Así recordó Gabriel Ramonet a Charly Molina.
Charly Molina comenzó su trayectoria en el semanario Prensa Libre como diagramador, en esa escuela de periodismo que era y es el medio fundado por Sandra Mayor, en ese momento también liderado por Lito Lavia. Después, en 1998 creamos juntos la corresponsalía Ushuaia del diario Tiempo Fueguino, cuando era dirigido por Edgardo Welsch de Bairos. Con los años, Charly se fue acercando a las tareas periodísticas. Fue primero productor de radio en programas como Botella al Mar y luego conductor de sus propios ciclos, como Vamos a portarnos mal o Yo te avisé. En paralelo se afianzó durante años como cronista de policiales en El Diario del Fin del Mundo. Charly era un emprendedor nato, curioso por naturaleza y sin temor a ningún desafío. Así aprendió, por ejemplo, desde los procesos para imprimir revistas hasta las cuestiones técnicas vinculadas con la instalación de una radio.
Charly también fue parte del staff de la revista OJO Periodismo, fundó sus propias revistas y tuvo un tiempo su propia radio. Le gustaba hacer transmisiones desde exteriores, de fiestas o acontecimientos populares. Como periodista de policiales era, para mí, uno de los que más fuentes tenía. Había forjado una gran relación con los bomberos, con la Policía y otras fuerzas de seguridad. Siempre era consulta obligada para enterarse detalles de cualquier hecho policial. En los últimos tiempos había incorporado a su hija a su trabajo en radio. Le gustaba usar la palabra «chabón» y también utilizaba siempre un humor particular, plagado de «insultos cariñosos» con los que le gustaba referirse a casi todos. Sin miedo a nada, incluso a los excesos, Charly fue un gran batallador de la vida. Se había vacunado con las dos dosis, pero no le alcanzó para sobrevivir a esta pandemia cruel que nos lleva a muchos de nuestros afectos más queridos.
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