Pintarroja: el pequeño tiburón que habita en el Canal Beagle

Un eslabón clave en el ecosistema fueguino.

Investigadores del CADIC explican cómo vive esta especie clave para el equilibrio marino fueguino, cuáles son sus principales amenazas y qué revela su presencia sobre la biodiversidad de la región.

Schroederichthys chilensis, la especie de pintarroja en Chile. Foto – Rod Sanchez.

En las frías aguas del Canal Beagle habita un pequeño tiburón esencial para el ecosistema costero fueguino: la pintarroja. A diferencia de la imagen asociada a mares cálidos y especies agresivas, este escualo —de hasta 85 centímetros— se adapta a aguas frías y cumple un rol ecológico fundamental. Para conocer más sobre su biología y su presencia en la zona, el investigador del CONICET en el CADIC y docente de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, Matías Delpiani, brindó detalles sobre su comportamiento y conservación.

“Se trata de un tiburón bentónico, de hábitos nocturnos, que se alimenta de todo lo que encuentra: crustáceos, pulpos, calamares, peces e incluso medusas. No es un predador tope ni representa un peligro para las personas”, explicó Delpiani. Su distribución se extiende desde el sur de Brasil hasta el Pacífico chileno a la altura de Valparaíso, incluyendo todo el Mar Argentino y las aguas frías que rodean las islas Malvinas.

El nombre “pintarroja” proviene del patrón de manchas oscuras que cubren su dorso. Esta característica permite identificarla fácilmente en el fondo marino, donde habita entre bosques de algas y grietas rocosas. Su cuerpo alargado y flexible le permite moverse como una serpiente, y a diferencia de otras especies de tiburones, no realiza grandes migraciones, permaneciendo gran parte de su vida en la misma zona.

Aunque el pintarroja es la más conocida de las especies, en la región también se han registrado cazones espinosos, ejemplares migradores, cazón vitamínico e incluso avistamientos de tiburón martillo. Estos hallazgos desmontan la creencia de que no hay tiburones en el sur y evidencian una biodiversidad marina más amplia de lo esperado.

Delpiani explicó que “cada hembra pone solo uno o dos huevos por temporada, que quedan adheridos a algas o esponjas en el fondo marino”. La especie es especialmente vulnerable a la pesca incidental: “Cuando se utiliza arte de arrastre, no solo se pierden los huevos sino también los adultos reproductores”. Aunque la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza la clasifica como de “preocupación menor”, su biomasa muestra una tendencia descendente por amenazas como la sobreexplotación de algas y el impacto del cambio climático.

Finalmente, el investigador señaló que gran parte de la desconfianza hacia los tiburones proviene de la cultura popular. “Tienen mala prensa por las películas y el marketing sensacionalista. No buscan humanos: las especies grandes se alimentan de presas con alto contenido graso, como lobos o elefantes marinos. Los tiburones consumen lo que necesitan, no son asesinos seriales”, concluyó.


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