Destruyendo la imagen del fin del mundo

Destruyendo la imagen del fin del mundo

Ushuaia, Tierra del Fuego es la Terra Australis, el Fin del Mundo. Es el extremo del continente, un sitio que convoca a un imaginario que se multiplica en cada potencial turista como pocos destinos del mundo. De eso se trata, porque el turismo es esencialmente una fuente de producción de imaginarios. Tal es así que el potencial visitante se inclinará por nuestro destino en función de la imagen que este lugar le inspire.
El imaginario turístico es una construcción mental que incluso supera a lo que vemos, a los factores relacionados con el conocimiento, las impresiones y las creencias que tenemos del destino. El potencial visitante decide visitarnos en función a la imagen que percibe del lugar y esa imagen se erige mediante dos dimensiones, una «orgánica» y otra «inducida». La primera es consecuencia de las fuentes de información, como por ejemplo, los medios gráficos, televisivos o cinematográficos. La segunda surge de la promoción y el marketing del propio destino. Quizás debamos recordar que hemos invertido desde los albores del turismo en nuestra provincia, muchos millones alimentando precisamente ese «imaginario». Ushuaia, Tierra del Fuego ha sido y es sinónimo de naturaleza, paisajes salvajes intocados y lejos de todo, por lo tanto también de los problemas de la contaminación. ¿No será acaso eso lo que el turista potencial percibe del «fin del mundo»?
Debemos entender de una buena vez que «si no existe una relación estrecha entre lo que el visitante espera del sitio y lo que realmente encuentra, no hay desarrollo turístico posible», vender un producto y luego ofrecer otro, no deja de ser una estafa pero, sobre todo, rompe ese imaginario generando una frustración que con el tiempo mutará en rechazo.
En cada ocasión en que se habla de “calidad” el sector gubernamental mira al sector privado como limitando la calidad a los servicios de alojamiento, traslados, gastronomía, etc. Sin embargo suelen obviar que también se debe hablar de calidad de atractivos y en este sentido la principal responsabilidad es del sector gubernamental.
Esto requiere ineludiblemente, de planificación y gestión de desarrollo turístico, porque son cada vez más los turistas que anhelan un turismo de buena calidad y evitan aquellos destinos turísticos con problemas ambientales y sociales. Las noticias de la degradación ambiental espantan al turismo, tanto como los conflictos sociales o bélicos. Esto exige, tanto de funcionarios como de empresarios, incluir prioritariamente en la agenda todos los aspectos ambientales y culturales. La no consideración de estas premisas, traen por consecuencia destinos turísticos vulgares, anodinos, sin identidad, escasamente auténticos, responsables de una cultura débil y atractivos impactados irremediablemente.
No menos de un tercio del turismo mundial elige destinos en base a su sostenibilidad, un 40 % anhela tours respetuosos con el medio ambiente y un 79 % considera importante alojarse en un establecimiento con prácticas ecológicas.
El proceso de desarrollo de un lugar debe ser orientado. De ninguna manera puede aceptarse que nuestra planificación sea condicionada por funcionarios a 3.000 kilómetros de nosotros, por la improvisada inversión o la negociación oportunista. Quiero decir con esto que un destino turístico serio debe ser sujeto de su desarrollo, no objeto de políticas coyunturales. El destino de una provincia no puede determinarse con la mirada de una gestión, sino de varias.
Con esto debe desecharse definitivamente el argumento de la “decisión política” o “de los inversionistas sorpresivos” o “los fondos específicos para actividades no previstas”.
En definitiva para que un destino turístico sea realmente competitivo, requiere una adecuada organización territorial, calidad ambiental y organización racional de los usos del suelo. Para ello debemos asegurar una planificación física del territorio, pero mediante el reconocimiento de los valores ambientales, culturales y paisajísticos, de ninguna manera apoyándonos en inversiones inescrupulosas o especulaciones políticas.
Nuestros peores enemigos a la hora de pensar en un destino turístico de calidad y realmente competitivo son, la mezcla desordenada de usos del suelo y los impactos paisajísticos consecuencia de localizaciones inadecuadas.
Los responsables de conducir aquellas políticas que involucran a nuestros atractivos turísticos, suelen minimizar determinadas intervenciones sobre el paisaje, convenciéndose que la instalación o impacto de determinada obra no resta valor al paisaje o no lo afecta estéticamente. Bajo esa misma premisa también niegan los impactos acumulativos sobre el paisaje, analizando o evaluando aisladamente cada uno de ellos. Una vez asumido los impactos todo es más fácil. La violación ya ha ocurrido, por lo tanto no afecta en nada la reiteración. Cuando el ciudadano alcanza a percibir que el atractivo ha sido destruido ya es tarde, además quienes negaban la amenaza ya no gobiernan, ahora gobiernan otros que comienzan con el mismo argumento desde cero.
El Canal Beagle es un producto. Nuestro producto. Singular, único, tiene infinidad de paisajes, historias, mitos, leyendas, fauna, sostiene gran parte de nuestra identidad, de nuestra cultura. Es gastronomía, es la vía de acceso, la primera y la de siempre, pero por sobre todo tiene mística, no le hace falta nada. Es perfecto.
En el mundo hay tres tipos de destinos turísticos. Malos, buenos y vulgares. Cada uno de ellos despierta diferentes imágenes por parte de los turistas cuando llegan y cuando se van. Aún estamos a tiempo de decidir qué tipo de destino turístico queremos ser y preguntarnos ¿Qué imaginario queremos seguir alimentando?
Señores funcionarios y políticos, no se trata de los juegos del poder, tampoco de improvisar desarrollos en función de lo que nos brinde la coyuntura política o de imponer proyectos sin otro argumento que la terquedad disfrazada de virtud.
Está en juego algo mucho más valioso que una gestión, una ambición personal o una elección.

Aclaración: Muchas de las recomendaciones aquí expresadas son los consejos básicos expuestos por la Organización Mundial del Turismo para todo destino turístico. No se trata de un «invento» del autor de la nota.


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