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Hospital Ushuaia Coronavirus: Se confirmaron los dos primeros casos positivos en Tierra del Fuego

Mi madre llegó muy afligida. Su condición de paciente cardíaca sumaba preocupación a ese dolor intenso en la pierna derecha, justo en un sector en el que la piel parecía ocultar una especie de entumecimiento afiebrado. Con diligencia, una mujer que estaba detrás de la ventanilla de la guardia del Hospital Regional Ushuaia, tomó los datos y se encaminó por el pasillo en búsqueda de un médico. Regresó a los pocos minutos indicando con amabilidad: “Tomen asiento, enseguida las van a atender”. Y aunque temí que solo fuera una expresión esperanzadora y que deberíamos esperar un largo rato hasta que pudiéramos ser atendidas, la realidad fue otra. Casi enseguida de sentarnos, una enfermera llamó a mi madre por su apellido, le pidió con calidez que se acomodara en una camilla, le tomó la presión y anunció que en un ratito sería atendida por una doctora. “Vamos a hacer un eco doppler”, dispuso la facultativa y llamó a un camillero que en medio de sonrisas la invitó a acomodarse en una silla de ruedas “Vamos a pasear, reina”, le dijo y se encaminó hacia el sector de rayos charlando animadamente con ella, con obvia intención de distraerla y de rescatarla de la angustia.
La conclusión de la minuciosa observación en la pantalla fue: “Se trata de una trombosis”. Después del examen, con delicadeza, mientras en una hoja de papel le graficaban cómo las venas impulsan la sangre y qué debía hacer para favorecer el retorno sanguíneo al corazón, los dos profesionales que la examinaban, le explicaron cómo debía cuidarse.
Entre mi desconfianza y recelo inicial y el fin de la visita al nosocomio, conmovida y agradecida por el trato cariñoso y la eficiencia profesional de todo el equipo que atendió a mi madre, había transcurrido apenas una hora. Ya nos estábamos yendo cuando la empleada administrativa de la recepción de la guardia la despidió diciéndole: “..que se mejore y se me cuida mucho…”.
Por todo lo dicho, agradezco inmensamente, en el nombre de la paciente y en el mío propio, a VERONICA FERREYRA, de mesa de entrada de la guardia; al camillero NESTOR MADERA; al médico radiólogo Dr. ARIEL MUDRYK y a la médica de familia, DRA SILVINA GONZALEZ, por su dedicada y eficiente atención, y por demostrar que la Salud Pública puede tener niveles de excelencia en cuanto al servicio profesional se refiere y al trato, humano y respetuoso.
A todos ellos inmensas gracias.

Sandra Mayor


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