MACRISTAS VS. KIRCHNERISTAS. Una grieta que amenaza con tragarnos a todos

Uno de los efectos más perniciosos que está dejando la grieta política nacional es el revanchismo irreflexivo, especie de reflejo reivindicador del maniqueísmo crónico argentino, donde tanto macristas como kirchneristas se creen así mismos como los buenos, los mejores y consideran a “los otros” como el origen de todos los males del país. El sentimiento es mutuo y excluyente, porque al parecer si no se está con uno de ellos, se está invariablemente en contra.
Cualquier disenso dentro de los bandos es considerado alta traición o defección y cualquier disenso exterior es catalogado como falta de pericia o necedad. Para cualquiera de ellos, no puede existir la política fuera de los dos esquemas que, al parecer, resumen las oportunidades que tiene Argentina para encaminarse en su futuro como nación.
Si bien en nuestra política nacional han habido muchos ejemplos de enfrentamientos entre facciones políticas, da la sensación que cada vez nos queda un margen menor para seguir equivocándonos en los temas estructurales que hacen a nuestro futuro económico y social.

“La grieta”: la clave para que nada cambie
Llama la atención que con la crisis financiera y económica desatada, los contrincantes de ambos lados de la grieta, al parecer han llegado a su primer acuerdo: la lucha por la supervivencia les corresponde. Ahora todos aceptan (oposición y oficialismo) que a los argentinos les va a ir de mal en peor, día tras día, mes tras mes, lo que resta de este 2018 y según las estimaciones de economistas de diferentes procedencia técnica e ideológica, es posible que los años por venir también.
Día a día los temas económicos van engordando las páginas de los diarios y los espacios virtuales de Internet y la economía centraliza la escena. Las causas son las mismas de siempre: los argentinos gastamos más de lo que obtenemos por ingresos y comenzamos a endeudamos cada vez más todos los años para cubrir esos baches presupuestarios; alimentamos el monstruo de la deuda externa; corremos a cubrirnos comprando dólares para atesorar debajo de los colchones o fugarlos al exterior. Se pulveriza así nuestro signo monetario. No damos en la tecla sobre el perfil productivista, no podemos sostener el nivel de empleo genuino, pulverizamos los superávit comercial y fiscal aumentando el déficit. Cada vez pedimos más plata prestada, una y otra vez no nos alcanza, más temprano que tarde no podremos pagar…
Siempre los mismos problemas, siempre las mismas respuestas. Siempre los mismos desenlaces. Una y otra vez.
La otra recurrencia nacional en plena crisis es quiénes pagarán el costo político del fracaso argentino. Con las cartas de la aceptación de la crisis sobre la mesa, ahora parece haber llegado el momento de determinar a quién le corresponde la responsabilidad: si al actual Gobierno, o al anterior, o si la sociedad otorgará culpas compartidas, como hizo en 2001, cuando reclamó “que se vayan todos”.
Porque la lucha por el Presupuesto 2019 desatada en estos días, es la puja por ver cómo se acepta la magnitud del ajuste fiscal que es necesario operar en el país y otro tema no menor, sobre las espaldas de qué sectores, factores y actores de la economía, recaerá la responsabilidad de asumirlo.

La grieta: “ellos” y “los otros ellos”
En el universo de la grieta maniquea, repasar las redes sociales es un interesante ejercicio sociológico. Allí pueden verse bien diferenciados los militantes cibernéticos de ambos bandos.
Pero también, aspecto fundamental para entender la totalidad del espectro, se encuentran aquellos a los que poco les interesa el diario encono que demuestran unos contra otros, para quienes macristas y kirchneristas representan la irracionalidad de un tipo de revanchismo que nada le aporta al futuro.
Unos hablan de un pasado idílico que a muchos quizá ya no les interesa volver a transitar. Los otros piden tolerar un presente que sólo promete dolorosos esfuerzos en el futuro cercano. Ambos se culpan y esperan que el adversario fracase para poder exponer lo único que parece importarles: tener la razón, aún a cuestas del sufrimiento de todo un pueblo. Esperan que la realidad les dé la razón para poder exclamar con satisfacción: “Viste, te lo advertí. Con tu voto fuiste parte de todos los males que estamos pasando”.
Sea antes de 2015 o después, sea antes de 2019 o después. La grieta se proyecta en una viciosa espiral de revancha.
La razón política de ambos bandos se proyecta siempre sobre el error del otro y hacia el peor final. Unos explicarán la crisis por la herencia recibida de diez años de despilfarro donde no se pudieron asentar las bases de una economía estable, los otros por la herencia acumulada en tres años de una pésima política.
Ángeles y demonios plantean una batalla en el purgatorio del fracaso argentino, en el país de las crisis cíclicas y recurrentes donde nadie se hace cargo del largo plazo porque cada dos años se vota y hay que sostener el poder de cualquier manera y a cualquier precio.

¿A quién le interesa que nos vaya bien a todos?
¿Habrá que resignarse, en medio de la crisis que amenaza con llevarse puesto nuevamente la esperanza de los argentinos y el sistema político de representación, a contemplar las opciones políticas como un damero de blancas y negras donde la ciudadanía debe decidir entre la mentira y la corrupción?
Tal es la paleta de ofertas que entrega la grieta política actual. Y en esa dicotomía de la decadencia, la política es denigrada, pudiéndose escandalosamente conjugar los siete pecados capitales en los dos líderes políticos de mayor envergadura (el presidente y la ex presidenta).
Un cuadro de situación mediocre incapaz de traer soluciones se cierne sobre el horizonte de expectativas de un pueblo acostumbrado a caer cada vez más bajo. Desconectado del tren que alguna vez lo vio brillar a la vanguardia latinoamericana, nuestro país se encamina hacia una nueva crisis, sin capacidad de reacción y sin poder torcer el inevitable rumbo hacia el default.
Tan triste y pervertido el panorama, que los dos bandos hegemónicos de la política nacional sólo esperan que nos vaya muy mal a todos, para que en breve tiempo “su única verdad”, sea la realidad.



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