De carteles y conflictos

Lovece

Un nuevo debate se ha generado con el anuncio del inminente retiro del cartel ubicado en la Plaza Cívica que menciona a: “Ushuaia fin del mundo”.

Quizás lo primero que me atrevería a expresar es que no está mal que se generen estas controversias. Ello demuestra que la ciudad está viva, que a la población no todo le da lo mismo, que hay sentido de pertenencia, amor por el lugar e identidad con el lugar en que vivimos. No siempre debemos estar de acuerdo y, en todo caso, el desafío pasa por expresar nuestra posición sin agresiones ni intolerancias.

Me gusta que haya gente, más aún cuando se trata de las nuevas generaciones, defendiendo una causa relacionada con la cultura y la historia que nos rodea. Ello debe traer por consecuencia que, indefectiblemente, deben ser escuchados, atendidos y respetados. Además, estamos obligados a dar una respuesta y ésta debe implicar el respeto por la opinión de todos.

No debemos adjudicarnos, de ninguno de los dos lados, la exclusiva representación de la opinión del turista. Porque esa opinión refleja, con toda seguridad, las mismas controversias y miradas que nosotros como residentes. Ahora, debe quedar claro, que estamos debatiendo sobre algo que nos pertenece, la ciudad es nuestra, de quienes vivimos aquí y, por lo tanto, deberemos resolvernos nosotros. Con ello quiero decir que la ciudad NO es de los turistas.

Dicho esto, siento la obligación de opinar porque ese cartel fue colocado siendo, quien suscribe, secretario de Turismo del Municipio. Yo fui quien contrató los servicios de la artista Elsa Zaparart para su diseño y pintura. Se trata de un símbolo que se encuentra allí hace unos 30 años. No es poco tiempo. Recuerdo que hicimos muchos carteles por aquel entonces y toda la señalización turística la hicimos con esta reconocida artista. La mayoría sufrió el mismo deterioro y fue desapareciendo. A otros se los robaron.

No coincido que se lo vea como algo “antiguo”, en el modo descalificativo o que debe ser retirado para dar paso a la “modernización” o a la “evolución”. Nadie es dueño de estos conceptos y se trata de una opinión que encierra cierta estigmatización desagradable. Además es errónea desde lo turístico, por cuanto los turistas pretenden conocer un destino auténtico y singular y dichas miradas no siempre responden a esa premisa. Y mucho menos en un sitio que vende un enorme imaginario, como es “el fin del mundo”.

Si el nuevo proyecto es considerado “futurista”, nadie viene a conocer el futuro en Ushuaia.

Lo concreto es que es cierto que tenemos serios problemas con nuestro cartel: se deteriora rápido y es vandalizado permanentemente, incluso por el mismo visitante (esta es una cuestión que debería ser prohibida y controlada. Y que los turistas se peguen los stickers en el traste). Por otra parte la artista autora de la obra, más allá del cariño que le tenemos y el respeto que se merece, en ocasiones tampoco ha facilitado los procesos. Ante esta situación, el Estado y las cámaras empresariales se ven atrapados en una dinámica que dificulta el sostenimiento del cartel.

También es verdad que la política cultural nunca es o ha sido prioritaria y eso, en un destino turístico como Ushuaia, es terrible. Nunca olvidemos que el turismo es un choque entre dos culturas y prevalecerá la cultura más fuerte.
Ahora amigas y amigos, mantener ese cartel es una tontería si lo comparamos con lo que gasta el Municipio en cualquier evento artístico con músicos de afuera.

Nuestros artistas, nuestros músicos, nuestros poetas, nuestros fotógrafos o gestores culturales, deambulan en la misma escasa infraestructura desde hace décadas. Una ya muy pequeña casa de la cultura que fue construida hace 40 años, ejemplifica que “nunca hay plata para la cultura”.

Debe ser cierto lo que ha dicho el profesor y filósofo italiano Nuccio Ordine que “los políticos le tienen miedo a la cultura”. Otro lindo tema para debatir.

Pero ahora deberíamos solucionar esta controversia que, al obligarnos a mirarnos en el espejo, a analizar nuestras políticas y quienes las representan, es positiva.

No puedo evitar preguntarme si cualquier de las dos posiciones debe excluir a la otra. Que haya dos o tres sitios donde el visitante anhele sacarse una foto, no está mal y que sea el turista el que elija. Si el problema es el constante deterioro del actual cartel quizás podríamos solucionarlo con una plancha de policarbonato que cubran al cartel en una especie de cápsula o de lámina protectora. Me ha gustado la opinión de algunos actores de este cambio cuando argumentaron la necesidad de tratar al viejo cartel como un elemento histórico que merece un resguardo. Aunque quizás no tanto el encierro en un museo que no se caracteriza por su dinámica.

Mientras esto ocurre, otros elementos simbólicos que forman parte de nuestro patrimonio histórico y cultural agonizan, por ejemplo, el querido Saint Christopher.

Me siento un poco culpable por no haber previsto anticipadamente estas cuestiones cuando decidí por modelos de carteles que tuvieran que ver con nuestra historia, con nuestra ciudad y con nuestros artistas. Siempre he pensado que ellos nos representan mejor que nada y que nadie y que, como ciudadanos, debemos darle muchas alas, para que vuelen alto y nos regalen un profundo cielo lleno de imágenes y reflexiones.


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