El 21 de junio la esquiadora “Barby” Aguado, de 25 años de edad y el 9 de julio, Gastón Corradini, de 28, sobrevivieron a avalanchas de nieve.
El sábado último el joven ushuaiense quedó sepultado a casi dos metros de la superficie pero “Tango”, el perro rescatista y su entrenador, el bombero Julián Elizari, lo encontraron justo a tiempo. La convencional Viviana Remy, expresó a la comisión de rescate su “eterno agradecimiento” por “haberle devuelto la vida a mi hijo”.
Cuando Gastón Corradini y su amigo César Cejas, decidieron ir a la montaña a practicar esquí de travesía, como tantas veces, no imaginaron que esta vez no volverían cansados a sus casas a tomar algo caliente para reconfortarse sino que terminarían en el hospital y se convertirían en una noticia de interés internacional. Aunque ambos son conocedores de la zona, quizás no previeron que las nevadas constantes del sábado podrían traducirse en peligrosas avalanchas que barrieran cuesta abajo, todo lo que encontraran a su paso. Y eso exactamente ocurrió alrededor de las 20.30, hora impensada además para estar a tantos metros de altura y en absoluta oscuridad. De repente una gran ola blanca se precipitó sobre los esquiadores, logrando César eludirla en parte, aunque sus esquíes chocaron contra las rocas y eso le provocó lesiones dolorosas pero no invalidantes para incorporarse y llamar enseguida a gritos a Gastón. El silencio hacía retumbar el sonido del nombre de su amigo desaparecido, como si se lo hubiera tragado la tierra… y entonces decidió no esperar más y fue en busca de ayuda.
“Pensamos que estaba muerto”
Ni bien fueron alertados, los integrantes de la Comisión de Auxilio de Ushuaia- CAU – activaron el protocolo de rescate y organizaron un operativo de búsqueda en la base del glaciar Martial.
Uno de los primeros rescatistas en acudir al llamado de emergencia fue el cabo primero del Cuartel de Bomberos «2 de Abril», Julián Elizari, en compañía de su perro «Tango», un labrador color té con leche, entrenado en la búsqueda de víctimas de avalanchas o de derrumbes. Apenas inició su tarea, “Tango” comenzó a saltar nervioso de un lado al otro, y luego de recorrer unos 10 metros, dio señales de que había encontrado algo… rascaba la nieve con gran vivacidad, como si intentara excavar, ladrando como si quisiera alentar al bombero Elizari a que hiciera lo mismo. Apenas minutos después de remover casi unos 2 metros de nieve compactada apareció una mano con los dedos tiesos. Los rescatistas la tocaron y temieron lo peor… no obstante siguieron sin parar para literalmente “desenterrar” al esquiador, quien entonces, movió los dedos. Era una señal que alegró a todos: ¡estaba vivo!. Inexplicablemente vivo porque sobre su cuerpo la nieve era tan compacta que resulta inentendible cómo no se asfixió, y el peso era tanto, de unos 200 kgs estimativamente, que bien pudo morir por aplastamiento… “¡Es un milagro!”, comentaron asombrados los rescatistas.
Sin perder tiempo, el cuerpo del joven Corradini fue arropado y acomodado en una camilla rígida. Había que bajar cuánto antes.
Después de algo más de dos horas de descenso accidentado por las características del terreno, de pozones de nieve suelta y obstáculos rocosos, los brigadistas llegaron a la base del glaciar en donde los esperaba una ambulancia del HRU. Ya era medianoche y todos sentían, una vez más y pese a un inmenso cansancio, la dulce sensación del deber cumplido y de la celebración de la vida.
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