Para saber cómo es la soledad…

Para saber cómo es la soledad…

Para saber cómo es la soledad…

Para los que amamos la música y tenemos algunas décadas encima, resulta casi imposible empezar a pensar el tema soledad, sin que resuene en nuestros oídos el Tema de Pototo, compuesto por Spinetta y que da título a esta nota.

Hay una diferencia importante entre estar solo (el hecho objetivo de no tener una presencia física cercana) y sentirse solo (la sensación subjetiva) y no necesariamente van juntos.

Puedo sentirme solo en una multitud y no padecer en absoluto estar sin compañía en mi casa. La sensación de soledad no está ligada necesariamente a la presencia física de otro, sino a la conexión afectiva con él, el no sentirnos/sabernos parte insustituible de una relación. Sabemos por ejemplo que las victimas de bulling escolar o mobing laboral, suelen sentirse más solas en la escuela o el trabajo donde son excluidos, que cuando vuelven a sus casas y están efectivamente solas. Y sin llegar a tanto, es más fácil que alguien se sienta solo en una muchedumbre que en una habitación sin nadie y hablando con un amigo por teléfono. La falta de intimidad con otro es lo que genera la sensación de soledad, la creencia (real o no) de no ser significativo para un otro. “Si es que sus sueños son luces en torno a ti / Tú te das cuenta que él ya nunca ha de morir” dice Spinetta, refiriéndose a que el vinculo intenso con alguien perdura aunque físicamente no esté presente, manteniendo en pie la idea de que para alguien  somos o fuimos importantes. Las relaciones terminan, pero eso no borra lo que alguna vez fueron y de hecho todas terminan, aunque más no sea porque alguno muere antes. El problema es la creencia de que a nadie ni le importé, ni le importo, ni le importaré y/o que nadie me importa realmente.

Cómo y por qué nos afecta

 

Esa sensación de soledad y sus efectos sobre la salud física y mental se investigan cada vez más: desde la salud mental sabemos que sentirse solo tiene asociadas patologías como la falta de autoestima, el estrés, la ansiedad y la depresión e incrementa las chances de suicidios. En cuanto a la salud física (como si fuesen cosas distintas y no aspectos de una persona única) recientemente se ha confirmado que el estrés genera inflamación crónica,  caldo de cultivo de gran parte de las enfermedades crónicas graves. Los que se sienten solos pueden no lograr recuperarse de cirugías o enfermedades riesgosas (los enfermos que no reciben visitas no siempre se recuperan y en cambio los que sí son visitados por sus seres queridos se recuperan habitualmente más rápido y mejor). El estrés puede también aumentar el riesgo de  afecciones digestivas, respiratorias y cardiovasculares, ya que deprime el sistema inmunológico, dando vía libre a patógenos de todo tipo. Literalmente sentirnos solos nos baja las defensas y puede ser mortal. Hasta tal punto es así, que en 2018 el Reino Unido creo el primer Ministerio de Soledad para ocuparse de esta problemática, al que siguió Japón en 2020. La función de estas entidades es la de generar redes comunitarias que integren a personas solas como prevención de severos y costosos problemas de salud.

Nos estresa la soledad porque la vivimos ancestralmente como un peligro grave. Tanto en la historia evolutiva de la humanidad como especie, cuanto en la personal de cada uno, fuimos conscientes desde los inicios que estar solo implicaba no sobrevivir. Un cavernícola o un bebé indefectiblemente perecerían en soledad. Aunque esto no necesariamente sea así para los adultos urbanos, nuestra mente lo lee como un alerta de peligro extremo y activa los mecanismos de estrés.

La soledad también nos deja sin referentes… “A tu lado no está/Quien nunca a ti te dejaba pensar/En dónde estaba el bien/En dónde la maldad”, sin un espejo que nos ayude a ver lo que a cada uno le cuesta ver de sí mismo.

Tipos de soledad

 

La soledad puede ser parte de una patología (como en la melancolía o el síndrome de Asperger), puede ser circunstancial (situaciones transitorias de separación con los vínculos importantes) o puede ser crónica. Esta se da en personas que se sienten incapaces de establecer relaciones significativas. Suelen ser poco empáticas, les cuesta entender a otros y registrar las necesidades ajenas, presentan usualmente dificultades de comunicación: o no hablan o no escuchan. También es frecuente en personas orientadas a la productividad más que a la conexión: su principal meta siempre fue el trabajo y no destinaron tiempo ni energía a relacionarse con  vecinos, crear amistades o sostener lazos familiares. Estas últimas, cuya mínima sociabilidad estaba ligada a los compañeros de trabajo, fueron las más afectadas durante la pandemia al generalizarse el trabajo remoto. Sin embargo la soledad puede también ser elegida o al menos tomada de modo positivo. Además de un problema puede ser una respuesta saludable, sobre todo para aquellos adultos que confunden estar acompañados con depender. Temer profundamente a la soledad siendo adulto, muchas veces nos expone a relaciones toxicas y nos pone en situación de vulnerabilidad, haciéndonos capaces de actuar como no deseamos solo para no perder al otro.

En realidad solo es posible una relación sana con otros si previamente me llevo bien conmigo. Solo si acepto que puedo estar solo, realmente puedo elegir libremente y sin dependencias mi compañía, decidir de verdad con quien me encuentro para compartir.

Dice Benedetti en su poema “Somos otros”:

Sólo un desconocido/somos eso/algún remoto de nosotros mismos/
(…) quizás ahí está la clave

Tal vez la soledad que nos atraviesa, ya sea por la pandemia o por otro motivo, sea la oportunidad de remediar ese desconocimiento de nosotros mismos y lo que finalmente permita el encuentro verdadero con otros. Ojala así sea.


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