Un cacho de cultura bien argentina, en Ushuaia

Un cacho de cultura bien argentina, en Ushuaia

EDITORIAL.

Un cacho de cultura bien argentina, en Ushuaia

En contraste con “las veladas paquetas” organizadas antaño por autoridades que solo asociaban la cultura con la música clásica, la ropa de gala y escenarios montados en los más caros hoteles de Ushuaia, la Ciudad más Austral del Mundo cantó y bailó al son de la música del grupo de rock “La Renga”. A diferencia de aquellas otras ocasiones en las que el dinero del erario público se usaba para satisfacer los gustos de ciudadanos que contaban con sobrados recursos propios para pagarse un pasaje de avión y darse el gusto de ir al Teatro Colón – con la oscura participación además de “intermediarios empresariales” que se llevaban buena parte del dinero de los contribuyentes – esta vez fue distinto. Es que los seguidores del grupo musical convocante, también lo fueron.
Mientras un sinfín de gente se horrorizaba ante “la gentuza” que caminaba por San Martín, vendiendo artesanías, hospedándose en campings improvisados o agitando banderas de muchas localidades bonaerenses – el grupo La Renga fue fundado en Mataderos en 1988 – los comerciantes, dueños de hosterías, restaurantes y carritos de choripán, bares y confiterías, casas de repuestos y de todos los rubros facturaban a más no poder…
Sin el glamour de los turistas extranjeros que bajan de los barcos y se suben a las combis para recorrer tres o cuatro puntos icónicos y luego volver a embarcar, éstos visitantes se mostraron desenfadados, ruidosos, con mucho jean gastado y onda roquera… un golpe en el estómago para algunos refinados comerciantes acostumbrados a recibir por su mercadería o servicios, verdes y fragantes dólares o euros y no la vilipendiada moneda nacional.
Y ante los audios difundidos malintencionadamente por Whatsapp en los que se vaticinaba “el fin del mundo” con imaginarios acuchillados en terapia, jóvenes manoseadas y vecinos despojados de todos sus bienes y hasta de los chulengos del patio… la verdad es que no pasó nada. Nada más que lo que folclóricamente ocurre en la capital fueguina, con sus acostumbradas peleas de parroquianos borrachos, rateros del picaporte y consumo de droga al palo. Lo habitual.
Es que los detractores de la realización de espectáculos que atraigan el interés del mundo y por ende, de turistas – futura fuente de financiación quizás exclusiva si se derrumba la Ley 19.640 – ni siquiera se informan por la prensa local, ya que si lo hicieran se darían cuenta de que Tierra del Fuego hace rato que dejó de ser ese lugar tranquilo y de cuentos de hadas en el que se puede dejar la puerta de la casa o del auto, abiertas.
Pero bueno, “los meadores de agua bendita” cunden en todos lados y Ushuaia, que necesita con desesperación que la ciudad se convierta alguna vez en un verdadero polo turístico generador de divisas, siguen con su esquizofrénica ilusión de la Ushuaia aldeana, la anterior a los 70, la previa a la época en que llegaron “los fabriqueros”, esos que desde todos los puntos del país vinieron a justamente “su” país, a aportar trabajo y presencia en un suelo que por deshabitado y otras cuestiones, fue amputado. Tal vez nadie recuerde que las islas Picton, Lennox y Nueva eran argentinas y ya no lo son: son chilenas.
En uno de sus temas de culto, el casi sexagenario “Chizo” Napoli y el excelso bajista “Teté” Iglesias, también del mismo y sabio segmento etáreo, cantaron ante un enfervorizado público de todas las edades, al que ni la lluvia o el frío hicieron desistir de estar horas y horas coreando y saltando, algo así: “El Diablo y la Muerte me contaron de sus vidas, sus triunfos y sus fracasos, de que el mundo andaba loco y hasta el cielo fue comprado… Y más miedo que ellos dos, me daba el propio ser humano…”.
“Cabezas de termo”, de mentalidad chiquita y mezquina, de ilusos que se escandalizan por los robos y la droga que corre solo cuando llegan visitas y niegan que eso ocurre todos los días, que maldicen la mugre que queda después de un recital pero dejan pañales cagados y botellas al por mayor cada vez que van al Olivia o a Playa Larga… honren la generosa ciudad en la que viven, cambiando una mentalidad que huele a rancio.
¡Bienvenidos todos los hombres y mujeres de buena voluntad que quieran venir a visitarnos, a conocer nuestras bellezas y lo cordiales y buena gente que somos la mayoría de los que aquí vivimos!.


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