Puerto Almanza: una escuela chiquita con un corazón enorme

Relatos frente al Canal Beagle.

Con solo 14 estudiantes e inmersa en una comunidad de tradición pesquera, la Escuela N° 49 “ARA San Juan” mantiene viva la educación en este rincón remoto de Tierra del Fuego. Maestros que viajan cada día desde Ushuaia y alumnos que hacen Patria en silencio.

Aunque el poblado es pequeño, el clima hostil y los caminos difíciles, en Puerto Almanza la educación no se detiene. Cada día, docentes parten desde Ushuaia para recorrer el trayecto que los lleva a este rincón de pescadores frente al Canal Beagle, donde la Escuela N° 49 “ARA San Juan” mantiene viva la llama del conocimiento y el sentido de pertenencia.

Hugo Peralta, director provincial de Puerto Almanza, participó días atrás de la conmemoración de una nueva fecha patria junto a la comunidad educativa. En diálogo con Diario Prensa Libre, valoró el significado de contar con un centro educativo en ese paraje austral:“Cada acto escolar es único en estas latitudes. Cantar el Himno Nacional o la Marcha de Malvinas, aquí, con el Canal de fondo, llena el pecho de orgullo. Puerto Almanza, que fue testigo del paso del ARA San Juan, forma parte de la historia reciente de nuestro país. Nuestra ubicación estratégica y el profundo sentimiento nacional que nos atraviesa nos llenan de emoción”.

Ese sentimiento, sostiene Peralta, se intensifica en tiempos en los que Tierra del Fuego vuelve a estar en la mira por decisiones políticas o cuestionamientos surgidos desde otros puntos del país: “Cuando escuchamos críticas infundadas que vienen desde lugares lejanos, yo los invito a visitarnos. A envolverse en nuestra bandera celeste y blanca, a sentir el color del cielo y del mar, y a llenarse de argentinidad junto a nosotros, en este confín”.

Actualmente, 14 alumnos cursan en la Escuela N° 49, que brinda educación desde nivel inicial hasta secundaria. Todos son hijos de familias dedicadas a la pesca artesanal, y han crecido entre canales, embarcaciones y viento. Sus docentes los conocen bien, porque el tiempo compartido allí no se mide en ciclos lectivos fugaces, sino en años de convivencia y acompañamiento.

Carmen, secretaria de la institución, lo resume con sencillez y orgullo: “Aquí se siente y se hace Patria. En Almanza, el lugar y la enseñanza son diferentes”.

Marina, que comenzó enseñando Ciencias Sociales y hoy coordina el nivel secundario, destaca esa diferencia: “Es hermoso ver crecer a los estudiantes. A diferencia de las escuelas de la ciudad, donde los alumnos están solo uno o dos años, acá podemos acompañarlos a lo largo del tiempo. Se genera un vínculo más cercano y profundo”.

Pablo, profesor de Física recién llegado, también valora la experiencia: “Me llena de emoción y responsabilidad. Somos los encargados de brindar un vasto conocimiento a estos niños, y eso nos exige estar a la altura, todos los días”.

Rita, docente de Inglés, coincide en que la enseñanza rural es una experiencia que transforma: tanto a quienes la reciben como a quienes la brindan.
Abril y Eymi, dos estudiantes que están por egresar este año, son parte de ese entramado humano forjado entre cumbres, viento y agua helada. A pesar del reducido número de compañeros, aseguran disfrutar mucho de asistir a clases y compartir el aprendizaje con sus vecinos.

Puerto Almanza no tiene plaza ni semáforos, pero tiene una escuela que late cada mañana frente al Canal, con el esfuerzo de muchos y el orgullo de todos.


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