Torelli: el ignorado primer intendente peronista

Por Juan José MATEO
Licenciado en Historia – Miembro del Instituto de Estudios Fueguinos

El 11 de marzo de 1973, el peronismo ganaba la presidencia de la Nación luego de 18 años de recurrentes proscripciones y persecuciones. En Tierra del Fuego, la experiencia se viviría con especial interés, ya que se le permitiría enviar, después de 19 años, diputados con voz y voto al Congreso Nacional. La peronista Esther Fadul resultaría electa en primer lugar acompañada por Ernesto «Tito» Campos, alineado con el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), ambos integrando la alianza del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI).

Como Tierra del Fuego no era provincia, no contaba aún con una Legislatura establecida y el gobernador era seleccionado por el Poder Ejecutivo Nacional. El flamante presidente, Héctor José Cámpora, designó por segunda vez en la historia isleña a un gobernador civil, poniendo en funciones a Mariano Loedel, un hombre de su confianza que aún luego de la repentina renuncia de Cámpora transcurridos apenas cuarenta días, supo sostenerse por dos años en el cargo.

Pero además de estos acontecimientos de suma importancia para los fueguinos, en los comicios de 1973 se pudieron elegir nuevamente intendentes y concejales municipales. En la ciudad de Ushuaia, con una abrumadora diferencia sobre sus contrincantes, resultó electo Miguel Ángel Torelli.

¿Quién era él?

Miguel Ángel Torelli había nacido el 30 de junio de 1936 en la localidad bonaerense de Punta Alta, una ciudad portuaria ligada a las actividades de la Armada Argentina.  Seguramente cuando sus padres Juan Bautista y Rosa Prada contemplaron la llegada del segundo de sus tres hijos varones, jamás imaginaron que se convertiría en el primer intendente peronista electo en el otrora Territorio Nacional de Tierra del Fuego.

A los treinta años de edad, mientras trabaja y estudiaba, se graduó con el título de ingeniero civil en la Universidad Nacional del Sur, para luego prestar sus servicios profesionales como personal civil de la Armada en su Punta Alta natal. Fruto de aquella posición laboral, Torelli comenzó a viajar a Ushuaia a desempeñar tareas en la Base Naval local en los años 60, para terminar radicándose en 1967 en nuestra ciudad. Tiempo después, se sumaría como ingeniero calculista en el Ministerio de Obras Públicas de la Gobernación Territorial hasta su elección como Intendente de Ushuaia.

Rápidamente fue logrando reconocimiento social gracias a su actividad profesional y templanza de carácter. Era un hombre tranquilo, mesurado, muy leído, extremadamente honesto y cuya conversación y opiniones le deparaban el instantáneo respeto de la comunidad. Docente de matemática en la vieja Escuela Técnica (ENET), excelente ajedrecista e hincha fanático de River Plate, combinaba por aquellos días su pasión por el fútbol con la acalorada álgebra del tablero político local.

De fuertes convicciones justicialistas heredadas de sus padres, acendrados seguidores de Perón y Evita, no tardó en involucrarse con los dirigentes del movimiento a nivel local, entre ellos doña Esther Fadul, quien en definitiva ungió a Torelli para que sea el candidato a la intendencia local en la contienda electoral que tendría lugar el 11 de marzo de 1973, hace exactamente 48 años.

Intendente Torelli

La boleta del FREJULI que llevaba la fórmula presidencial de Cámpora – Solano Lima con sus correspondientes electores nacionales, a Esther Fadul como diputada nacional, Miguel Ángel Torelli como intendente y Blas Ricardo Fuentes encabezando la lista de los cinco concejales, arrasó a nivel local.

El 25 de mayo, mientras el gobernador Militar Gregorio Lloret aguardaba el nombramiento de Mariano Loedel como nueva autoridad en el Territorio fueguino, se produjo el traspaso de la intendencia del comisionado municipal José García Alonso a Miguel Ángel Torelli, convirtiéndose de este modo, en el primer intendente peronista en la historia de Tierra del Fuego.

Al frente de un Municipio que contaba con tres secretarías (Gobierno, Obras Públicas y Economía y Finanzas) y una planta funcional cercana a los 250 empleados, su gestión se caracterizó por sumarse activamente al gran impulso de la infraestructura pública y desarrollo del mercado inmobiliario que el gobernador Loedel llevó adelante.

En momentos en que las competencias gubernamentales territorianas eran difusas, Torelli encaró el ambicioso plan de viabilizar los terrenos de lo que hoy conocemos como calle Gobernador Paz, que tenían problemas de saturación de agua. Para el caso, Torelli desarrolló el modelo de pavimento intertrabado con piezas hexagonales ante la imposibilidad de sanear el suelo. Gracias a dicha solución pudo luego planificar y realizar la apertura de la calle que hoy conocemos como Gobernador Campos. Corresponde también a su gestión la aprobación de los permisos de circulación de la primera línea civil de colectivos de la firma Torres y hermanos.

Además de ejecutar las obras para continuar la materialización de un complejo de 200 viviendas, en la gestión de Torelli se repararon y edificaron cercos, veredas y se realizó el tendido de red cloacal y agua en la zona del actual Hospital Regional y los barrios Tolkar y José Hernández. Gracias a estas obras, la Ushuaia que llegaba hasta el Cementerio municipal  luego denominado “Antiguos Pobladores”, ubicado en la esquina de Guaraní y Maipú, pudo expandirse hacia lo alto y hacia el costado del clásico casco histórico delimitado por las actuales calles San Martín y Maipú.

