Policías: Hora de cambiar el chip

MODOS BRUTALES QUE NO PUEDEN SER MAS TOLERADOS

No es la primera vez que la Policía fueguina aplica lo que considera “apropiado” cuando detienen a una persona que ofrece mínima o máxima resistencia: lo hacen caer boca abajo, luego le doblan los brazos hacia atrás, le colocan esposas y “lo aplastan”. Esto último significa que literalmente se le suben encima, a lo largo del cuerpo varios policías “hasta que se calme”.
Esta práctica, criticada muchas veces desde estas mismas páginas, puede llevar a la muerte a un contraventor con algún tipo de cardiopatía por la fuerte presión que significa el peso del cuerpo de los uniformados sobre la zona toráxica y la imposibilidad de oxigenarse que coadyuva.
Si bien la brutal manera de intentar “calmar” a alguien que se resiste, que trata de autolesionarse, de huir, que grita e insulta (en el caso que así fuere) no pretende acabar con la vida de nadie, en la práctica esto puede ocurrir.
Valga mencionarse el caso reciente de la muerte de Hugo Ezequiel Gutiérrez, de 35 años de edad, otro contraventor que alcoholizado fue reducido por la Policía en la esquina de Rivadavia y Gobernador Paz y que cayó desplomado en la guardia del nosocomio, víctima de un paro cardíaco.
Al vendedor de boletas de estacionamiento se le practicó el 9 de noviembre último, un día después de morir, una autopsia que no reveló más que lo obvio: la causa de la muerte se debió – textual – “a un paro cardio respiratorio”.
Tal vez lo mismo hubiera dicho la certificación de la autopsia de Luis Epifanio González si debido a la fuerte presión de las rodillas de los uniformados sobre su tórax, por un prolongado espacio de tiempo, hubiera fallecido allí mismo en la calle o momentos después en la guardia.
Urge rever los protocolos vetustos, brutales y primitivos que todavía la fuerza de seguridad continúa empleando. Se deben reemplazar ya por nuevas técnicas de inmovilización no cruentas ni riesgosas para la vida de quien está siendo privado de su libertad y que deberá ser luego sometido a los procesos judiciales y civilizados al que todos los ciudadanos tenemos derecho.
Es imperativo también que se incorpore el uso de la tecnología a la hora de la actuación policial: deben las intervenciones filmarse para protección de los mismos efectivos que con profesionalismo y responsabilidad ejercen con corrección la noble misión que la sociedad les confiere.
Lo contrario significará continuar poniendo en riesgo la integridad y la vida de personas que por ser contraventores o delincuentes, no dejan de ser personas. Y constituirá también un guiño de permisividad hacia los otros policías, las manzanas podridas que pueden afectar al resto sano del cajón, que creen que pueden vulnerar impunemente los derechos de sus congéneres.


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