Rodolfo Walsh: “Arderá la memoria hasta que todo sea como lo soñamos”

“Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información”.  Así empezaba el cable de cada noticia en ANCLA, una agencia clandestina que ponía voz a las atrocidades de la dictadura militar argentina. La última dictadura de varias. Dejó un total de 30 mil personas desaparecidas, entre ellas Rodolfo Walsh.

Fue un periodista, escritor y militante montonero. Y esto último lo aclaro, porque hay decisiones que son elecciones que nos cuestan la vida. Y este es su caso.

Cumpliéndose un año del golpe, Walsh fue en persona a dejar en los buzones de los diarios una carta (que entonces no fue abierta, pero ahora sí) a la junta militar que gobernaba de facto desde el 24 de marzo del 1976.

Un documento que hoy estudiamos en las escuelas de periodismo, y que debería ser de lectura obligatoria en todas las escuelas. Porque acá quedan a un costado las ideologías. Porque esto es parte de la historia reciente de nuestro país, y nuestra región. Porque el Estado garantiza derechos; el Estado no debe asesinar y robar bebés, tirar los cuerpos de las madres desde un avión y violarlas varias veces antes. Y aunque para muchos esto sea obvio y evidente, para muchos otros aún no lo es tanto.

Y su carta denuncia, redacta, cuenta. Tiene cifras, datos, números. Muestra las atrocidades, revela las verdades que se ocultaban entonces. Descifra las complicidades, los orígenes, las causas y las consecuencias de la política económica que sentó bases para lo que iba a pasar algunos años después, de la mano de un capitalismo galopante e inhumano. Advierte. Ayuda a comprender lo que estaba pasando, desde dónde se orquestó y para qué.

Hoy esas hojas refrescan la memoria, la memoria colectiva.

Y aunque nadie la publicó entonces, en menos 24 horas, una horda de milicos llegó a la puerta de su casa, se lo llevaron a la ESMA y lo mataron. Por esa carta, claro. Pero antes por su militancia. Por su voz.

Al día de hoy no sabemos dónde está, pero sí sabemos lo peligroso que le resulta a esta sociedad la gente que escribe.

Incomodamos. Interpelamos. Exponemos. Ponemos luz a la oscuridad.

Rodolfo no está ni vivo, ni muerto – diría Videla- está desaparecido. Junto a otros 29.999.

Unos meses antes, también en su casa, se suicidó Victoria, su hija. ¿Era depresiva? Se preguntará usted… pues no.

Victoria Walsh también era periodista, también montonera, delegada gremial y madre de una beba de un año cuando fueron a buscarla. Después de un enfrentamiento, mataron a tres de sus compañeros frente a sus ojos, así que se paró y dijo «ustedes no nos matan, nosotros elegimos morir» y se pegó un tiro en la sien.

Rodolfo escribió una «Carta a Vicki» que conmueve, como todo lo que escribió:

«Me he preguntado si mi hija, si todos los que mueren como ella, tenían otro camino. La respuesta brota desde lo más profundo de mi corazón y quiero que mis amigos la conozcan. Vicki pudo elegir otros caminos que eran distintos sin ser deshonrosos, pero el que eligió era el más justo, el más generoso, el más razonado. Su lúcida muerte es una síntesis de su corta, hermosa vida. No vivió para ella, vivió para otros, y esos otros son millones.»

A mi hay algo que me gusta recalcar cuando hablamos de estas personas y es que eran militantes políticos. Y que por eso los mataron. No los mataron porque iban cazando mariposas, ni por otra razón más que esta, de tener un compromiso más grande que su propio ombligo o interés, y esto resultaba peligroso para el plan mundial que se tenía pensado. La única opción fue el genocidio, pero intentaron matar las ideas cuando en realidad sólo mataron los cuerpos.

Así que los Walsh nos enseñaron, también, que las ideas son a prueba de balas.

Creo que no lo sabía, pero en la sensación sobre la muerte de su hija, estaban las palabra que escribiríamos hoy si tuviésemos que hablar sobre la muerte de él.

De él, que nos enseñó a ser fieles al compromiso de dar testimonio en momentos difíciles.

Un pequeño, pero sentido, homenaje a un referente para quienes tenemos grabado el compromiso de gritar las verdades, donde sea, como sea y al costo que sea.

Arderá la memoria hasta que todo sea como lo soñamos.


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