El primer paso hacia la solución de un problema… es asumir que existe.

El primer paso hacia la solución de un problema… es asumir que existe.

Pronóstico turístico:

“El perfil urbanístico y cosmopolita de Ushuaia se ha divorciado de lo que seguramente esperan los turistas que arriban a la ciudad `del fin del mundo´. Parece que tanto el sector público como parte del sector privado, preparan a la ciudad más en función de expectativas propias que a las de los visitantes”.

El primer paso hacia la solución de un problema… es asumir que existe.

Julio Cesar Lovece

La reactivación turística, posterior a la pandemia, nos llevó a una temporada como pocas en los últimos años. Los circuitos turísticos tradicionales, incluso hoteles y restaurantes, desbordaron de visitantes. Hemos visto incluso, por la presencia de mucho turismo nacional, colas de personas frente a algunos restaurantes, mostrando situaciones que más bien parecían propias de cierta masificación turística. En este momento todo parece indicar que la temporada de invierno huele a optimismo, incluso con un adelantamiento de visitantes que en cada paso descubrimos por las calles, haciendo vislumbrar una continuidad de la bonanza.
Los circuitos de trekking, navegaciones y el Parque Nacional, experimentan una enorme demanda, llevándonos a pensar que debemos, urgentemente, potenciar un abanico de nuevas alternativas que ayuden a descongestionar una oferta, en no pocas ocasiones, totalmente saturada.
Asumimos que dicha masificación no a todos puede generarles el mismo temor. Tampoco creemos que se haya llegado al techo, estas alarmas se dan en determinados circuitos que no disponen de una clara capacidad de carga y que son los más demandados, mientras otros se encuentran subexplotados. Pero debemos entender y aceptar que la dinámica de la actividad, de la tecnología y las comunicaciones, entre otras cuestiones, están acelerando cambios que veíamos lejanos y que se están manifestando en algunos inconvenientes y en la calidad de la visita.
Mientras un nuevo turista golpea nuestra puerta, nosotros seguimos promocionando y aplicando un marketing que, en ocasiones, parece chocar con la realidad una vez en el destino. El primer error es creer que el desarrollo turístico sólo depende de un ambicioso plan de promoción, es decir se ha avanzado pensando que la calidad del destino sólo depende de los servicios turísticos brindados por el sector privado y no del producto en su magnitud, absolutamente concentrados en “vender” y despreocupados de lo que finalmente se ofrece.
Un destino turístico responsable necesita esencialmente de dos factores: desarrollo y calidad. Si decidimos ignorar la mala experiencia del visitante, prestando atención sólo al desarrollo cuantitativo y no además al cualitativo, estaremos recorriendo un camino que nos llevará indefectiblemente a la mediocridad.
Debemos entender que muchas veces el declive no se traduce necesariamente en la disminución del flujo turístico, sino en la calidad del mismo. Esta realidad traerá consigo la disminución en la calidad de servicios y atractivos, y con ello el daño económico.
Ya se ha dicho que nosotros vendemos un gran imaginario y que deberíamos ver como una cuestión primaria la satisfacción del visitante, si es que sus expectativas se han visto satisfechas en función de ese imaginario. Tierra del Fuego en general y Ushuaia en particular representa, como pocos, el imaginario de un lugar extremo. Vale entonces preguntarnos si es que estamos haciendo todo lo conveniente para poner en valor esa condición y más aún, mejorarla.
Junto con la tarea que nos imponemos de mantener presencia de nuestro destino, en los más importantes eventos promocionales del país y del mundo, también deberíamos exigirnos la imperiosa tarea de evaluar permanentemente la calidad de la visita, por cuanto dicho descuido traerá la insatisfacción, transformando a nuestro destino en un lugar anodino, vulgar y sin futuro.
Otros temas que debería pre-ocuparnos es la percepción del residente. Entendemos la ansiedad que han dejado los malos momentos, las pérdidas irrecuperables en muchos segmentos, pero cuidado, que no todos los que andan por nuestras calles andan con dólares o euros en los bolsillos.
Seguramente este comentario traerá el enojo de quienes se hallan convencidos de su capacidad para manejar su empresa, tampoco ignoramos cómo golpea la inflación, pero no olvidemos que el residente, en todos los casos, es un cliente perpetuo.
En resumidas cuentas, debemos mejorar la calidad de los servicios turísticos y del producto ofrecido, debemos mejorar el medio natural y también el urbano, ampliar y mejorar los espacios de uso público y turístico, aumentar y diversificar la oferta, orientar al turista hacia el uso de otros espacios similares a los más impactados en estos últimos años, principalmente con el objetivo de equilibrar el flujo de visitas aumentando la oferta de lugares alternativos, sumar controles y evitar el desorden o la improvisación de servicios, creación de nuevos productos turísticos principalmente aquellos inherentes al imaginario local o al atractivo intangible, imponer mayor sensibilidad e implicación de la población y del prestador de servicios respecto de la cultura de la calidad.
Insistimos en hacer observar que gran parte de la agenda de los organismos públicos parece hallarse orientada a la promoción y si bien, esto es necesario, ello parece entorpecer o pausar el trabajo interno del producto, descuidando otras tareas tan importantes relacionadas con la diversidad de la oferta, los controles y la calidad en términos generales. De igual manera, el turismo cultural no tiene respuestas locales acordes a un mercado que anhela, cada vez más insistentemente, destinos auténticos.
El perfil urbanístico y cosmopolita de Ushuaia se ha divorciado de lo que seguramente espera la visita en la ciudad “del fin del mundo”. Parece que tanto el sector público como parte del sector privado, preparan a la ciudad de acuerdo más a expectativas propias que a las que espera hallar el turista. Si a ello sumamos la premisa que el turismo es un choque entre dos culturas, corremos el riesgo de transformar a Ushuaia en un destino débil, sin identidad y con enorme influencia cultural de los que vienen y no de los que están.
Muchos destinos turísticos cometen el error de creer que «adaptar» la cultura del anfitrión a la del visitante, los hace más competitivos y aceptables. Todo lo contrario, dichas políticas transforman a esos destinos en un producto insulso o trivial.
Los problemas que quedan expuestos con el crecimiento, tienen solución, claro a menos que decidamos arbitrariamente, ignorarlos. A la promesa de obras tan ansiosamente esperadas, a la aparente toma de conciencia, por parte de las autoridades, respecto de los beneficios económicos de la actividad, debemos sumar madurez y responsabilidad. En la “cantidad” no están todas las respuestas. La política no debe impedirnos ver estas cuestiones.


Edición:
Diario Prensa
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