La Legislatura homenajeó a veteranas de guerra de Malvinas

Malvinas: “Visibilizar a las Veteranas de Guerra es mantener la memoria colectiva”, dijo Urquiza

A modo de agradecimiento por su valor, compromiso y lealtad.

Se trata de Mariana Soneira, María Liliana Colino y Silvia Barrera, quienes cumplieron funciones en la Marina Mercante, la Fuerza Aérea y el Ejército argentino. Además de las vicisitudes propias del conflicto bélico, revelaron que tuvieron que padecer otro mal: el machismo de sus superiores militares.

Malvinas: “Visibilizar a las Veteranas de Guerra es mantener la memoria colectiva”, dijo Urquiza

La vicegobernadora Mónica Urquiza y la legisladora Liliana Martínez Allende compartieron un desayuno con tres veteranas de guerra que prestaron servicios en las Islas Malvinas como instrumentadoras quirúrgicas, enfermeras y camilleras, entre otras tareas. Las visitantes compartieron sus experiencias durante el conflicto bélico de 1982 y pusieron de manifiesto la dificultad extra que les significó ser mujeres en un mundo mayoritariamente de militares hombres.
Silvia Barrera señaló a modo de ejemplo de lo vivido que «el primer encuentro con la tripulación del rompehielos acondicionado como hospital Almirante Irízar fue muy tenso porque a ellos no les habían dicho que las instrumentadoras eran mujeres y los marineros son muy supersticiosos sobre la presencia femenina en los buques. Hacía muy poquito los ingleses habían hundido el crucero General Belgrano y el jefe de cubierta, que era un machista recalcitrante, empezó a gritar que iban a hundir el barco porque estábamos nosotras a bordo. Las seis instrumentadoras trabajamos durante toda la noche de ese 8 de junio en el armado de los quirófanos, tarea que no teníamos asignada pero que nos habían pedido como favor porque el plan era que desembarcáramos al día siguiente en Puerto Argentino. Mientras estábamos ahí el buque recibió una inspección de la Cruz Roja y de las Naciones Unidas que registró formalmente nuestra presencia. Ese documento luego nos permitió certificar la condición de veteranas”.
Justamente sobre este tipo de dificultades, Mónica Urquiza, en su carácter de anfitriona, resaltó la importancia “de reconocer la labor realizada por nuestras veteranas porque es quitar de escena los sesgos de género que opacaron su vocación de servicio. Es preciso visibilizar la labor de las mujeres en el teatro de operaciones, dado que por muchos años sus acciones se borraron de la memoria colectiva. Esta es una muestra de agradecimiento por su valor, compromiso y lealtad para con los argentinos. Escuchar en primera persona las vivencias de esos días tan difíciles y las acciones que tuvieron que llevar adelante, cada una de ellas en el lugar que les tocó ocupar, es conmovedor”.
Barrera agregó que “después de la guerra nos hicieron notas en los medios y eso nos dio una visibilidad que ayudó a mostrar que las mujeres estuvimos en Malvinas pero también generó enconos por parte de militares que sentían que de alguna manera les robábamos protagonismo o no aceptaban que tuviésemos más condecoraciones que algunos de ellos. Lo más valioso para nosotros siempre fue la aceptación de los centros de veteranos que nos integraron y también fue muy importante que en 2012 el Estado Nacional nos reconociera como veteranas a nosotras y también a las mujeres que prestaron servicio en la Marina Mercante y en el cuerpo diplomático”.
La Legislatura fueguina entregó a cada visitante un pergamino enmarcado con su nombre, debajo de la leyenda “Mujeres que hacen historia”. La distinción también fue recibida por la única veterana de guerra residente en la Provincia, Mariana Florinda Soneira ,quien con apenas 19 años se embarcó en el buque de Transportes Navales ARA Bahía San Blas, como cadete del cuerpo de comunicaciones de la Escuela Nacional de Náutica Manuel Belgrano . En aquel 2 de abril, cuando el barco quedó afectado al conflicto, sus superiores le dieron la posibilidad de bajar a tierra porque aún no estaba recibida de oficial y era solo alumna, pero ella tomó la decisión de permanecer a bordo y continuó en servicio embarcada durante todo el tiempo que duró la guerra.

Ante la derrota… el desinterés

A bordo del Irizar las instrumentadoras hicieron mucho más que asistir a los médicos en las cirugías: aprendieron sobre tipos de heridas que solo se ven durante las guerras, cuando fue necesario fueron camilleras, enfermeras, madres o hermanas; también ayudaron a sus pacientes a escribirles cartas a sus familias y anotaban números de teléfono para llevar alivio a alguna familia cuando podían.
“Todas ocupamos un rol al que no estábamos habituadas porque en nuestro trabajo habitual al paciente lo veíamos en el quirófano casi siempre inconsciente, pero en el rompehielos nos tocó escuchar sus llantos de dolor, sus quejidos, recibirlos conscientes y con las heridas abiertas por el movimiento de los helicópteros que los traían, hacerles la cama y las curaciones postoperatorias. Hacia el final los traían directo del campo de batalla y teníamos que cortarles la ropa y bañarlos sin anestesia para encontrar las heridas debajo del barro”- contaría Silvia Barrera en una entrevista con Telam.
Luego la instrumentadora actualmente de visita en Ushuaia, fue testigo de la claudicación y comprobó el estado de engaño en el que el Gobierno militar tenía sumida a la población: «El 13 de junio por la noche el comandante del rompehielos anunció por los altoparlantes que al día siguiente se iba a firmar un alto al fuego, pero nadie esperaba que fuese el final del conflicto. El 14, cuando nos enteramos de la rendición, fue un shock porque habíamos salido de Buenos Aires con la idea, como todos, de que estábamos ganando”.
A partir de allí le tocó ver, desde la cubierta “cómo bajaban de los montes los soldados argentinos para ser desarmados y tomados prisioneros. Con impotencia vimos a las fuerzas inglesas arriar la bandera argentina para enarbolar la británica, y también cómo algunos soldados argentinos eran dejados a la intemperie en ropa interior”.
El regreso a casa tampoco fue fácil: “Ya en Comodoro Rivadavia nos subieron a un avión al que le habían sacado los asientos para cargar más gente. En el viaje nadie nos llevó el apunte y aterrizamos en Buenos Aires el domingo 20 de junio, que se celebraba el Día del Padre y el Día de la Bandera. El lunes siguiente nos reincorporamos al hospital y parecía que a nadie le importaba Malvinas… Era como que cargábamos con la derrota. Todos hablaban de que habíamos perdido en el Mundial de España y de la visita de Juan Pablo II».


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