El feminismo que maneja el patrullero

El feminismo que maneja el patrullero

Murió Maradona y cuando muere un ser así, el mundo vibra su muerte. Nos suena y nos resuena ese partir. Nos parte el alma y nos parte en dos, o en tres, y nos parten las discusiones también.

Salen a la luz grietas en todos lados.

La muerte del Diego trae una discusión a la mesa que el feminismo se debía hace muchos años: feminismo y cuestiones de clase.

Hace pocos días que Diego no está y vimos, escuchamos, leímos y fuimos parte de distintas opiniones sobre su existir. La muerte de Diego cala, toca y el feminismo no queda afuera de esto.

Es muy fácil explicar desde un sillón de ratán, con una Apple en el escritorio y un café de cápsula lo que es el feminismo, o lo que fue Maradona. Pero si hablamos de los privilegios que otorga el patriarcado, no lo podemos separar de los privilegios de las castas más altas de cualquier sociedad. Desde ahí arriba, muchas intentan decirnos cómo plantarnos frente al machismo, o que sentir cuando se muere Maradona. Como si una hubiese conocido antes este dolor. O este amor. No, che… nada parecido antes.

A veces creo que son las que pueden pagar los abortos y hablan de quienes no y creen representarles. Y, ojo, nadie es más o menos feminista que nadie, pero son más privilegiadas y desde ese privilegio que las aleja del pueblo, nos quieren explicar quién fue Maradona. A nosotras, justo.

-«¡Maradona es el que hace que los hombres lloren! Y el que se chapó a Rodrigo en la TV! Eso no lo dice nadie, eh…!» Leí y vi que siguen escribiendo.  Escriben sobre Maradona como hombre que hace llorar hombres. Porque los hombres también lloran, aunque el patriarcado no quiera.

A veces, cierto sector del feminismo (hay muchos feminismos, parece) no llegan a entender que su pensar es una consecuencia más del patriarcado como parte invisible de un sistema que explota y que excluye. Maradona se plantó contra la explotación una y otra y otra vez, por eso el pueblo negro y con barro lo llora y lo ama.

Y si vamos a hablar de Maradona, evaluarlo, juzgarlo incluso, sin tener en cuenta dónde nace y cómo se cría, bueno… es hacer un análisis un poco chato.

¿Recuerdan la anécdota sobre Tota diciéndole a un Dieguito pequeño que a ella le dolía la panza, que no iba a comer, para que él comiera porque en verdad no tenía comida para todos? Bueno, Maradona se podría haber preguntado dónde estuvo el feminismo ahí, para su mamá que no comía.

Yo no se si doña Tota se jubiló como ama de casa, pero muchas doñas Totas seguro. Y eso es un derecho, que nada tiene que ver con la libertad que plantea el feminismo blanco y que ni conocen, porque su mamá quizás no hace ni aportes al Estado de ninguna de las maneras posibles.

Pero lo más triste de todos estos días fue que enseguida se subieron al patrullero y empezó una cacería de brujas contra todas aquellas que siempre estamos justo donde el pueblo está (ni a la izquierda, ni a la derecha). Porque somos pueblo. Porque nacimos en el barrio y Maradona es la alegría y la ilusión de lo que se puede ser cuando naces ahí. Porque somos nietas de las Totas. Y porque conocemos esa sensación de ser hija de una mamá soltera que no llega a fin de mes.

El feminismo blanco de Palermo Hollywood jamás va a comprender el amor a un hombre así. Obvio que no. Y está bien. Porque son de otra clase. Defienden sus propios intereses. Entonces, lo escrachan por macho – dicen – pero quizás no se animan a escrachar a su propio padre, porque su papá es alguien que nació en un lugar bien, y es de los poderosos a los que Maradona enfrentaba, con todos nosotros y todas nosotras atrás de él haciéndole el aguante.

Ah, porque sí. A Maradona siempre se lo va a condenar porque todo lo que hizo, lo hizo “un negro de la villa”. Y encima falopero. Si lo hace el papá de esta muchacha, pasa sin pena ni gloria. Incluso para ella. Porque es su papá. Bueno, quizás Diego sea un poco el mío.

Y negar que el Diego fue un hombre atravesado por el machismo es igual de tonto que negar que fue una excepción a la regla en todo lo demás, que jamás olvidó sus orígenes, que luchó como pudo contra este sistema que le dio hambre, droga, dinero en exceso y privilegios en igual medida y que puso la cara por todos nosotros una y otra vez.  Y cuando puso la cara, su cara, era la nuestra. Por eso hoy está en todas las remeras: es un muerto que no para de nacer.

Y esconderse en el feminismo cuando el problema que se acarrea es de clase, ante la muerte del Diego, me parece dos cosas:  la primera, que es una estupidez porque solo se alejan más del pueblo (y encima quienes ya odiaban al feminismo ahora piensan que todas las feministas pensamos así, y hay que explicarles que no… y eso embola) y la segunda que es una oportunidad para que o se sumen al clamor popular de una vez, o se reconozcan como lo que son y los privilegios de clase que manejan, defienden y encarnan.

No hablo de lo que tiene que sentir nadie. Hablo de derechos.

El feminismo es una lucha que tiene muchos años, no empezó ayer y no va a terminar mañana. Pero es una lucha por derechos, por igualdades. No por libertades individuales como proclama un sector.

Las esperamos entre mates, tortas fritas, con un poster del Diego y uno de Evita para cuando quieran empezar a hacernos carne, a incluirnos al fin a las que todavía no tenemos una comisaria en el barrio para ir a denunciar cuando nos muelen a palos, las mismas que también lloramos cuando se nos muere Maradona.


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