Momentos problemáticos

Enamorado de la primavera camporista, aunque de extracción más bien ortodoxa, Torelli supo abrazar en la cumbre de su carrera política el universo de los sueños de la juventud peronista. Crítico de las propuestas más radicalizadas de la tendencia, pero aún más alejado de los influjos del lopezreguismo, demostraba con molestia su preocupaciones por el avance de los extremos dentro del movimiento.

La muerte de Perón el 1 de julio de 1974 le produjo tal angustia, que sufrió un infarto debiendo alejarse  unas semanas de la función pública, siendo reemplazado momentáneamente por el presidente del Concejo Deliberante, Blas Ricardo Fuentes, hombre de su confianza. Su debilidad por el tabaco, que consumía desde muy temprana edad, comenzaba a facturarle indisposiciones coronarias y estomacales.

Cuando retornó al cargo, vería con desilusión el cariz que iba tomando el Gobierno de Isabelita y el avance desmedido de la figura de López Rega, algo que contemplaba con preocupación y ansiedad. Un tiempo antes del 24 de marzo de 1976, Fadul le comentó a Torelli que en reunión con la cúpula militar local se mencionaba un inminente golpe de Estado y que trataría de persuadir a la presidente del latente peligro.

La madrugada del 24 de marzo de 1976, Torelli como el resto del país, se enteró por mensajes radiales que la Junta de Comandantes había depuesto al gobierno constitucional. La noticia entonces no lo sorprendió. Desde aquella lluviosa y oscura mañana, Torelli sabía que la mejor opción sería quedarse en su domicilio particular de calle Jainén y no pisar el despacho en San Martín, pero el temor ensordecedor de la ansiedad lo condujo a abandonar repentinamente su domicilio y mudarse temporariamente a casa de su hermano Juan Carlos. De allí en más las reuniones con Esther Fadul y el círculo político más íntimo se harían de noche, en total penumbra, hasta que en el mes de julio, resolvió viajar a Punta Alta a visitar a su madre.

Exilio y muerte

En un total aislamiento político y espiritual, era comprensible que el viaje de Torelli era algo más que la oportunidad de visitar a su anciana madre: significaba un exilio impuesto y autoimpuesto. Seguramente percibió que su integridad física corría peligro cuando una noche regresó a su hogar y encontró su domicilio literalmente dado vuelta. Habían revisado hasta el último cajón y papel. Varias fueron las voces, además de la interior, que le advirtieron que abandonara la ciudad, entre ellas la de Esther Fadul. Su nostalgia, opiniones y afinidad con la primavera camporista seguramente contribuyeron a que luego de su derrocamiento como intendente, no se le permitiera retornar a su anterior empleo en el Ministerio de Obras Públicas de la Gobernación Territoriana. El Interventor Federal Norberto Bonesana y luego el Capitán Arigotti a cargo del Ejecutivo, le negaron rotundamente esa posibilidad.

Su prestigio profesional no fue suficiente entonces para flanquear las duras y antojadizas barreras ideológicas del nuevo régimen político. Seguramente no había un Ingeniero calculista como él en toda la isla, pero por ser el Intendente peronista depuesto, no podría volver a desempeñarse laboral ni profesionalmente en Ushuaia.

Recién cuatro meses después de su destitución, ya en Punta Alta y proscrito de cualquier posibilidad de encontrar empleo en Ushuaia, con importantes apremios económicos y en un clima de suma tensión, Torelli por fin comienza a trabajar en la empresa Yuda Wolf Reiss que, verbigracia del destino, tenía una filial en Ushuaia. Cuando la empresa quebró, Torelli no percibió indemnización alguna y debió sobrevivir con escasísimos recursos como docente en su Punta Alta natal, donde lo sorprendió un repentino derrame cerebral, falleciendo el 7 de septiembre de 1983. Tenía apenas 47 años de edad.

¿Una calle sin memoria?

Durante la Intendencia de Carlos Manfredotti, en octubre de 1988, se sanciona la Ordenanza N°441 reemplazando el nombre de la calle Richard Williams por el de «Intendente Miguel Ángel Torelli», que actualmente corta la calle Perón y donde se encuentra la casa partidaria del justicialismo local.

Lamentablemente tal hecho de reparación histórica no tuvo mayor eco y Miguel Ángel Torelli continúa siendo un desconocido para gran parte de la comunidad Ushuaiense. No existe ni siquiera un retrato suyo en la intendencia ni en la casa partidaria. Tampoco puede googlearse su foto en ningún sitio de Internet. Simplemente, no aparece.

Su familia y quienes lo acompañaron en aquella primavera de la juventud y la política, aún esperan que su nombre y obra sean reivindicados. Porque fue un acto de extrema violencia su derrocamiento, los posteriores maltratos y el exilio. Como lo sigue siendo el olvido comunitario al que fue condenado, no sólo dentro de las filas del peronismo local, sino por toda una ciudad a la que Torelli dedicó los mejores años de su corta vida, gobernando los recursos públicos con inobjetable transparencia y honestidad intelectual.


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