El turismo entre anuncios rimbobantes y efectistas

El turismo entre anuncios rimbobantes y efectistas

Julio Cesar Lovece

El anuncio del presidente del Concejo Deliberante de Ushuaia prometiendo «jerarquizar» a la actividad turística incorporándola como «industria» en las reformas de la Carta Orgánica Municipal, ha motivado un interesante debate entre quienes consideran efectivamente que el turismo es una industria, en contraposición con aquellos que creemos se trata de un error.
Nos preguntamos si el hecho de incluir esta calificación en la constitución local, motivará realmente algún cambio en la mencionada actividad, viniendo luego de ello un objetivo mayor que cambiará para siempre la realidad turística de nuestra ciudad o se trata de una estrategia más bien enunciativa de carácter político que pasará a ser letra muerta en la ley madre de Ushuaia.
Se sabe que la clasificación de las actividades económico productivas, se dividen en tres sectores:

1.- Sector primario: Agricultura y minería.
2.- Sector secundario: Industria y construcción.
3.- Sector Terciario: Comercio y servicios.

El «sector primario» incluye a todas aquellas actividades que se ocupan de la producción de materias primas. El «sector secundario» es quien produce bienes aprovechándose de lo que genera el sector primario y el «sector terciario» contempla a todos los servicios que resultan indispensables para llevar a cabo las actividades antes mencionadas.
Pues bien, el turismo no produce bienes. El turismo los utiliza, hace uso de atractivos naturales o culturales, pero no «los extrae», solamente se sostiene en ellos. Por lo tanto no pertenece al sector primario. El turismo no produce, mientras «la industria transforma bienes, el turismo, no» (Torrejón, 2015), por lo tanto tampoco pertenece al sector secundario.
«El turismo es una forma de consumir, algo así como un canal al que confluye una demanda especial de muchos tipos de bienes y servicios elaborados por otros sectores, más el consumo de algunos servicios especialmente diseñados para satisfacer necesidades propias de los viajeros. Por tanto, el turismo pertenece al sector terciario, y no al secundario, como debería ser para que se lo pudiera catalogar como perteneciente a la industria.» (Boullón, 2006).
Por lo tanto podemos decir que el turismo pertenece al sector de los servicios, se trata de una actividad social que atraviesa a todas o casi todas las industrias, no requiere de otra «jerarquización», aunque sí de la existencia y preservación de atractivos, culturales, ambientales de forma tal, que si efectivamente se tratara de una industria, dependería de ellos como su materia prima.
Es buena la ocasión para mencionar otro error en el que se suele caer al rotular al turismo como la «industria sin chimeneas». Este término ha nacido en un claro intento de diferenciar a esta actividad de todos los sistemas que componen la economía y que efectivamente contaminan. Es un concepto mentiroso o por lo menos ingenuo. El turismo también contamina y mucho más si su crecimiento o desarrollo carece de planificación. El turismo bien planificado simplemente contamina mucho menos.
Ahora bien, este debate ha sido el resultado de anuncios políticos que incluyen, dentro de las reformas previstas a la Carta Orgánica Municipal, los Artículos 21, (Carácter turístico) 78 y 79 (Ambiente) y el Artículo Nro. 82 (Impacto ambiental) entre un centenar de artículos más.
Es ahí donde radica un problema potencial y más que preocupante. Porque si se tratara de mejorar los mismos, exponiéndolos más claramente y de rigurosa aplicación, en función de los tiempos depredatorios que estamos viviendo, no dejaría de ser una excelente noticia. Por el contrario, si se pretende flexibilizar los mismos o sumarles conceptos cuestionables, estaríamos ingresando en riesgoso cambio que, lejos de ayudar, nos perjudicaría ilimitadamente.
Por ejemplo, (no decimos que esto sea la realidad) pero si se modificara el Artículo Nro. 82 que dice: «Todos los proyectos de obras o actividades públicas y privadas que, por su magnitud, modifiquen directa o indirectamente el ambiente del territorio municipal, deben contener una evaluación previa del impacto ambiental, con obligación de convocar a audiencia pública», anulando la obligatoriedad de presentar una evaluación previa de impacto ambiental en todas las obras públicas municipales, estaríamos retrocediendo porque lo cierto es que ya lo escrito no alcanza, tampoco evita los impactos que el crecimiento urbano de la ciudad ha sufrido permanentemente, mucho peor sería si no existiera dicho condicionamiento.
Sumemos además que es el mismo Municipio quien pretende extender el ejido urbano hasta la costa sur del Lago Fagnano o Kami, lo que se transformaría lisa y llanamente en un cheque en blanco para cualquier insensibilidad que, en un futuro, se le ocurriera a la gestión de turno. Tendríamos una «industria del turismo» con bienes o recursos totalmente comprometidos o banalizados.
Es ahí donde nuestros concejales deben poner la mirada, no en anuncios simplemente efectistas o sensacionalistas.


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