Ushuaia: ¿una ciudad resiliente?

El desafío de deshacerse de los residuos electrónicos

La ciudad fueguina durante el invierno y particularmente luego de una nevada intensa, es una urbe en la que las personas, en lugar de mirar al frente cuando caminan, están obligadas a mirar hacia abajo. Cuando “el hielo está lavado”, el peligro de resbalar y lastimarse es constante e inminente.
Cuesta caminar el invierno fueguino. Pero sabemos que es algo natural en estas latitudes. Y mientras los niños quizá lo puedan llegar a vivenciar como un juego sagrado de su territorialidad, los adultos lo padecen como una regla constante del peligro inminente. Resbalarse, lesionarse y hasta sufrir fracturas óseas está dentro del menú de posibilidades durante los meses fríos de la Patagonia austral y en ese caso, sólo la capacidad de resiliencia del accidentado, marcará el tiempo de su recuperación.
La resiliencia es entonces la capacidad que posee un cuerpo o entidad de regenerarse tras un golpe o una situación adversa. Las ciencias del ambiente han tomado ese término y lo han adaptado teóricamente para explicar la capacidad de las ciudades, sus poblaciones y los ecosistemas en las que están inmersas de ser capaces de absorber, catalizar y reciclar los efectos de una situación adversa o efecto pernicioso cuyo origen puede ser producto de una catástrofe natural o fruto de la impericia humana, en un círculo virtuoso capaz de convertir algo que en su origen es negativo en un producto final positivo. Exponiéndolo en términos coloquiales, algo así como concebir que “lo que no te mata, te fortalece”…

Ushuaia en el camino de la resiliencia
En el caso particular de la ciudad de Ushuaia, no son pocas las oportunidades en las que, desde esta columna, hemos advertido las agudas problemáticas socioambientales que venía padeciendo la capital fueguina.
Desde el emblemático caso de la contaminación de la Bahía Encerrada y de todo el ámbito costero, pasando por los déficit de servicios esenciales, la carencia o estado de abandono de obras de infraestructura sanitaria y la problemática de la informalidad urbana, entre otros temas, que la población local experimentó una gran caída en los niveles de su calidad de vida.
Pero también es justo decir que algunas de esas cuestiones que hicimos notar en su momento como pasivos ambientales que requerían una solución inmediata, coordinada e integral, ingresaron a la agenda política gubernamental local y provincial en los últimos dos años. Y lejos de cualquier especulación política -nos acercamos al 2019 electoral- Ushuaia ha mejorado en muchos aspectos ambientales y eso es innegable.
La edificación, ampliación y mejoras de plantas potabilizadoras llevadas adelante por la Dirección de Obras y Servicios Sanitarios provincial, terminaron con los crónicos cortes de agua en sectores que sufrían frecuentemente la interrupción del suministro de ese servicio esencial para la vida e higiene humana. Y además, más allá del aspecto que en algunos momentos del año presenta, la ciudad cuenta con agua potable apta para el consumo en la totalidad de los barrios incluidos en la formalidad urbana.
A esto se suma la reparación de los troncales receptores de efluentes cloacales que posibilitaron la liberación de la zona céntrica, estratégica para la actividad administrativa y turística, de los nauseabundos olores que debían soportar los lugareños y circunstanciales visitantes.
La repavimentación, por ejemplo, de importantes sectores del circuito prioritario vehicular (calles Yrigoyen, Garramuño, Perito Moreno) mejoran sensiblemente la transitabilidad de la ciudad, además de dotar al paisaje urbano de un activo más que importante a la hora de pensar en la actividad turística.
No es poco lo que se está haciendo para incluir a la ciudad en la virtuosa senda de la resiliencia. Y si bien estamos obligados a no conformarnos y peticionar siempre más acciones gubernamentales que redunden en mejorar cada vez más las condiciones de vida de los lugareños, puede afirmase que comienza a revertirse la perniciosa tendencia de la desinversión pública, los diagnósticos orientados a los efectos en el corto plazo y la desidia política. Porque en los casos mencionados en los párrafos anteriores, las obras debían iniciarse y eran prioritarias.

Recuperación de la Bahía Encerrada
Pero si debemos mencionar un emblema de los problemas socioambientales que existían en la ciudad de Ushuaia, la contaminación de la Bahía Encerrada era sin duda el caso paradigmático. Porque ante todo, el estado calamitoso en el que se encontraba dicho espejo de agua, arruinaba la belleza escénica y paisajística y significaba, en términos materiales y hasta sentimentales, el triste ejemplo de la degradación ambiental ante la mirada de todo el mundo.
Como hemos dicho en otra oportunidad, el tema fue objeto de una presentación a nivel judicial en la figura de daño ambiental y afectación a los intereses difusos de la comunidad. Triste e inmerecido galardón al que nos llevó la ausencia de sustentabilidad reflejada en la falta de decisión política de años y el letargo dirigencial de las diferentes gestiones de gobierno de la última década.
En este sentido, es importante destacar una noticia que no pasó desapercibida para muchos. Esta semana, en el marco del plan de remediación de los cuerpos de agua locales, la Municipalidad de Ushuaia, a través de su Secretaría de Ambiente, realizó la primera etapa de los estudios de análisis de biota en la Bahía Encerrada para establecer un parámetro base previo a la implementación de las obras de infraestructura municipal tendientes a la recuperación definitiva del lugar.
Cabe destacar que este tipo de estudio para el avance en la cuestión no tiene antecedentes locales. Nunca se había realizado en Ushuaia un análisis de estas características, siendo deseable que dicha experiencia marque la nota general capaz de regir el resto de las acciones a seguir. Los estudios de factibilidad están en la sustancia misma de la planificación, son ineludibles y remiten a las reglas básicas del profesionalismo en la administración de los asuntos públicos. Así y no de otra manera se debe actuar y trabajar con los recursos que son de todos.

El camino de la resiliencia debe continuar
Los desafíos en términos ambientales para la ciudad de Ushuaia, entonces, deben atender sin excepción la continuación del camino que se ha iniciado. Porque a nadie escapa que en esta década que estamos concluyendo muchos llegamos a pensar que peor no podríamos estar. Porque la caída fue muy fuerte en términos de sustentabilidad. Tocamos literalmente fondo en lo que hace a desinversión en infraestructura sanitaria y supimos vivir familiarizados con un ámbito nauseabundo, contaminado y socioambientalmente degradado. Y lo peor, a la vista de todos y sin que nadie pareciera querer o poder hacer algo para remediarlo.
Y ello debido a que hasta ahora los sectores dinamizadores de la política y la economía local, no supieron instalar una agenda de prioridades estructurales a largo plazo.
Hace rato que ingresamos al siglo XXI y el mundo vive tiempos de cambios constantes, quizá como nunca antes. La era de la revolución cibernética nos exige preocuparnos por nuevos desafíos y no estar inmersos en problemáticas que otras regiones del mundo han dejado atrás con éxito y unidad de criterios.
Parece que hemos madurado algunas cuestiones, hasta el punto de demostrar que podríamos comenzar la deseable etapa de la resiliencia ambiental. Porque a pesar de los graves errores cometidos, lo que no fue capaz de matarnos quizá logre fortalecernos de aquí en adelante.



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