Hace 50 años nacía la Base Marambio

Héroes en el continente blanco

Hace 50 años, un 21 de julio de 1969, el mundo vio por televisión cómo Neil Armstrong conquistaba la Luna con un pequeño paso y una frase que, convertida en eslogan, quedaría en la memoria de la humanidad. Pero pocos recuerdan -algunos ni siquiera se iban a enterar- que un mes después, el 30 de agosto, Juan Carlos Luján, junto a un grupo de 21 hombres argentinos, conocidos como la Patrulla Soberanía, conquistaron la isla Marambio, ubicada sobre el mar de Weddell, muy cerca del extremo norte de la península Antártica.
Tras haber puesto un mástil con la Bandera argentina, los hombres tomaron sus picos y palas y empezaron a remover las rocas congeladas que se encontraban sobre la meseta de la isla. Querían construir la primera pista de aterrizaje de tierra en el continente blanco: la puerta de entrada a la Antártida.
Luján recuerda qué pensó cuando le dijeron que iba a ir a la Antártida. “Me daba mucha intriga lo que contaban: los días sin noche y las noches sin día, que no hay árboles, que no hay plantas, los témpanos por todos lados. Y, al final, uno se enamora de la Antártida. Hay un cartel en la base que dice: «Cuando llegaste apenas me conocías, cuando te vayas me llevarás contigo»”.
En una fotografía que dice “picando hielo para hacer agua”, se ve a nueve hombres de camperas gruesas y gorros de lana. Luján, en ese entonces suboficial, está sentado en un gran bloque de hielo con un pico entre sus piernas; usa unos lentes oscuros y tiene una barba poblada. Detrás de él, con una gran sonrisa blanca, está el cabo primero José Luis Cortelezzi, dueño de la fotografía y quien fue su compañero de carpa en Marambio.
-Hacíamos agua una vez a la semana. Solíamos ser cinco o seis personas que íbamos con un vehículo, arrastrado por un trineo. Elegíamos una zona y, con los picos, empezábamos a romper y sacar bloques de hielo, que posteriormente se llevaban a la licuadora -cuenta José Luis.
Sin conocerse, cada uno se había anotado, entre muchos postulantes, para estar una temporada en alguna de las bases argentinas antárticas. Antes de viajar, se sometieron a diferentes exámenes, pruebas y cursos que determinaron si tenían las condiciones aptas para llegar al desierto blanco. Juan Carlos tuvo que hacer cursos de observación de hielos, geografía y glaciología de la zona; luego fue trasladado a Bariloche para las prácticas de supervivencia en alta montaña invernal y zona fría. Cortelezzi, por sus conocimientos en meteorología, aprendió todo lo correspondiente al clima antártico.
-Después tuvieron que operarnos del apéndice. Nosotros éramos 18 para la base Matienzo. Fuimos los 18 al hospital aeronáutico, nos internaron a los 18 y nos cortaron el apéndice a los 18. Esas operaciones eran necesarias porque, si le daba a alguien un ataque de apéndice allá, se moría -asegura Luján.
A los dos los enviaron para la temporada 1967/68 a la base Esperanza, ubicada en punta Foca, al extremo de la península antártica. Su primera misión era abastecer la base Matienzo, una estación científica perteneciente a la Argentina, situada en el Nunatak Larsen, un pico montañoso rodeado de un campo de hielo. La base estaba en emergencia debido a los hielos que no permitían la llegada de los barcos. Pero por las malas condiciones climáticas, no pudieron llegar tampoco a ellos y debieron regresar. Excepto José Luis, que se quedó en Esperanza toda la invernada. Al año siguiente regresaría Luján para quedarse.
Ese mismo año, a 198 kilómetros de Matienzo, un grupo de expedicionarios encontró finalmente una meseta en la que era posible construir una pista de aterrizaje en la isla Marambio, bautizada así en 1956 en honor al vicecomodoro que había perdido su vida buscando un lugar en el que pudiera aterrizar un avión. En la parte sudoeste, había una superficie semiplana de barro congelado, lo que se conoce como permafrost, que permitía la primera pista de tierra en el lugar.
El 30 de agosto de 1969, los primeros hombres de la Expedición Soberanía viajaron en un avión Viper y anevizaron en la Bahía López de Bertodano, una superficie de mar congelado desprovista de escombros y grietas. Como en el avión solo entraban un piloto, un copiloto y un pasajero, debieron hacer varios vuelos entre Matienzo y Marambio.
Una vez en la meseta, armaron el campamento. Dormirían de a dos en pequeñas carpas. Había otra que hacía de radio-estación, otra de cocina-comedor y una que cumplía la función de baño.
-Las noches eran largas, largas -repite José Luis-, porque era pleno invierno; amanecía a las 8.30 o 9 de la mañana y a las 4 ya oscurecía, y no te quedaba otra que meterte en la carpa, que no estaba especialmente hecha para la Antártida . Era de tela de avión, sin ningún tipo de aislación térmica. Prendíamos el sol de noche y eso nos permitía tener luz y calefacción. Pero, una vez que lo apagabas, a los 10 minutos tenías la misma temperatura que afuera, 35 o 38 grados bajo cero.
-A la mañana lo primero que hacía era prender el calentador. Todo esto era hielo -sigue con el relato Luján, mientras se toca la barba candado-. Se nos pegaban los labios y de la nariz nos salían dos estalactitas como de dos centímetros que se hacían mientras dormíamos. Nos cargábamos diciéndonos: “Mirá, te están saliendo cuernitos”.
Todos los días se levantaban muy temprano. Desayunaban, tomaban sus picos y empezaban. Golpeaban las piedras congeladas mientras otros paleaban. El lugar debía quedar despejado para que cualquier tipo de avión con ruedas pudiera aterrizar.
Para los primeros miembros de la Patrulla Soberanía, su misión concluyó el 29 de octubre de 1969, cuando un avión Fokker K-27 partió de Río Gallegos con un grupo de pasajeros, entre los que se encontraban miembros de la Fuerza Aérea y funcionarios del gobierno de facto de Juan Carlos Onganía. La nave descendió en una pista de 900 metros de largo por 25 de ancho, señalizada y libre de piedras, hielos y rocas.
La base Marambio -hoy la principal estación científica argentina, pero en ese entonces todavía hecha de carpas naranjas- se convirtió en la “Puerta de entrada de la Antártida”.


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