Una ficción en Malvinas de clave actual

Una ficción en Malvinas de clave actual

En la novela “Heroína. La guerra gaucha” Nicolás Correa cuenta la historia de una chica trans que termina como voluntaria en la Guerra de 1982 y reinterpreta una tradición de literatura argentina.

El escritor Nicolás Correa nació en 1983 en la localidad bonaerense de Morón. Es el director de la colección de poesía de la editorial independiente Alto Pogo. Algunas de las obras que publicó bajo su firma son la antología de cuentos «Rosas Gamarra» (2015), la novela «Íncubo. La Trinidad de la Antigua Serpiente» (2015) y el poemario «Virgencita de los muertos» (reeditado el año pasado). A fines de 2018, Correa presentó su última novela: «Heroína. La guerra gaucha» (kintsugi editora).
En «Heroína» la historia es narrada en primera persona por su protagonista, una chica trans, que cuenta las complicaciones de sobrellevar su sexualidad en la Argentina anterior al regreso de la democracia. Las dificultades que le provocan su familia y la sociedad son contadas con descaro y atrevimiento en un tono cómplice y distendido.
En esa biografía osada y grosera, con una mirada desprejuiciada muy actual, tan fervorosamente activista, se cuelan con gran contraste las alusiones a clásicos de la literatura gauchesca en sintonía con la forma en que revisitó esa tradición desde el feminismo Gabriela Cabezón Cámara en «Las aventuras de la China Iron». La escritora, justamente, comenta en la contratapa: «Guerra Gaucha, cita Nicolás Correa y ahí está citando a Lugones y a las ganas de épica de Lugones y a Hernández y a su gaucho roto…».
Al final, en línea con el irreverente «Los pichiciegos» de Rodolfo Fogwill, la protagonista se alista para pelear en Malvinas y configura esa escena tan disruptiva, tan original y polémica, de imaginar un travesti voluntario en el infierno congelado de esas trágicas trincheras. Correa lanza con «Heroína» un desafío provocador, una traducción de nuestro pasado al lenguaje del presente.
Periodista: Hablar de Malvinas siempre es complicado, ¿por qué hacerlo además desde la perspectiva de una chica trans?
Nicolás Correa: No sé por qué surgió el tema de Malvinas, que a modo personal me interesa bien poco, de repente, una cosa medio divina será, apareció. Cuando una amiga leyó el texto me dijo: “Es un escándalo esto”. No entendí por qué era un escándalo. Sigo sin entender por qué lo fue apenas aparecida la novela. Como si en la guerra no hubiese putos. Como si la valentía o lo patriótico fueran cualidades exclusivamente de los hombres… Ahora que lo pienso, en estos días orden y progreso se traduce como: vamos a borrar a las disidencias del mapa.
P: El tono y el personaje dominan la historia, ¿cómo fue esa construcción? ¿Qué influencias te sirvieron?
N.C.: Siete años de escritura, siete años de escucha. Siete años de hacer silencio. En el principio solo era argumento, trama, historia, contenido. En el camino sucedió la forma, es decir, la voz. No obstante, en la tercera reescritura, esa voz recién fue la voz, la forma, de «Heroína». Una voz que se nutrió de Toto de «La traición de Rita Hayworth», de Molina, de las locas de Copi y de las telenovelas, lógicamente. Esas voces llegaron de a poco, en ese silencio largo. Y también debería mencionar, cosa que nunca hice, cierto personaje que es parte de mi mitología personal, una chica de la que nunca supe su nombre. Era deslumbrante verla caminar, el brillo, sus vestidos, las botas, el pelo. Todo ese resplandor perfectamente arrasador en un barrio obrero. Yo tendría doce, trece años. Ella era bastante más grande. Todos los días a la misma hora esperaba que ella dejara un público en una cortada del barrio. Ella se tomaba su tiempo y entonces era que se iba haciendo ese lenguaje tan seductor: cómo ordenaba la sintaxis, en qué palabras hacía énfasis, cuáles repetía, era como escuchar el dulce de leche… Un lenguaje desconocido para mí, pero hermoso y feroz. Esto nunca lo conté, no sé por qué… pero es hora de hacer justicia. «Heroína» tiene mucho de aquella cadencia, de aquella potencia del lenguaje, de aquella chica traba…
P.: ¿Qué lugar ocupa la mención a clásicos de la literatura argentina en una novela tan poco ortodoxa?
N.C.: Supongo que son aquellos clásicos que siempre me atrajeron. «La cautiva» siempre me pareció una novela maravillosa, sí, una novela… con toda esa cosa sufriente y trágica: todo lo no dicho en ella es abrumador. La gauchesca en sí o el motivo patriótico nacional, me parece un espacio de producción intenso. Motivos, por demás decirlos, llenos de miembros masculinos. Y también las lecturas que producen y las reescrituras, lo mismo… hasta hace un par de años que eso también empezó a ser revisado profundamente. Ahora, a ese gusto por los clásicos nacionales, la voz de «Heroína» se los llevó puesto.
P.: ¿Son pocos los autores con voluntad de incomodar en la literatura argentina actual?
N.C.: Supongo que todo aquello que encuentra una forma adecuada, es incómodo por sí mismo. Tal vez hay mucho de no experimentar en la forma y se siguen reproducciones cristalizadas. En ese sentido, quizá si sea difícil encontrar escritores que se aventuren. Parece que una vez encontrada una fórmula, no se vuelve a arriesgar mucho, pero es algo muy personal y tiene que ver con la propuesta de cada une. Reconozco algunos textos muy interesantes como «La virgen cabeza», «La extraña dama», «Mandinga de amor», «La ilusión de los mamíferos», «La descomposición», «Mara» o «La comemadre», entre otros.
(ámbito.com)


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