No dejemos morir el proyecto de protección a Península Mitre.

No dejemos morir el proyecto de protección a Península Mitre.

A 20 años de su presentación, la iniciativa de preservación ya es mayor de edad.

No dejemos morir el proyecto de protección a Península Mitre.

Julio Cesar Lovece

Una vez más se reitera el debate relacionado con la protección de Península Mitre. En cada ocasión en que esto ocurre resulta inevitable renovar también las esperanzas de ver materializado un proyecto que tiene más de veinte años.
Asumiendo el riesgo de repetir conceptos, no puedo evitar volcar en esta nota algunos argumentos que quizás ayuden a entender la importancia de lo que se halla en juego.
Pensaba, al momento de asistir a una de las reuniones de comisión de tratamiento de este viejo proyecto, la necesidad de agradecer a los legisladores por esta insistencia y por no dejar morir el proyecto.
Qué alegría significaría que nuestros legisladores, luego de sancionar una ley que ha dejado claro cómo queremos preservar el Canal Beagle, ahora dicten una ley que asegure lo propio con Península Mitre. Un nuevo mensaje de madurez y sensibilidad al país y al mundo, por parte de nuestra comunidad y de quienes nos representan. Toda la provincia se verá beneficiada y motivará mayor respeto en la comunidad nacional e internacional.
Las categorías en que se dividiría esta región con dicha ley, ayudaría a la convivencia de sus diferentes usos, dejando en claro lo que estaría permitido, diferenciándolo de lo que se hallaría prohibido. Pero por sobre todo desmitificaría la opinión que muchos tienen respecto de las áreas protegidas, quienes creen que se trata de color una especie de vitrina que impide tocarlas.
Las áreas protegidas son responsables de las externalidades positivas en un destino, generando la producción de bienes y servicios, a través de un turismo responsable y sensible de los valores allí expuestos.
Las estadísticas que reflejan el incremento del turismo mundial, hablan de un promedio levemente superior al 4 %, durante las últimas dos décadas. Ahora bien, cuando hablamos del turismo de naturaleza dichos porcentajes se disparan a índices superiores al 10 %. En Península Mitre la oferta de naturaleza es espectacular.
También está ocurriendo en el mundo que conforme aumenta la demanda de turismo en naturaleza, paralelamente crece la oferta de espacios naturales protegidos. Se trata de activos absolutamente necesarios para el equilibrado desarrollo de la actividad, con una oferta rica en atractivos y en calidad de atractivos.
Las áreas protegidas multiplican además la sensibilidad respecto de los valores que representan, la educación, la investigación y, como ya he dicho en otras oportunidades, el sentido de pertenencia.
Obviamente que la actividad turística en estos espacios debe ser viable a largo plazo, no es bueno pretender incrementos extremos, ni precipitados ni ilimitados. Por eso se suele hablar de un “turismo responsable”. Los beneficios deben procurarse en forma equitativa, ampliando lo más posible el caudal de beneficiados.
En ello se debe procurar que el principal beneficiario sea siempre la población local. Esto reclama un turismo que pase por nuestras poblaciones, haciendo uso lo máximo posible de los servicios existentes en el destino. Esto significa que se debe evitar el turista que “pasa de largo”, al que se le vendió todo en origen y solamente utiliza el atractivo, no dejando nada o muy poco de beneficios en los residentes, pero sí los pasivos ambientales.
Debemos proteger, no solamente los valores tangibles de Península Mitre, sino además los intangibles. Por cuanto nada representa mejor al “fin del mundo” que esa región. Su historia, su geografía, su naturaleza, su biología y su mística resultan irrepetibles y únicas.
Por otra parte, las actividades recreativas en esa zona, cuyo principal responsable será el residente, deben hallarse limitadas, ubicadas a determinados sectores y permanentemente monitoreadas. De la misma manera que las actividades productivas.
En definitiva, se trata de proteger a Península Mitre como un capital que debe ayudar al desarrollo actual sin comprometer el desarrollo futuro.
No estamos “perdiendo” una región, la estamos incorporando definitivamente a nuestros proyectos de desarrollo y a los planes de quienes heredarán esta provincia.

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