“Mi esposa me violó durante 10 años”: el martirio al que fue sometido un joven que sufrió maltrato físico y psicológico

“Mi esposa me violó durante 10 años”: el martirio al que fue sometido un joven que sufrió maltrato físico y psicológico

La víctima logró sacar a la luz los momentos más oscuros de su relación amorosa.

Un joven ucraniano relató en primera persona su terrorífica relación amorosa con “Ira”, su esposa. Lo hizo a través de una entrevista con la BBC.

Logró sacar a la luz una década de maltrato físico y psicológico, además de violaciones.

“Mi esposa me violó durante 10 años”. “Me sentía pequeño, débil y, simplemente, no podía escapar”, así comenzó el testimonio de este hombre, cansado de vivir en la oscuridad y a las sombras de su esposa.

“Cuando estás en una situación como esa, no te das cuenta de lo que te ocurre. No ves la salida y no escuchás a nadie”, confesó el joven ucraniano al medio británico. Al parecer, no tenía manera de pedir ayuda en medio de su martirio. Por su parte, decidió aguantar cada obstáculo, aunque apostaba al amor siempre y cuando podía.

Comenzó como una relación normal

“Ira (su esposa) fue mi primera mujer. Nos conocimos cuando teníamos veintipocos años. Ella dio el primer paso y me invitó a salir”. Él ya traía un pasado de maltrato en su familia: “Mi madre se avergonzaba de mí y de mi apariencia. Yo tenía una autoestima muy baja”.

“Además, una fuerte presión de sus padres lo obligaba a no poder fallar en la elección de su pareja: “Mis padres me habían dicho que yo tenía que mudarme inmediatamente después de que empezara a salir con alguien”, expresó la víctima.

En otras palabras, comenzar una relación significaba renunciar a la familia y a tener un techo sobre mi cabeza. En un día tenía que perderlo todo. Daba miedo. Por ello, yo solamente podía permitirme tener una relación cuando hubiera ahorrado suficiente dinero como para vivir de forma independiente”, dijo al medio británico.

Con todo su pasado, y también con ingredientes como inseguridad, soledad y dificultades para hacer amigos, el joven se ocultó en lo que él creía su verdadero amor. Pero no sabía que su infierno recién comenzaba.

Reconoció que el amor se fue esfumando poco a poco, y que ese cariño que sentía por Ira, mutó de una forma agresiva.

Su primera vez

Un recuerdo especial para todo ser humano, pero para él fue un martirio.

“No eran tan normales: era doloroso y agresivo. Nuestro primer encuentro sexual duró unas cinco horas y cuando terminó yo tenía dolores por todas partes. Ella tenía la manía de que siempre hubiera esperma al final. Yo era frotado hasta conseguirlo. En promedio, duraba entre una y dos horas. Se supone que el sexo debe ser algo que se disfruta, pero para mí nunca fue placentero. Yo no tenía experiencias previas y creí que era de esa manera, así que solía acceder a sus demandas”.

Una vida de tormentos al lado de una mujer violenta

Cuando se dio cuenta de la situación “fue entonces cuando se convirtió en una violación”, aseguró el joven.

Luego, un trabajo al exterior fue el causante de un suceso peor. Yo tuve que irme al extranjero en un largo viaje de negocios”,dijo.

“Una temporada en otro país parecía una buena salida para tomar distancia, pero los miedos volvieron a ser protagonistas y dieron lugar a más violencia: “Me daba miedo perder a Ira, así que le pedí que me acompañara. Incluso le ofrecí casarnos antes. Ella no aceptó, pero de todas formas viajó conmigo. Fue entonces cuando todo empezó”.

“Yo tenía demasiado trabajo y quería descansar pero ella empezó a exigir que tuviéramos sexo. Yo accedí la primera vez, la segunda… Ella decía ‘lo quiero, lo necesito, así que tenés que hacerlo, vamos, esperé mucho tiempo’. Yo le respondía que no quería, que estaba cansado y necesitaba descansar. Entonces, ella me pegaba y ya no había nada que yo pudiera hacer”.

“Ella me arañaba hasta que yo sangraba, me daba puñetazos. Nunca me dejaba marcas en el rostro, solamente me pegaba en las partes del cuerpo que podía tapar con ropa: mi pecho, mi espalda, mis manos. Yo no me defendía porque pensaba que golpear a una mujer era agresivo y estaba mal. Así fue como me educaron mis padres. Me sentía pequeño, débil y, simplemente, no podía escapar. Ella conseguía lo que quería y usualmente lo hacía colocándose arriba mío”.

Intentó buscar alternativas para escapar de ese infierno, pero problemas como el idioma y otras cuestiones, se lo imposibilitaron.

“Me iba a caminar por los shoppings hasta que cerraban los negocios. Luego me iba a deambular por la ciudad. Era otoño, frío y húmedo, y yo no había llevado ropa abrigada. Al final, terminé contrayendo infecciones urinarias, prostatitis y fiebre. Eso, sin embargo, no detuvo a Ira: yo tenía que hacer lo que ella quería”.

