiten utilizarlos porque les resultan igual de útiles, aburridos quizá de la inconsistencia material que detentan los bienes y servicios actuales. Son como una oleada de materialistas románticos, a quienes la sociedad del hiperconsumo actual ahoga con la aniquilación del tiempo libre cotidiano y también de reflexión.
Muchos quizá se estén dando cuenta que se aburren de no aburrirse nunca. Otros quizá descubran que al menos el silencio no pudo ser barrido ni transformado en ninguna época. Eso se comprueba cuando sobrevienen los cortes de luz sin aviso. Porque ahí -sin la posibilidad de recargar las baterías de nuestros celulares y linternas- es cuando salimos corriendo a buscar las infaltables velas de resina y la baraja o los dados que quedaron en el último cajón de la mesada.



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