¿Negligencia, mala praxis o simple indiferencia ante el dolor ajeno?

HABLEMOS DE SALUD MENTAL.

En Tierra del Fuego el suicidio es un problema de salud pública cuyos principales factores de riesgo, personales y demográficos, tienen que ver con trastornos psiquiátricos, trastornos del estado anímico, abuso de sustancias psicoactivas, esquizofrenia, trastornos de la personalidad, síndromes mentales orgánicos, historia de intentos y amenazas, edad, factores sociales, factores sanitarios, éticos, políticos, sociales, legales, religiosos, climáticos y emocionales, entre tantos otros. Y también por prejuicios e ignorancias.
No es menor que el mes pasado en Ushuaia se hayan registrado dos casos de suicidios consumados, entre varios frustrados, que conmovieron profundamente a la comunidad, causando el desconsuelo de vecinos, familiares, amigos, conocidos y compañeros de trabajo.
Un caso fue el de la joven médica del Hospital Regional Ushuaia, Iryna Soroka, de 30 años de edad, que fuera denunciada como desaparecida por su marido Matías Ezequiel Schulik el domingo 26 de agosto y luego encontrada sin vida el martes 28 de agosto en las aguas del Arroyo Grande. Según fuentes oficiales informaron, Iryna habría manifestado su intención de quitarse la vida vía celular a familiares y amigos, que se encontraba bajo tratamiento psicológico y que habría mantenido comunicación con su terapeuta el sábado 25 de agosto.
Otro caso, a dos días de aparecer el cuerpo sin vida de Iryna, fue el del hijo menor de la familia Cappello, propietaria de la Librería Karukinká. Hablamos de Jorge Capello, un ushuaiense muy conocido, quien tomó la drástica determinación de quitarse la vida en horas de la madrugada del 31 de agosto.
Según trascendidos, el joven Capello concurrió a la guardia del Hospital Regional unas horas antes de atentar contra su vida, a solicitar ayuda terapéutica. Algunas personas que presenciaron la escena revelaron que el muchacho se fue muy enojado gritando que la profesional que lo atendió del área de Salud Mental se había negado a asistirlo. Jorge se quitó la vida a las pocas horas en su casa, pese a que desesperadamente pidió que alguien le tendiera una mano salvadora.
En ambos casos, Iryna Soroka y Jorge Cappello fueron víctimas de la negligencia, insensibilidad o indiferencia médica. En el segundo caso no sería la primera vez que ocurre algo así porque son muchas las voces de personas que comentan a amigos y familiares haber sufrido en alguna oportunidad un bajón anímico circunstancial o profundas depresiones que los llevaron a golpear la puerta de la guardia del nosocomio , debiendo retirarse sin recibir respuesta del área de Salud Mental. Tampoco el sector privado queda excluido en estas menciones de gente que alguna vez estuvo al borde del abismo.
En definitiva todo indica que cuando no se atiende debidamente a un paciente que presenta signos de encontrarse en situación de riesgo suicida, en realidad se incurre en abandono de persona y desnuda la inexistencia de una política de adecuada atención profesional que evite el sostenimiento en el tiempo de la negra estadística que ubica a Tierra del Fuego entre los lugares en los que más cantidad de casos de suicidio se registran.
No hay en la provincia una línea directa de atención al suicida, un programa de acción que se centre en acciones preventivas a través de eficaces políticas de Estado que incluyan capacitación a los médicos de guardia y un protocolo a respetar estrictamente ante la mínima presunción de que se está ante alguien que podría intentar autoeliminarse.
Hoy el único número disponible para solicitar ayuda es el 101, donde personal policial sin capacitación en este tipo de situaciones, atiende el teléfono.
La cancelación de la vida por cuenta propia propone muchos interrogantes, que se renuevan constantemente y ni siquiera existe una clara teoría que marque una relación “causa-efecto”, entre el trágico acto de quitarse la vida y una posición psicopatológica específica del sujeto que atraviesa esa tragedia. En cualquier caso, ante cualquier síntoma, se debe actuar sin pérdida de tiempo porque lo que está en juego es la vida.
Quizás haya que preguntarse por qué cunde e impacta tanto la desesperanza en la vida de quienes habitamos Tierra del Fuego. Esa desesperanza que invita a entregarse, a renunciar a lo más importante de cada individuo como es su propia vida en pos de terminar con el dolor insoportable de la existencia personal.
Las investigaciones sobre el tema y la estadística, demuestran que la adolescencia y la juventud son las etapas de mayor vitalidad y productividad, pero también las de mayor autodestrucción. En éste periodo y ante la frustración de no alcanzar el objetivo – una relación de pareja, un trabajo o el trabajo pretendido, la salud o lo que fuere – se revela un fuerte sentimiento de depresión, desesperación y/o desesperanza que puede llevar a la paralización, al abrumamiento psíquico o al acto suicida. Y en Tierra del Fuego eso es comprobable: la gran mayoría de los suicidios son protagonizados por adolescentes y jóvenes.
Ya Freud en “El duelo y la melancolía” (1915), orienta hacia las diferentes causales de lo que llama “el ideal sostenedor”y nos advierte sobre la necesidad de observar inclusive las “autoacciones o autoaniquilaciones semideliberadas”. Se refiere así a los suicidios encubiertos por accidentes graves, que son achacados al azaroso infortunio. ¿Acaso la gran cantidad de siniestros viales que registra la crónica policial fueguina, protagonizados por jóvenes, no pudiera ser también una manera de intentar autodestruirse?.
Lo que no se puede poner en la palabra, se coloca en el cuerpo, a través de los trastornos psicosomáticos, o en el pasaje al acto, con acciones desenfrenadas, accidentes, diversas acciones de violencia o suicidios.
Debemos reconocer que hay poco amparo de la Salud Pública en esta materia. Existe una enorme problemática porque la mitad de la población no consigue lo que desea y eso genera frustración. Y si bien es algo que ocurre en todo el mundo, en la provincia es preocupante por los índices que nos coloca en el tope del ranking de las conductas suicidas.
Un capítulo aparte lo constituyen los familiares, amigos y conocidos del suicida. La misma estadística marca que queda en ellos latente la semilla de la repetición del acto. Que se den ciertas condiciones que se conjuguen con la predisposición… lo dirá el tiempo.
Ante semejante panorama solo queda exigir a nuestros gobernantes que se implementen con urgencia adecuadas medidas de prevención como las mencionadas más arriba para evitar seguir llorando ante lo que no tiene arreglo ni vuelta atrás, la muerte.


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