“Los fines de semana eran lo peor: ocurría el sábado en la mañana y la noche del domingo. Yo contaba los días que faltaban para volver a Ucrania”.

Intentó cortar la relación al regresar a su país

“Al principio hice muchos intentos de dejarla. Volví a la casa de mis padres y traté de no seguir en contacto con Ira, mucho menos de vivir con ella. Peleábamos, yo apagaba mi teléfono y la bloqueaba. Me escondía pero ella me encontraba. Al final me prometía que todo iba a estar bien y el miedo a la soledad volvía a dominarme. Yo agachaba la cabeza y volvía”, explicó el joven a la BBC.

Finalmente se casaron, pero el hombre siguió sufriendo en silencio. “Ella no podía ir a ninguna parte sin mí. Yo era una especie de juguete que tenía que entretenerla todo el tiempo”.

Un hombre en la oscuridad

“Ira no trabajaba. Yo era el que conseguía plata, cocinaba y limpiaba. Alquilamos un departamento grande con dos cuartos de baño. Yo tenía prohibido usar el baño principal, tenía que usar el de las visitas. Cada día, yo tenía que esperar hasta que ella se levantara a las 9 o 10 de la mañana para no perturbar su sueño. Cuando yo estaba haciendo ‘algo mal’, ella me gritaba y me golpeaba. Esto pasaba una vez al día o cada dos días”.

“Yo me sentía indefenso y hacía todo lo que ella exigía solamente para evitar su furia, ese estallido violento que al final siempre llegaba. Me acuerdo que bajaba las escaleras y me sentaba en el auto a llorar. Ella pasaba al lado mío, me veía y no decía nada. Después, cuando yo volvía a casa, ella me pedía perdón y admitía que no era capaz de parar. Pero al día siguiente, todo empezaba de nuevo. No importaba lo que yo hiciera o cuán horrible me sintiera, nada cambiaba”.

“Yo tampoco soy perfecto. Para evitar todo esto, me ponía a trabajar 10, 12 o 14 horas por día, en fines de semana y días festivos. Era fácil: hay gente que bebe, otros trabajan”, explicó el joven.

Comenzaron los celos

“Ira me celaba de todos: de mis amigos, de mi familia. Dondequiera que iba, siempre tenía que llamarla. ¿Por qué iba a esas conferencias?, ¿por qué me reunía con mis amigos? Tenía que estar con ella, a su alcance”.

Cuando estás en una situación como esa, no te das cuenta de lo que te ocurre. No ves la salida y no escuchás a nadie. Ni siquiera pensás que tenés la posibilidad de escapar. Es pura desesperanza. Yo hice cosas que no quería porque estaba acostumbrado a hacerlo”, admitió.

“Yo siempre pensé que tenía que sacrificar todo por el bien de la relación. Entonces, sacrifiqué mis intereses y a mi mismo, lo que en aquella época me parecía normal. Y así fue como todo se puso peor. Al principio, a mí simplemente no me gustaba tener relaciones sexuales, pero durante los últimos tres o cuatro años de nuestra relación, el sexo ya se había convertido en una tortura que me causaba constantes ataques de pánico. Ocurría en cualquier momento en el que Ira lograba atraparme y forzarme. Cuando entraba en pánico, yo solía apartarla, esconderme y correr. Irme lejos de casa o, al menos, de la habitación”.

Se enfermó

Tuvo una bronquitis con mucha fiebre. No pudo salir de la cama por dos semas. Eso fue lo que lo hizo reaccionar ante su situación: “Nadie se preocupó por mí en todo ese tiempo y me di cuenta de que mi vida no valía nada. Si yo me moría en esa cama nadie se hubiera enterado. Entendí que esa vida ya no era posible para mí. Fue un momento revelador”.

Un grupo de chat lo ayudó

“Estaba navegando por internet y entré en una sala de chat que se abrió por una publicidad. Todo era anónimo, como si no existiera. Fue la primera vez que dije algo sobre lo que me estaba pasando. Todavía no lo reconocía como abuso, pero a partir de ese momento empecé a decir ‘No’, cada vez más seguido. Cuando necesitaba fuerzas, recordaba aquellos días en los que estuve enfermo”.

En terapia de parejas el joven sacó a la luz los abusos por parte de su pareja

“Ella estaba furiosa, me gritó y dijo que no era cierto”. La respuesta de ella ante la crisis fue apelar al miedo a la soledad de él: le pidió el divorcio “como un intento para silenciarme”.

“Yo sabía que no iba a tener otra oportunidad para terminar con todo esto. Acepté y cuando recibí los papeles del divorcio tuve el día más feliz de mi vida”.

Quedó marcado para siempre

Yo sé que nunca tendré una relación y que nunca tendré hijos. Me di por vencido. “estuve callado durante demasiado tiempo y eso me llevó a todo este desastre”, concluyó la víctima.


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