“La profecía”

“La profecía”

Por Juan José Mateo (Licenciado en Historia y Miembro del Instituto de Estudios Fueguinos)

Y hacía que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre.
Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis”.
El Apocalipsis – 13: 16,18.

En junio de 1976 se proyectó por primera vez una de las obras maestras del cine de terror: The Omen (expresión que significa “presagio”) y que en España y Latinoamérica se le dio el título de “La Profecía”. Una alucinante historia metafísica basada en el texto bíblico de las Revelaciones que figuran en el Apocalipsis cristiano del Evangelio.
La trama del film coloca a un diplomático estadounidense en Roma, Robert Thorn (protagonizado por Gregory Peck), quien el día 6, del sexto mes, cerca de las 6 de la mañana, se dirige presuroso al hospital para asistir al nacimiento de su primogénito, un deseo negado por mucho tiempo a su bella y frágil esposa Khaterine.
Al llegar al hospital, recibe la amarga noticia que su hijo recién nacido ha muerto. El padre Spilletto, un sacerdote con mirada profunda, encargado del hospital, le ofrece en adopción ilegal un niño recién nacido cuya madre, al igual que su hijo, han fallecido en circunstancias que nunca se especifican. Thorn duda en un primer momento y finalmente acepta adoptar al niño sin que su esposa lo sepa.
Khaterine había sido sedada por las complicaciones del parto y cuando despierta, Robert Thorn le entrega en brazos a Damien, un bebé hermoso sin decirle que su verdadero hijo está muerto. Juntos criarán al pequeño en el seno de una familia millonaria, relacionada con el poder en el mundo de la política y con el estremecedor engaño de Robert a Khaterine como telón de fondo de una trágica historia de amores perros.

Ave Satani

Las cosas no podían irle mejor a Thorn desde ese momento. Además de estrenar una paternidad largamente negada, lo designarán embajador estadounidense ante la Corte británica. Motivo por el cual, la familia abandona Roma a la brevedad y se instala en Londres.
Pero cuando el niño cumple los 5 años de edad, comienzan a sucederse muertes extrañas en el entorno familiar y un oscuro sacerdote apellidado Brenan, le confiesa a Thorn que el niño que está criando es, en realidad, el hijo del demonio que ha sido enviado a esta tierra para librar su batalla final contra las fuerzas del bien, tal como el Apocalipsis había advertido con la llegada del anticristo a la que el texto bíblico menciona como “la bestia”.
A partir de allí, la película cobra un tenso dinamismo, con espantosas muertes ayudadas por la intervención de las fuerzas maléficas de Satanás, con aliados perversos y ocultos y con clímax y anticlímax excelentemente tratados por la banda sonora de la película, que le valió el Oscar al prolífico compositor Jerry Goldsmith con su espeluznante “Ave Satani”, una misa negra cantada con coro gregoriano que eriza la piel.

“666”. El número de la bestia

Varios elementos de esta película han reforzado una batería de representaciones del imaginario colectivo occidental, como la composición binaria del bien y el mal encarnada en la rivalidad entre un Cristo y un Anticristo (la lucha entre los hijos de Dios y el Diablo respectivamente), relacionar el nombre “Damián” con un ser demoníaco, difundir y elevar la celebridad del Apocalipsis (el Libro de Revelaciones sobre el fin de los tiempos) como un texto de consulta y meditación y, sobre todo, estigmatizar una cifra numérica que hasta el día de hoy es relacionada con el diablo: el 666.
Antes de la Profecía, los tres seis eran materia de filólogos y estudiosos de la antigüedad romana. Pero con la aparición de esta película, la cifra cobró una dimensión simbólica que la convierte en una noción de equivalencia directa e inconfundible. A cualquiera que se le pregunte, sabe que es el número del diablo. Y este es un legado singular que “La Profecía” otorgó al mundo contemporáneo.
En ello, debemos destacar a David Seltzer, el autor del guión de la película, quien luego de estudiar a los teólogos que se referían al tema para dar fuerza y verosimilitud al contenido de la historia, brinda una interpretación de la profecía bíblica.
En una de las partes más aterradoras del film, con un Robert Thorn decidido a investigar el origen de Damián y el destino y las razones de la muerte de su verdadero hijo, visita el semiderruido Monasterio de San Benedetto, en la localidad italiana de Subiaco. Allí el monje superior le brinda a Thorn una interpretación de los numerales: “Siete es el número perfecto, el número de Jesús. Seis es el signo de Satán” -explica el monje”. Para luego precisarle que los tres seis significan la trinidad diabólica: El demonio, el Anticristo y el Falso profeta. Por cada cosa santa existe una impía o profana, “es la esencia de la tentación”, remata suspicaz.
Nacía así el basamento de una de las historias más espeluznantes dramatizadas en el séptimo arte. Los productores del film declararon años después que la gente confesaba que luego de ver la película, sus vidas habían cambiado para siempre. Tal fue el efecto que tuvo esta obra maestra del terror de la década de 1970.

Cuando la ficción influye en la realidad

Hoy “La Profecía” es considerada, junto con “El Exorcista”, una de las películas más aterradoras de la historia del cine mundial. Una de sus claves es que pudo salirse de los moldes de una propuesta estética para modificar la vida emocional de los espectadores en forma permanente. Entrar a una sala de cine y salir emocionalmente modificado. No poder conciliar el sueño por las noches porque la meditación sobre el mal en el mundo impide relajarse hasta el punto de no poder dormir placenteramente. Padecer pesadillas constantes noche tras noche. Tales fueron los efectos que “La Profecía” tuvo sobre los espectadores que la vieron por primara vez. Muchos también tomaron las biblias arrumbadas en las bibliotecas de sus padres y abuelos y comenzaron a leer los textos sagrados del cristianismo.
Tal es el indeleble influjo que esta obra maestra del terror psicológico dejó en un siglo que no careció de maldad insolente y supo brindar las escatologías más ingeniosas de la perversión humana. A ese mundo que niega el amor por sobre la fatalidad del éxito logrado a cualquier precio, se sumó la imagen del mal más puro, personificado en un niño, sobre el cual pesa la responsabilidad de destruir todo lo santo que aún falta profanar.
Para finalizar, lejos de ser una coincidencia calendaria, “The Omen” fue estrenada en el Reino Unido un 6 de junio de 1976; es decir, el sexto día del sexto mes y aunque no se proyectó a las 6 de la madrugada, supo nublar aquella jornada bajo el efecto perturbador de concebir la posibilidad que un día, así como alguna vez hace dos mil años llegó el hijo de un Dios, nos enteremos que el mismísimo Anticristo camina y actúa en nuestro mundo, como si no alcanzara con nuestras propias acciones para volverlo un lugar complicado…


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