El descalabro económico de Cambiemos

Los últimos dos artículos publicados en esta columna, fueron repasando las anteriores crisis económicas que experimentó nuestro país, quizá como una forma de exorcizar un probable escenario de corto plazo. Nadie debería desear que a la economía de un país le vaya mal sólo por el hecho de que no esté de acuerdo con el signo político de un Gobierno o del sector social al que representa o en el que se sustenta.
Pero el refrán español dice que “cuando el río suena, agua lleva” y en la economía de nuestro país hace rato que viene sonando una fuerza pluvial capaz de sobrepasar sus cada vez más estrechos márgenes
Durante el Rodrigazo, la crisis cambiaria de 1981-1982, la hiperinflación de 1989-90 y la crisis de 2001 la gente la pasó muy mal, experimentado una brutal pérdida del poder adquisitivo (es decir, se volvió más pobre), en muchos casos vivenció la pulverización de sus ahorros personales (vía licuación por devaluación, confiscación de depósitos o corralito financiero) y en todos los casos, una cuantiosa pérdida de puestos de trabajo.
En ellos nos preguntamos si era posible que, a la luz de ciertos procesos financieros y económicos emparentados, tomando algunas evidencias empíricas y conceptuales, los argentinos nos estuviésemos encaminando a una nueva crisis económica.

La semana en que se encendieron todas las alarmas
El martes 25 de abril de este año, no fue un día más para el ámbito financiero nacional. En los espacios técnicos y políticos donde suele repasarse la economía argentina se encendieron luces amarillas, ya que el Banco Central de la República Argentina (BCRA) debió operar una intervención récord de 420 millones de dólares para contener una corrida cambiara, la que no pudo evitar que la divisa norteamericana rompiera en esa semana el psicológico techo de los $20.
Para horror de muchos avezados analistas macroeconómicos, luego de aquella jornada, al día siguiente se encendieron las temidas luces rojas cuando la autoridad monetaria debió vender casi 1.500 millones de dólares más.
Es sabido que los números por sí solos no explican nada. Pero poniéndolos en contexto, se trataron de reservas que se remataron en el mercado de cambios para detener el aumento del precio del dólar. Y un dato aún más sintomático: desde las calurosas jornadas financieras de las épocas del Gobierno de Fernando De la Rúa, que no se veía una intervención del BCRA tan vehemente. De hecho, 1.500 millones de dólares era lo que se fugaba por día en momentos previos al corralito financiero en el año 2001.

Otra vez la carrera contra el dólar
Claramente y visto en perspectiva, lo de aquella semana fue el comienzo del desarme de posiciones contra el peso. Fondos especulativos que previendo un escenario de insolvencia económica, decidieron abandonar la moneda argentina, liquidando activos financieros en pesos para pasarse al dólar estadounidense.
En términos generales e históricos, podríamos decir que en abril de 2018 comenzó una nueva fuga de capitales en la Argentina, que en los sucesivos meses, llevaron al dólar a más de $40, demostrando una alarmante impericia del Banco Central que no pudo detener la estampida, dilapidando al mismo tiempo reservas en inútil esfuerzo por contener la corrida contra el peso argentino.
Con el potro del dólar encabritado, le fue imposible a la autoridad monetaria continuar dando una pulseada que ponía en riesgo día tras día la posibilidad de un estallido financiero. El Gobierno entonces debió recurrir a un salvataje del Fondo Monetario Internacional, ensayó cambios de Gabinete, un primer ajuste anunciado como “déficit cero” que por estos días parece no alcanzar y una nueva tablita cambiaria al estilo de la aplicada por Martínez de Hoz en épocas de la dictadura militar.
Todo ello, sobre una deuda interna operada a través de un festival de papeles emitidos por el Banco Central conocidas como LEBACs y LELIQs, a una super tasa de interés irracional e in crescendo cada mes y cada semana, que vuelve imposible el financiamiento al sector productivo, corroe la cadena interna de pagos y va generando una bomba de tiempo que la historia se ha encargado en otras oportunidades de demostrar cómo termina.

¿Y ahora qué?
Por el momento, el sistema de bandas cambiarias impuestas por el Presidente del BCRA Guido Sandlaris parece haber tranquilizado la corrida cambiaria. Desde hace unas semanas el dólar perforó el piso de los $40 y se estancó en el tramo inferior del canal que va de los $34 a los $44. La pregunta de rigor es: ¿A qué precio?
Al precio de paralizar la economía, maniatar el sistema productivo, ahogar a consumidores y productores con una inflación desbocada y una presión impositiva descomunal, sostener tasas irrisorias que generan deuda doméstica que en algún momento pasarán la factura a las góndolas y a una mayor desmonetización hasta que haya que tomar medidas aún más drásticas para enderezar una economía que en los números fríos no cierra por ningún lado.
Porque alarmante es la situación económica que vivimos y aún más desolador el panorama que se avecina. Porque en este país se están repitiendo fórmulas, esquemas y medidas económicas que la historia cuenta en su haber como estrepitosos fracasos.
Las cosas que está haciendo la Alianza Cambiemos, el Gobierno del Presidente Mauricio Macri, ya se han vivido y sufrido en el pasado. Están en los libros de historia. Todas terminaron del peor modo.
Revolucionaron el mundo de los mensajes y la comunicación política, más no atendieron el peso de la historia como un peligro. Subestimaron la herencia económica recibida. Sabían que desde 2012 las cosas no venían para nada bien. Por algo ganaron en 2015 a una fuerza política que venía de obtener en 2011 el 54% de los votos. No fue por los globos amarillos, la ola de optimismo ni por los ojos azules del presidente. Parece que nadie se los hizo saber.
Se embriagaron con la superestructura desatendiendo los basamentos de la economía real. Se autoimpusieron un olvido terapéutico. Ganamos –exclamaron orgullosos- ahora van a llover las inversiones. Al final la imagen lo es todo …habrán pensado.
Ahora la realidad toca la puerta de cada argentino y estos comienzan a facturárselo. El reloj de la paciencia de la clase media marca que llegó la hora de la economía real. Las facturas de los servicios y los aguijones de las góndolas complican el fin de mes.
Se desploma la popularidad del Gobierno. Desde Cambiemos desempolvan los libros de historia, pero parece que es demasiado tarde. Entonces cambian otra vez y ahora sí les dicen a los argentinos que el mal trago es responsabilidad de la herencia recibida.
¿Qué herencia? –piensa la gente-, si “veníamos bien”…



Edición:

Diario Prensa
Noticias de:  Ushuaia – Tolhuin – Río grande
y toda Tierra del Fuego.

https://www.diarioprensa.com.ar