Otra mirada sobre el Conflicto del Beagle

Otra mirada sobre el Conflicto del Beagle

Por Juan José Mateo (Licenciado en Historia y Miembro del Instituto de Estudios Fueguinos)

El conflicto del Beagle constituye una marca identitaria regional ineludible a la hora de pensar la conformación del imaginario fueguino como una causa soberana en una zona insular de frontera.
Sobre aquel Territorio Nacional que había sido exceptuado del proceso de provincializaciones acaecido en la década de 1950 y con el antecedente del fracaso de la estrategia del General Lanusse de sumar al litigio la mediación británica cuyo laudo en 1977 concedió las islas Picton Lennox y Nueva en disputa a Chile, se erizaría la relación que en Tierra del Fuego tendrían esos dos países.
Hemos destacado en otras oportunidades que antes de Malvinas, los fueguinos habían visto alterada su vida cotidiana con los ejercicios de defensa civil, oscurecimientos y el impacto que significó la movilización y traslado de tropas y todo tipo de materiales preparativos de una guerra con Chile que, a finales del año 1978, se percibía inminente.
La intervención del Papa Juan Pablo II, que estrenaría reinado apenas unos pocos meses atrás del punto álgido de la disputa, evitó el enfrentamiento. Pero pocos dan cuenta que la opción del Vaticano como instancia de mediación llegó a último momento y ante la displicencia de Estados Unidos de intervenir en la disputa.

La Argentina desconoce el laudo inglés sobre el Beagle

Desde que tomó el poder en 1976, la Dictadura argentina contaba con un órgano ejecutivo superior conocido como la Junta Militar. Desde el primer momento se divisaron marcadas diferencias entre el general Videla y el Almirante Massera, representando este último el ala dura de la posición contra Chile por la cuestión del Beagle y por un Territorio que históricamente correspondía a la Armada proteger.
Una pregunta que muy pocos se hacen es cómo fue que la Argentina, de la noche a la mañana y por no favorecerla, pudo desconocer un laudo que se había comprometido a respetar y por qué no hubo presión internacional para que nuestro país aceptara los resultados de la mediación británica.
Una de las respuestas es la situación internacional de Chile y las debilidades internas de su diplomacia, por lo cual ningún país condenó a la Argentina con la energía que aquella acción ameritaba por desconocer el laudo dado a conocer en 1977, lo que nuestro país aprovecharía a su favor, hasta el punto de llevar a la región al borde de una guerra que podría haber ganado.

La situación internacional de Chile

Desde que asumió la presidencia de facto de Chile, Pinochet se había dedicado a concentrar poder doblegando las líneas internas de la Junta de Gobierno de la que era también presidente pero que no controlaba en su totalidad y si bien para el año 1977 había logrado una importante cohesión política interna consolidando su poder de mando sobre las otras facciones militares, su política exterior contaba con escenarios adversos en varios frentes.
A las históricas tensiones geopolíticas con Perú y Bolivia y la notable falta de apoyo de las organizaciones internacionales por la sangrienta forma en que se desató el derrocamiento de Allende y la posterior represión a la población civil en la que no medió instancia de negociación ni ponderación de la imagen pública del nuevo régimen, se sumó el desplazamiento de los diplomáticos de carrera a favor de actores castrenses, algo que no sucedió en la diplomacia argentina, que aceptó una mayor convivencia con el estatus quo institucional heredado.
Por lo demás, eran conocidas las críticas que recibía a nivel mundial la dictadura de Pinochet por el atropello a los derechos humanos contra opositores políticos y activistas sociales. Lo que resultaría un desafío compartido con la dictadura argentina con la llegada de la administración demócrata en los Estados Unidos.

Jimmy Carter cambia las reglas del juego

En efecto, a principios de 1977, meses antes que se diera a conocer el laudo arbitral en Londres que beneficiaría a Chile en la cuestión del Beagle, asumía la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica el demócrata Jimmy Carter quien a diferencia de su predecesor, el republicano Gerald Ford, tendría una activa política en contra de la violación de los derechos humanos, lo que obligó a redefinir las relaciones con las dictaduras que en ese momento gobernaban Chile y Argentina.
Fue así como Pinochet y Videla padecieron los reclamos de Carter en las tortuosas relaciones bilaterales con el gigante del norte, aunque antes de 1980, Chile contaba con un desprestigio mayor ante la comunidad internacional que la Argentina.
Pero en mayor o menor grado, los dos países revistaban serias dificultades por no contar con regímenes políticos legitimados democráticamente y aunque los Estados Unidos habían estado participando activamente del derrocamiento de Salvador Allende en Chile, el movimiento castrense que derrocó a Isabel Perón no requirió acciones extraordinarias de la política exterior americana.

El dilema de la mediación norteamericana

La política exterior de derechos humanos de Carter sumado a la reserva internacional con respecto a las dictaduras del cono sur latinoamericano constituyó un hecho decisivo para bloquear una posible intervención del gigante del norte para atemperar los ánimos y pensar en una alternativa al conflicto bélico planteada enérgicamente por Argentina y recepcionada con cierta tranquilidad táctica por Chile.
En todo caso, para los núcleos de poder de la política exterior estadounidense (el Pentágono y el departamento de Estado), nunca estuvo claro cómo intervenir en el conflicto del Beagle, aunque ambos países enfrentados realizaban gestiones para que Carter olvidara los derechos humanos y ofreciera una salida que conformara a ambas partes. Argentina era favorecida por el mayor descrédito que tenía la dictadura pinochetista, pero Chile gozaba del derecho internacional que el laudo británico había decidido a su favor.
Por otra parte, una guerra entre dos países marcadamente anticomunistas no era una buena señal para el equilibrio geopolítico de la siempre presente guerra fría. Pero esto era pensado en los tradicionales círculos de la política exterior americana y no en el círculo influyente del mando presidencial en la Casa Blanca. Estas dos tónicas del dilema de la administración del presidente Carter, llevaron a que los Estados Unidos no intervinieran abiertamente para encaminar la Cuestión del Beagle y que se buscara una mediación alternativa, la que finalmente recayó en la sede papal.
Esto no quita que la influencia estadounidense no haya jugado un rol importante en el desenlace de todo el proceso del Conflicto del Beagle, pero la política pendular aplicada por la potencia del norte se efectivizó en forma indirecta y con un entrelazamiento de estrategias realmente maquiavélicas, como lo demuestran algunos documentos oficiales recientemente desclasificados del país del norte.


zocalo-02 Instituto fueguino


Diario Prensa
Noticias de:  Ushuaia – Tolhuin – Río grande
y toda Tierra del Fuego.

https://www.diarioprensa.com.ar